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Declarar el amor: necesario en nuestros tiempos

La cuestión del amor es una construcción histórica, como la cuestión del sujeto y de la sociedad; por lo tanto, cabe plantearse la siguiente pregunta: ¿Cómo es que se presenta la cuestión de las relaciones amorosas en una era tecnologizada?

 

Reflexión en voz alta…

Castel, en su prefacio titulado “Una gran transformación”, recupera una frase de Valéry: “El cuerpo social pierde muy lentamente su mañana”, una afirmación que en la era mediática podría quedar como “los cuerpos amorosos pierden rápidamente su mañana.”

La postindustrialización acontecida a mitad del siglo XX trajo consigo innumerables transformaciones en cada campo: económico, político, educativo, social, tecnológico, social, humano. Se trata de una transformación que también nos habla de “la manera en que podemos representarnos el porvenir y tener influencia sobre él”, como señala Castel. Sin embargo, la representación y la influencia sobre el “mañana” del amplio y complejo campo social ha sido construida por la política económica, la industria y la tecnología. Esta sociedad de mercantilización y tecnología se articuló a la vieja idea de “a mayor desarrollo económico, mayor perfeccionamiento humano”, una idea de la tan fracasada modernidad, advertencia histórica ante la cual no hay engaño.

En pleno 2017 se ha demostrado que la política económica, la industria y la tecnología han desarrollado las más feroces contradicciones y brechas socioeconómicas, culturales, educativas y humanas. De esta forma, mientras que la justicia social, la responsabilidad y la equidad laboral y educativa han vuelto a entrar en el plano de lo utópico, el pensamiento crítico se ha convertido en el tema de discusión latente. Para comprobarlo, basta con voltear a mirar los deseos que han sido pisoteados por el gran goce mercantilista.

Las generaciones del nuevo siglo han sido ubicadas en situaciones injustas, desfavorables y en descomposición: no todos las y los niños van a la escuela ni las y los jóvenes prosiguen sus estudios; otros se establecen por periodos cortos en los trabajos; otras y otros jóvenes ni estudian, ni trabajan, ni tienen una inquietud: la generación nini, fenónemo que mostró sus luces a inicios del año 2000 en Inglaterra y en Japón. Los “nini” son un grupo de la población que no estudia ni trabaja. Ni estudian, ni trabajan, ni piensan el futuro, ni quieren establecer relaciones. Algunos críticos sociales denominaron a este fenómeno la “crisis juvenil”, lo que representa una dinámica cultural decandente.

En este contexto, las relaciones humanas, sociales y afectivas también van transformándose. Adviene una conformación de ideas basadas en una cotidinianidad de tiempos cortos, efímeros, veloces e intercambiables. Guattari señala que las máquinas construyen sujetos; y la tecnología, hermanada a la política económica, se vuelve una industria de maquilación de subjetividades, lo que abarca la amistad, las relaciones amorosas, el erotismo y el sexo. La producción de la subjetividad está siendo portadora de un individualismo que se articula desde ideas nacionalistas a través de la cultura conservadora del racismo, la guerra, la violencia y con base en el poder de las armas, la tecnología, los medios de comunicación y la industria cultural. En palabras de Guattari, hay una “reterritorialización conservadora de la subjetividad”.[1]

Cada vez se hace más sólida la relación mercado-industria-tecnología; sin embargo, en la actualidad, encontramos un rasgo representativo en la antes mencionada fabricación de los sujetos: el ideal de perfección. Una perfección corporal, afectiva, material y amorosa; y la cuestión de estas esferas subjetivan y maquinizan los cuerpos. La discursividad que emerge de estas esferas en relación al ideal de perfección fabrica un sujeto como objeto y como lema, es decir, como gadgets. Autenticidad, satisfacción, sexualidad, erotismo y amor en su máxima perfección es lo que ofrecen las discursividades web, fabricando así individuos prácticos y conectados a la innovación, pero también listos para desconectarse.

