Los padecimientos crónicos relacionados con el estilo de vida cimbran los sistemas mundiales de salud.
Las enfermedades crónicas, muchas de las cuales se pueden prevenir, fueron responsables del 63 % de las 57 millones de muertes ocurridas en el mundo tan solo en 2008. Y desde entonces, este fenómeno causado por estilos de vida poco saludables ha ido en aumento tanto en los países ricos como en los pobres.
Lo peor del caso es que sabemos perfectamente lo que estamos haciendo mal: comer demasiado y cosas poco saludables, beber en exceso, consumir más calorías de las que quemamos, fumar, estar frente a la pantalla mucho tiempo y no hacer ejercicio.
Más allá de las campañas masivas que informan lo que es bueno o malo para la salud, lo que hace falta es un poco de sentido común para darnos cuenta de que nuestro cuerpo se ha convertido en un basurero viviente, siendo el espejo el que nos alerta de nuestra necesidad de moderación. El problema es que esto nos confronta con la cruda verdad: no solo estamos fuera de forma físicamente, también parece que estamos incapacitados para cuidar de nuestra propia salud.
¿Cuántas personas menores de 50 años han oído acerca de la virtud de la templanza? ¿Cuántas han sido educadas para ejercitarla? En cambio, ¿cuántos jóvenes y niños están siendo criados bajo la premisa de la gratificación instantánea? Desde pequeños aprenden que con un poco de persistencia logran pasar todo el tiempo que quieran frente a una pantalla o tomar tantos refrescos como apetezcan.
Esa actitud complaciente de los padres los lleva más tarde a condonar formas más degradantes y peligrosas de autoindulgencia; por ejemplo, cuando hacen creer a los adolescentes que está bien dejarse llevar por sus impulsos sexuales mientras usen condón. Entonces, ¿por qué razón negar otra clase de impulsos? ¿Por qué limitar sus antojos en los establecimientos de comida rápida? ¿Por qué no abusar del alcohol o probar las drogas?
Según la Dra. Margaret Chan, directora general de WHO (Organización Mundial de la Salud), “las grandes corporaciones, ricas y poderosas, están movidas por intereses comerciales, por lo que están lejos de ser amigables con la salud (…).
“Lo que necesitamos –dice la Dra. Chan– son leyes que controlen a estas industrias demoniacas (tabaquera y alimentaria), establecimientos que vendan productos frescos en vez de comida chatarra, un diseño urbano que incentive a la gente a transportarse a pie o en bicicleta, áreas de esparcimiento seguras y medicamentos esenciales accesibles”.
Ciertamente se necesitan todas esas cosas. Pero también algo básico: hace falta una filosofía de la vida y no solo de la salud. No es accidental que la actitud irresponsable hacia el propio cuerpo se haya incrementado al mismo tiempo que ha declinado el reconocimiento de su Creador.
Incluso muchas personas que se dicen cristianas parecen no saber que el quinto mandamiento “No matarás” obliga a respetar y cuidar nuestro cuerpo, porque simplemente no nos pertenece. No es un pedazo de propiedad a nuestro nombre, sino que lo recibimos como parte del regalo de la vida por el que al final debemos rendir cuentas. Este tipo de argumentos parece ofender a muchos hoy en día, cuando está de moda pensar que cada quien tiene el derecho de hacer lo que quiera con su propio cuerpo. La doctrina del “derecho” a elegir argumenta que nuestro cuerpo es una propiedad privada sobre la cual tenemos jurisdicción absoluta, hasta el punto de poder disponer de otra vida humana si esta se encuentra dentro de nuestra matriz.
La Dra. Chan dice que el incremento de las enfermedades crónicas prevenibles llama a una seria reflexión acerca de lo que el mundo considera “progreso”. Tiene razón, pero eso me lleva a pensar que podrá haber progreso cuando organismos como la WHO reconozcan que no solo la industria alimentaria o la del tabaco necesitan ser controladas. Los individuos necesitan tener auto-control.
Cuando la WHO recomiende a los gobiernos que apoyen a las familias y a las instituciones que enseñan a sus miembros a tener control de sí mismos y respeto por su propio cuerpo, sin duda habrán de mejorar los niveles de salud, tanto la física como la emocional y la social.
Fuente: MercatorNet