Por Alfonso Díaz Ordaz Baillėres
La duración del duelo ante una pérdida es proporcional a lo que significa para la persona el bien perdido.
La pérdida de un hijo, por ejemplo, suele ser de tal manera perturbadora que la temporalidad del duelo puede rebasar los límites que la costumbre impone, de hecho, puede requerir la ayuda de un profesional.
Igual de difícil resulta el duelo que experimentan los hijos con la separación de sus padres. Si el proceso de la pérdida es largo y complicado requiere de atención especializada.
Cuarenta días según la Biblia son suficientes para sobrevivir a un duelo, yo supongo que en muchos de los casos son los necesarios para alcanzar el consuelo, lo cual no quiere decir que en el consciente o el inconsciente del individuo no se pueda instalar la pérdida en un apartado muy especial, de acuerdo con el tamaño de la misma.
Han pasado cuarenta días y poco más desde 1 de julio…y los mexicanos, todos, experimentamos un cambio radical en nuestra percepción de la política; de hecho, quienes preferimos una opción distinta a la que obtuvo el triunfo tuvimos que aceptarlo, pero a algunos les ha costado más trabajo y quizá les lleve mucho más tiempo asumirlo, miebtras que otros no lo podrán hacer nunca.
Por el bien de todos, hay que comprender que afrontar de la mejor forma el traumático proceso es nuestra obligación moral.
Lo que está fuera de la realidad, por lo que me cuesta mucho trabajo entenderlo, es la situación contraria; después de más de cuarenta días, algunos de los seguidores del presidente electo, aunque sea paradójico, no terminan de asumir el resultado. Quieren venganza a cualquier precio, un día sí y otro también publican en las redes reales o supuestas fechorías de sus adversarios mentales, las más de las veces imaginarios.
Es muy probable que mi conclusión no sea del agrado de ellos, pero lo cierto es que algunos simpatizantes del presidente electo no han asumido su realidad, siguen haciendo campaña, todos los días y a todas horas publican en sus redes críticas y denuncias con pruebas deficientes o inexistentes que no le aportan nada a ellos ni a los que no somos como ellos.
Estoy seguro de que están viviendo un duelo personal terrible. El 1 de julio pasado murió de muerte natural el viejo sistema, y con el murió el objeto de sus frustraciones. Ya no tienen ni tendrán a quién acusar de corrupto, abusivo y ladrón, aunque existan versiones modernas de personajes que se comporten de esa forma o peores.
Sería buena onda que cooperemos para crear una fundación que se ocupe de brindarles ayuda psicológica a los damnificados del tsunami mexicano del 1 de julio, incluidos por supuesto “las viudas del antisistema”