Hay una crisis generalizada que muestra la pobreza, la desigualdad, la injusticia; la crueldad del sistema postindustrial-mercantilista. Esta crisis llega al corazón de aquello conforma a los sujetos: afectos, emociones, pensamientos, placeres, dolores, tristezas, esperanzas y deseos. Habrá que explorar el lado subjetivo: el amor-odio en la época mercantilista, específicamente en el campo de la tecnología que ha devenido en una potente industria tecnológica-sociocultural.

Bauman apunta que en la “modernidad líquida” (término acuñado por él mismo) el amor tiene un desplazamiento hacia la conexión que ofrece la industria tecnológica y la industria cultural. El amor líquido se articula dentro de la dinámica de la conexión-desconexión; dejó de ser una relación, un vínculo, un lazo. Las conexiones amorosas se muestran a la mirada del otro como más accesibles y rápidas para salir, es decir, desconectarse. La conexión “amorosa” permite una cierta flexibilidad y una cierta diversidad de conexiones que, si bien permiten una aparente satisfacción, en realidad nos someten a una dinámica gozosa, esquizoide y dolorosa. Estamos hablando de:

“[…] una cultura de consumo […], partidaria de los productos listos para uso inmediato, las soluciones rápidas, la satisfacción instantánea, los resultados que no requieran esfuerzos prolongados, las recetas infalibles, los seguros contra todo riesgo y las garantías de devolución del dinero. La promesa de aprender el arte de amar es promesa (falsa, engañosa, pero inspiradora del profundo deseo de que resulte verdadera) de lograr “experiencia en el amor” como si se tratara de cualquier otra mercancía […]”.[2]

ZYGMUNT BAUMAN

La conexión “amorosa” no sopesa la vida-muerte, el amor-odio, el fracaso de la relación sexual. Y la conexión termina por crear una red que desquicia a los sujetos. La nueva modalidad de la “experiencia del amor” en línea, a distancia o abierta cumple con la administración de las ganas de experimentar conexiones y desconexiones. De sedar al deseo mediante la solución de velocidad sin pérdida de tiempo, sin compromisos, entre todas y todos como una red. Esta ideologización de las ganas, lo instantáneo, la conexión por la relación y la desconexión es publicitada por lógicas de saberes administrativos, económicos y psicológicos, haciendo más sólida la red conexión-desconexión.

Desde el análisis de Guattari, la producción de la subjetividad se construye a partir de una heterogeneidad de componentes, es decir, que la guerra produce una subjetividad bélica en relación a los medios de comunicación. El internet, facebook, twitter, etc., agencian la producción de la subjetividad.

“Tal evolución máquina no puede ser juzgada ni positiva, ni negativamente; todo depende de lo que llegue a ser su articulación con las conformaciones colectivas de enunciación. Lo mejor es la creación, la invención de nuevos Universos de referencia; lo peor, la masmediatización embrutecedora a la que millones de individuos están hoy condenados […]”.[3]

¿Cómo y qué conformaciones de subjetividades producen estos medios en el campo del amor? Decir que el amor es un campo es sostener que está sobredeterminado por la historia, la filosofía, la economía, la cultura, los sentidos, las emociones, las relaciones, los afectos y el lenguaje.

“De una manera más general, deberá admitirse que cada individuo, cada grupo social vehiculiza su propio sistema de modelización de subjetividad, es decir, una cierta cartografía hecha de puntos de referencia cognitivos, pero también míticos, rituales sintomatológicos, y a partir de la cual cada uno de ellos se posiciona en relación con sus afectos, sus angustias, e intenta administrar sus inhibiciones y pulsiones”.[4]

Desde un recorte del texto de Jarvie C., Bauman señala que un encuentro sexual puede convertirse en una relación importante, la cual puede terminar porque ya no se sostiene o porque “un miembro de la pareja <<sigue comprometido con la relación mientras el otro ansía buscar nuevos campos de pastoreo>>”. Aquí es importante detenerse, ya que el recurso de aplicaciones tecnológicas se convierte en uno de los más potentes campos de pastoreo, es decir, uno de los dos recurre al juego pasional vía facebook o vía sitios web.

