Bertha Inés Herrerías Franco
La Mona Lisa mide menos de un metro (77 x 53 cms.); la Venus de Brassempouy tiene 3.65 cms. de altura, 2.2 cms. de ancho y 1.9 cms. de grosor; la Tocata y Fuga en Re Menor, de J. Sebastián Bach, dura unos 8 minutos; Un perro andaluz, de Luis Buñuel, tiene 16 minutos de duración; y así podríamos seguir con un gran número de ejemplos que demuestran que en el arte, incluida la literatura, el tamaño no importa.
Si bien el género literario más breve es el cuento, dentro de la novela encontramos pequeños grandes tesoros, mayores que el cuento pero que, por su reducida extensión, se les considera novelas cortas. Más largas que un cuento y más breves que una novela promedio; algunas de 120, 160, 180, pero nunca más allá de las 200 páginas. Algunos hablan de una narración no menor a las quince mil palabras y no mayor de cuarenta mil, aunque estos límites son siempre ambiguos y difusos.
La riqueza, fuerza y encanto de una novela, con el desarrollo narrativo justo de cada historia y sus personajes. Que sea breve no supone que su calidad sea menor. Son una delicia para los lectores consumados y una gran oportunidad para quienes le buscan el gusto a la lectura. Son una gran puerta de entrada al mundo de la literatura.
Aunque sus antecedentes parecen encontrarse en los relatos de la época medieval, Miguel de Cervantes, creador de la novela, también lo es de la novela corta, con sus Novelas Ejemplares, como La gitanilla, Rinconete y Cortadillo, El licenciado Vidriera o La fuerza de la sangre; en todos los idiomas y países encontramos extraordinarias muestras de estas pequeñas joyas de la literatura mundial. Si lo bueno es breve, dos veces bueno, dice el refrán y en estos casos se cumple cabalmente.
“Son una delicia para los lectores consumados y una gran oportunidad para quienes le buscan el gusto a la lectura.”
Algunos notables ejemplos de novelas cortas son: