Hengki Koentjoro disfruta de la soledad cuando se dedica a realizar sus fotografías. Encontrarse solo, rodeado del murmullo del viento y del vaivén de las mareas, no le resulta doloroso; es reconfortante y le mantiene vivo.
Las enseñanzas del budismo Zen son un recurso primordial en la composición de sus elegantes imágenes en blanco y negro. «Ellos miran el mundo de una forma muy sencilla», dice el artista. En el siglo XIII en Japón los monjes Zen dedicaban su tiempo a pintar con tinta y podemos detectar débiles ecos de esa estética en los trabajos de este fotógrafo indonesio contemporáneo.
Consigue cada composición solamente aplicando una gran paciencia. La naturaleza de Indonesia es indomable y no puede ser dirigida. El papel del artista es observar y esperar. Él deja que los elementos, la brisa y las aves tomen las riendas. «hasta ahora, la naturaleza ha sido buena conmigo» escribe Koentjoro, «rara vez decepciona».
El fotógrafo se define como minimalista, lo que no quiere decir que sus imágenes estén exentas de tensión y complejidad. En ellas lo vacío se convierte en abundante y los susurros resuenan más que los gritos. Si, las fotografías de Koentjoro son solitarias, pero su soledad no es negativa. Es una soledad que en ocasiones debemos atesorar.
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Fuente: culturainquieta