¿Quién iba a imaginar que aquella niña nacida el 23 de octubre de 1905, se convertiría en uno de los íconos del feminismo en la historia de los Juegos Olímpicos y del deporte en general?
Así ocurrió. Gertrude Ederle aprovechó y transformó una mala experiencia en su mayor éxito, ya que de niña cayó a un lago y tuvo que ser rescatada, pero demostró la gran fuerza de su carácter: se hizo de valor y definió su futuro; nunca más alguien tendría que sacarla del agua.
Poco a poco se fue enamorando de la natación, pese a la contraindicación de los médicos que le recomendaron no hacerlo ya que el sarampión le había afectado el oído y corría el riesgo de quedar sorda.
Entrada la década de los 20, la estadounidense intensificó su entrenamiento y logró sus primeros premios locales e impuso 29 récords nacionales e internacionales en distancias de entre 100 y 800 metros.
Los Juegos Olímpicos de París 1924 llegaron y alcanzó la gloria con la medalla de oro en los 400 metros libres por relevos, mientras que en lo individual obtuvo el bronce en los 100 y 400 metros.
Al año siguiente y tras superar problemas en la rodilla, Ederle vio frustrado su primer intento por cruzar el Canal de la Mancha, pero una vez más, haciendo gala de su tesón y perseverancia, en el siguiente intento completó su hazaña. Ederle dejó Cape Griz-Nez, Francia, poco después de las siete de la mañana, y arribó a Kingdown, en Inglaterra, 14 horas y 30 minutos después, ya que debió nadar 45 millas para atravesar el canal de 21 millas, debido a las corrientes y al mal tiempo.
La gente no olvidó su valor y fue recibida en su país natal por cerca de dos millones de personas, mientras que el presidente Calvin Coolidge la designó “la mejor chica de América”.
Lamentablemente, un problema en el oído a la par de una caída que lesionó su espalda, fueron mermando su desempeño, pero tuvieron que pasar 35 años antes de que otra mujer, Florence Chadwick, marcara un nuevo récord femenino con un tiempo de 13 horas y 20 minutos.
Sin descendientes directos y con una decena de sobrinos, Gertrude Ederle pasó sus últimos años en una residencia de Nueva Jersey, donde le sorprendió la muerte el 30 de noviembre de 2003 a los 98 años, habiendo enaltecido el valor, la dedicación y la fuerza de la mujer.