Los sitios web más visitados en México son: be2, elitesingles, c-date, second love. Las apps para ligar son: tinder, mi affaire, tastebuds, gatsby, trekkie dating, ayopoligamiEncontramos, del mismo modo, manuales para ligar, manuales para superar una ruptura de pareja y tests para encontrar el amor en línea. El amor, el juego pasional, la seducción aparecen en conexiones-desconexiones.

¿Y qué sucede cuando la mujer o el hombre se dan cuenta de que su pareja vital tiene un coqueteo, un romance, una aventura virtual? ¿Hay traición, engaño, infidelidad?

Quien descubre a su pareja en el “nuevo campo de pastoreo” se entrega a las ganas de jugarse en una aventura, en una conexión o en un coqueteo virtual. Queda herido psíquicamente y, en ese sentido, hay una traición, un engaño, una infidelidad. Lo virtual también engaña lo vital del sujeto: el alma (psique). Y la discordia y la inseguridad toman su lugar en la relación para apresurar su ruina. “[…] las máquinas tecnológicas de información y comunicación operan en el corazón de la subjetividad humana, no únicamente en el seno de sus memorias, de su inteligencia, sino también de su sensibilidad, de sus afectos y de sus fantasmas inconscientes […]”.[5]

Pero la crisis del amor nos impone un trabajo: “la conquista de la capacidad de amar” desde la articulación de la vida-muerte, el amor-odio y el asumir el fracaso de las relaciones sexuales y amorosas. Amor, creación, riesgo, destino, síntoma y estrago indican la creación de un lazo amoroso. La capacidad de amar refiere al asunto del desear a encontrar lo bello en donde nacer y renacer; siguiendo a Diotima, Bauman menciona que “el amor encuentra su sentido en el impulso a participar en la construcción de la cosa bella”.

Cuando se declara el amor, se declara el odio; contraria vital necesaria para el movimiento de la existencia. El amor es a la vez bueno y malo, como el verbo: al hablar se acaricia y se hiere. Pero sólo queda hablar, inscribir-se nombrando-se para honrar el verbo, y esto es amar. “[…] el amor es cosa buena, es la más sublime de las declaraciones […] el verbo se creó […] para decir lo que a uno se le ocurre cuando está en trance de amor […]”.[6]

Hablar y declarar el amor es amar el alma que, creada por contrarios, imperfección y con posibilidad de ampliar su saber, se enaltece en el verbo-praxis. Dos personas, al hablar, cultivan su alma y se acercan a la divinidad. Divinidad al hablar con la palabra propia, la del alma. “[…] el verbo es la esencia de lo humano y la más excelsa de las creaciones divinas”.[7]

EDVARD MUNCH, EYE IN EYE

Bibliografía

  1. Bauman, Zygmunt, Amor líquido. Acerca de la fragilidad de los vínculos humanos, FCE, Argentina, 2005.
  2. Guattari, Félix, Caosmosis, Manantial, Argentina, 1996.
  3. Nicol, Eduardo, Formas de hablar sublimes. Poesía y filosofía, UNAM, México, 1990.

Notas

[1] Guattari, Félix, Caosmosis, p. 13.
[2] Bauman, Zygmunt, Amor liquido. Acerca de la fragilidad de los vínculos humanos., p. 22.
[3] Guattari, Félix, óp. cit., p. 16.
[4] Ibíd., p. 22.
[5] Ibíd., pp. 14-15.
[6] Nicol, Eduardo, Formas de hablar sublimes. Poesía y filosofía., p. 177.
[7] Ibíd., p. 181.

Fuente: Declarar el amor. Necesario en nuestros tiempos

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