Por Cynthia Aguirre
Esta intervención ha dejado de considerarse un acto vandálico para transformarse en comentario político
El graffiti comenzó a invadir vagones del metro y urbes enteras hace apenas 50 años. Aunque el intento por plasmar una huella individual en el espacio público está docmentada desde el imperio romano, es solo en fechas recientes que esta intervención ha dejado de considerarse un acto vandálico para transformarse en comentario político e, incluso, en arte urbano (street art).
Si bien aún conserva el gesto gráfico compacto (conocido como tags o firmas) y las tipografías personales (throw-ups o vomitados), herencia de su boom en los 70, el grafiti ha migrado hacia lo pictórico y ahora produce paisajes urbanos (masterpieces u obras maestras) que además son ácidas críticas políticas.
El anónimo Banksy, reciente decorador del hotel palestino con las “peores vistas del mundo”, sigue siendo el grafitero más icónico y comprensible en cualquier idioma. Es reconocido por su técnica con esténciles e imágenes casi monocromas, lo que le permite seguir trabajando rápida y furtivamente. Ahora, resulta irónico que la misma policía que antes lo perseguía por las noches deba proteger sus obras callejeras, ya que son patrimonio valioso de muchas ciudades en el mundo.
El grafiti en México tiene su propio lenguaje y talentosos exponentes. Edgar Flores, Saner, es quizás el más valorado. Él encuentra la “cordura” que promete su seudónimo (en inglés) en la creación de murales de gran colorido e inspiración autóctona que enaltecen nuestra cultura. Reconoce su deuda con José Guadalupe Posada y los muralistas mexicanos, aunque parece estar más cerca de la versión chicana de este movimiento que mudó el arte a los muros exteriores para hacerlos declaratoria de principios.
En muros, lienzos o papel, Saner combina lápices, pinceles, goteos y aerosoles para crear personajes que se ocultan tras máscaras artesanales y que nos invitan a realizar un viaje interior en busca de la esencia personal. Este joven diseñador e ilustrador trabaja lícitamente el gran formato del neomuralismo, para comunicar una reflexión que le tomó mucho tiempo articular: encuentra tu autenticidad y revélala al mundo.