Vintage, lo de ayer es lo de hoy

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Aunque había entrado en muchas ocasiones, esta fue distinta. No asomó ninguna de mis tías abuelas por el ventanal del piso superior para ver quién tocaba el timbre.

Los 50 salen del clóset

No se respiraba el clima apacible de siempre, sino cierta desazón provocada por una casa que ahora se sentía demasiado grande y demasiado sola. La exagerada pulcritud que caracterizó cada rincón durante décadas comenzaba a perder lustre bajo una fina capa de polvo. Sobre el piso del garaje, ocupado hasta hace poco por un Chevelle clásico color menta, se apilaban cajas repletas de chucherías. Algo llamó mi atención en un montículo y resultó ser una máquina de escribir antigua que ahora está sobre mi escritorio. Hubiera querido rescatar muchos objetos en apariencia inútiles que fueron descartados por ojos miopes, pero habría ocasionado una crisis de espacio en mi casa. De modo que la suerte estaba echada sobre la mayoría, salvo aquello de valor evidente.

Desmontar una casa no es tarea menor. Sabía que de los armarios saldrían cosas interesantes, pero literalmente, lo que salió de ahí fue toda una época: sombreros guardados en sus cajas originales, de París y Nueva York; vestidos y trajes hechos a la medida, abrigos y bolsos de pieles exóticas. Sin duda, tanto tiempo y esfuerzo dedicados a conservar mejor que un museo tantos objetos entrañables merecía un homenaje, no un ropavejero. Fue así como se me ocurrió reunir a un gran equipo de amigos, tanto amateurs como profesionales, y entre todos logramos este reportaje gráfico que tiene como propósito ser un tributo para unas mujeres excepcionales, depositarias de una época de glamour, elegancia y feminidad, que hoy está siendo redescubierta por las nuevas generaciones.

A Rosa, Carmen, Rosario y Lourdes, mis queridas tías abuelas, dedico este tributo gráfico logrado por un gran equipo de personas que compartimos el gusto por lo que nunca pasará de moda:

Había una vez un palacio de papel habitado por grandes damas que se sentían completamente seguras en su espacio, que sonreían al espejo, caminaban haciendo guiños o mohines, dejaban escapar alguna risa ocasional y lucían ajenas a la fealdad que ha estado presente en todas las sociedades desde el principio de los tiempos.

Estas damas, divertidas, exquisitas e irremediablemente sorprendentes, ilustraron las revistas más prestigiadas de la moda en la década de los 50, y unas cuantas… existieron en la vida real.

Desde las páginas de las revistas de moda más prestigiadas de la época lograron evocar estados de ánimo que atrapaban la imaginación y más allá. Ellas poseían las tierras, los mares y los cielos, no existían confines ni barreras en su mundo de ensueño.

Aquellas adorables mujeres que portaban las colecciones de los grandes diseñadores de aquella época lucían rebosantes de feminidad, glamour y clase.

A diferencia de las etéreas modelos de ceño fruncido que hoy arrastran sus famélicos cuerpos en las pasarelas, portadoras del intencional ‘heroína look’, que incluye mirada perdida, color enfermizo y aire melancólico, las maniquíes de los 50 parecían tener por misión celestial la de borrar del imaginario colectivo todo oscuro remanente de la reciente II Guerra Mundial.

Había tantos motivos para celebrar, comer bien y lucir regias.

En esos años se le dio mucha importancia a accesorios como los sombreros, las bolsas, los tocados, los guantes, así como a los collares y pendientes de perlas. Eran el complemento indispensable de todo atuendo femenino. El todo era el mensaje y lo transmitían
con recato.

Entre las prendas de los 50 encontramos los vestidos ceñidos a la cintura, las faldas por debajo de la rodilla, los sujetadores armados y los zapatos de tacón.

La calidad de los materiales y la finura en la hechura de las prendas reafirmaban el señorío de las damas de la época, que asumían con sereno semblante que la elegancia implicaba a veces un poco de incomodidad.

Cuidando al extremo hasta el último detalle, la palabra casualidad no asomaba en el repertorio de su imagen.

No sólo la vestimenta fue el símbolo de los 50, también lo fueron los sofisticados peinados que destacaban por su originalidad. La feminidad era acentuada con un maquillaje uniforme: el delineado negro de los ojos se extendía más allá de sus extremos, las cejas altivas tenían forma de “ala de paloma”, y especial énfasis se ponía en los labios granate intenso.

Quizá como un acto reflejo frente al exagerado desenfado que caracteriza al nuevo milenio, añoramos el glamour de aquella década fascinante, en que la sociedad pretendió olvidar los horrores de la guerra centrándose en una estética antagónica.

 

Un toque de los 50 se percibe en las tendencias actuales, llegando al punto de valorarse como nunca antes las prendas vintage.

Por esa razón, el hallazgo de una colección de prendas icónicas de distintas épocas, sobre todo de los 50, perfectamente preservadas por las damas que las lucieron, es como descubrir un cofre de tesoros bajo el mar.

En próximo número, no te pierdas la segunda parte de esta colección: ropa y accesorios para la temporada otoño-invierno.

Agradecemos la participación:

Ana Abascal Miguel
Ana Mari Olavarri Ortiz
Cecilia Ruíz Badillo
Macarena Rivera Torres Ortiz
Maite Olavarri Ortiz
Mariana Ruíz Badillo
María Ana Fernández Fernández
Regina Ruíz Badillo
Verónica Martínez Miguel

FOTOGRAFÍA:
Lourdes Christlieb

CALIBRACIÓN Y RETOQUE:
Lauro Bautista

MAQUILLAJE:
Cecilia Badillo

PEINADO:
María Lucía Robles
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