Trump y su gobierno replantean sus estrategias tras dos semanas de caos
Por GLENN THRUSH y MAGGIE HABERMAN
WASHINGTON — Al presidente Trump le encanta establecer la narrativa del día al amanecer, pero las historias más importantes de la Casa Blanca se cuentan de noche.
Los asistentes de Trump discuten con las luces apagadas porque no saben cómo encenderlas en el salón del gabinete. Los visitantes concluyen sus reuniones y después deambulan, probando las manijas de las puertas hasta que encuentran una que lleve a la salida. En el Ala Oeste, casi vacía y con pocas luces encendidas, se encuentra el principal estratega de Trump, Stephen Bannon, un provocador, quien suele terminar sus días de 16 horas de trabajo imaginando nuevas líneas de ataque.
Por lo general a eso de las 18:30, o a veces más tarde, Trump se va a la residencia para descansar y usar Twitter de vez en cuando. Como su esposa, Melania, y su hijo más joven, Barron, están en Nueva York, casi siempre está solo; a veces, cuenta con la protección de Keith Schiller, su asistente de hace mucho tiempo, un hombre imponente y antiguo jefe de seguridad. Cuando Trump no está viendo televisión ni hablando por teléfono con sus antiguos empleados y asesores de campaña, en ocasiones se pone a explorar los rincones de su nueva casa.
Durante sus primeras dos semanas vertiginosas en el cargo, Trump, un presidente ajeno a la política que trabaja con un equipo sorprendentemente pequeño de no más de media decena de asistentes que prácticamente no tienen experiencia alguna en la Casa Blanca o el gobierno federal, preocupó a su país y al mundo con una serie de órdenes ejecutivas diseñadas para cumplir promesas de campaña y provocar a varios líderes mundiales.
“Estamos haciendo grandes cambios con rapidez”, dijo Bannon, cuando le preguntaron acerca de la conmoción de esas primeras dos semanas. “No vinimos aquí para hacer pequeñeces”.
Pero algo es evidente para sus aliados y sus oponentes: cuando se trata de gobernar, hacer las cosas rápidamente no siempre es garantía de que sean un éxito.
La torpe implementación de su orden ejecutiva que prohíbe la entrada a Estados Unidos a inmigrantes provenientes de siete países de mayoría musulmana, una ráfaga de desaciertos y bochornos, así como el índice de aprobación más bajo de cualquier presidente en su primer término, han hecho que Trump y su equipo replanteen el estilo improvisado de gobierno que refleja su también caótica campaña presidencial, según funcionarios de la administración y conocedores.
Este recuento de los primeros días de Trump en la Casa Blanca se basa en entrevistas con decenas de funcionarios de gobierno, asistentes del congreso, antiguos miembros del equipo y otros observadores de la nueva administración, muchos de los cuales prefirieron permanecer en el anonimato. El protagonista de esta historia, según estas fuentes, es un mandatario determinado a hacer grandes cambios pero cada vez más frustrado por los esfuerzos de su pequeño equipo para contener las reacciones negativas.
“¿Qué vamos a hacer con esto?”, le dijo Trump a un asistente la semana pasada, un periodo de caos brevemente interrumpido por la exitosa nominación del juez Neil Gorsuch a la Corte Suprema de Estados Unidos.
Chris Ruddy, el director general de Newsmax Media y un viejo amigo del presidente, dijo: “Creo que, en su mente, el éxito se medirá a partir de los números en las encuestas. Si siguen siendo malos o bajan más, entonces alguien tendrá que cargar con algo de la responsabilidad”.
“Personalmente, pienso que no están viendo todo el panorama”, dijo Ruddy acerca del equipo de Trump. “Ahora él y su administración están tan atrapados en el caos que los demócratas, los manifestantes y los medios advierten su debilidad”.
Un antiguo miembro del equipo comparó el estilo agresivo de las primeras dos semanas al Día D, pero dijo que el equipo del presiente había atacado las costas sin ningún plan para una guerra más larga.
Los enfrentamientos entre miembros del equipo son comunes en los primeros días de cada administración, pero pocas veces han sido tan públicos y pronunciados. “Este es un presidente que llegó a Washington pensando que transformaría a la élite dominante, y eso es lo que estamos viendo. El cambio será un poco torpe y habrá conflictos”, dijo Ari Fleischer, el primer secretario de prensa del presidente George W. Bush.
Todo esto sucede mientras Trump, un hombre de ideología flexible y hábitos constantes, se ajusta a su nuevo trabajo, su nueva vida y su nueva ciudad.
Enclaustrado en la Casa Blanca, ahora tiene poco acceso a sus fanáticos y simpatizantes —una importante fuente de validación— y se siente cada vez más afectado por las presiones del trabajo y la presencia constante de protestas, una de las razones por las que se vio obligado a cancelar un viaje programado a Milwaukee.
Para darse una idea de lo que está pasando afuera, ve televisión por cable en la noche y durante el día —demasiado tiempo, según algunos asistentes—, y a menudo habla con amargura acerca de lo que dicen algunos críticos como Don Lemon de CNN.
Hasta hace poco, Trump le decía a sus amigos y asesores que creía que las primeras etapas de su presidencia iban bien. “¿Escucharon eso? ¡Este tipo cree que nos está yendo muy mal!”, le dijo Trump de manera burlona a otros asistentes cuando se expresó una opinión discrepante durante una reunión en el Ala Oeste.
Pero su opinión ha empezado a cambiar gracias al desfile incansable de titulares negativos.
Trump salió de la Casa Blanca este fin de semana por primera vez desde su toma de posesión, y lo pasó en Palm Beach, Florida, en su club privado, Mar-a-Lago, desde donde escribía mensajes en Twitter, enojado —en términos personales— porque un juez federal suspendió su veto migratorio. Bannon y Reince Priebus, los dos principales centros de poder de su administración, viajaron con él.
Durante el fin de semana, el presidente —a quien las cadenas de mando y las minucias de la política le importaban poco— le exigió a Priebus que comenzara a poner en vigor un protocolo mucho más convencional y muy parecido al de los gobiernos anteriores: de ahora en adelante, informarían a Trump acerca de la redacción de las órdenes ejecutivas en las primeras etapas del proceso.
Otro cambio que estrenarán será un nuevo conjunto de verificaciones al poder de Bannon y de Stephen Miller, el director de políticas de la Casa Blanca que supervisa la implementación de las órdenes y quien recibió el impacto de las críticas internas y públicas sobre la orden del veto migratorio.
Priebus le ha dicho a Trump y a Bannon que la administración necesita replantear su operación de políticas y comunicaciones después de las bochornosas revelaciones de que no se divulgaron detalles clave de las órdenes a las agencias gubernamentales, empleados de la Casa Blanca ni a líderes republicanos del congreso como Paul Ryan, el presidente de la cámara de representantes.
Priebus también ha creado una lista de diez puntos clave para la emisión de cualquier nueva iniciativa, la cual incluye la aprobación del Departamento de Comunicaciones y el secretario del equipo de la Casa Blanca, Robert Porter, de acuerdo con varios asistentes familiarizados con el proceso.
A Priebus le disgusta la idea de ocupar un lugar menos importante en el orden jerárquico de la Casa Blanca en comparación con jefes previos, pero, por el momento, Bannon sigue siendo el asesor principal del presidente, a pesar del enojo de Trump porque no le informaron todos los detalles de la orden ejecutiva que firmó para darle un lugar a Bannon en el Consejo de Seguridad Nacional, una fuente de frustración mucho más grande para el mandatario que la cancelación del veto migratorio.
En parte, el presidente considera que tiene una visión clara de las políticas pero también cree que otros funcionarios con papeles importantes han sido menos asertivos a la hora de imponer su autoridad.
Jared Kushner, el yerno de Trump, tiene un papel central en la administración y ha estado presente en las decisiones más importantes o las fotografías protocolarias, pero es padre de niños pequeños y apenas se está adaptando a la vida en Washington y, junto con su esposa, Ivanka Trump, ya han asistido a los eventos sociales más importantes de la ciudad.
Bannon se ha lanzado al vacío, diciéndole a sus aliados que él y Miller cuentan con un breve periodo en el que podrán imponer su visión del nacionalismo económico de Trump.
Bannon, cuyo sitio web, Breitbart, fue un imán para los nacionalistas blancos y las retóricas xenófobas, también ha intentado tranquilizar a los funcionarios de Washington. Ha tenido el cuidado de establecer lazos con la élite republicana, en especial con Ryan, a quien alguna vez describió como “el enemigo” y juró obligarlo a dejar el cargo. Ahora habla constantemente con él para coordinar una estrategia o planear reformas, como la que planean hacer sobre el código fiscal.
Antes de ser destituido en noviembre como jefe de transición, el gobernador Chris Christie de Nueva Jersey, el asesor de Trump con más experiencia de gobierno, ayudó a preparar la plantilla detallada del personal y el plan de implementación de acuerdo con las estrategias iniciales de los anteriores presidentes republicanos.
Pero esa propuesta se descartó —un asistente sénior de Trump hizo un espectáculo al tirarlo a la basura— para remplazarla por una estrategia que daba prioridad a la emisión diaria de órdenes ejecutivas dramáticas con el fin de poner a los detractores a la defensiva.
En días pasados, el equipo de Trump ha enfatizado su cohesión y los desafíos de iniciar una administración que pocos creyeron que existiría.
“Los miembros de este equipo pasaron meses juntos en la trinchera durante la campaña”, dijo Sean Spicer, el secretario de Prensa de la Casa Blanca. “Nos mudamos a la Casa Blanca como un equipo unificado y comprometido con la agenda del presidente”.
Como parte de la renovación en la Oficina Oval, Trump ordenó que cuatro sillas con respaldo rígido se colocaran en un semicírculo alrededor de su Escritorio Resolute que ahora está lleno, al estilo de la Trump Tower, de papeles y periódicos. Son un emblema del estilo gerencial de Trump, pero también son un recordatorio de que, en la Casa Blanca, los asientos siempre duran más que las personas que están sentadas en ellos.
Tampoco ha sido fácil encontrar personas con las aptitudes necesarias para llenar los puestos clave: Spicer, además de participar en la batalla diaria con los medios, también tiene el papel de director de Comunicaciones. Según varios asistentes, Trump está acostumbrado a dirigir su propia estrategia de medios y no le vio sentido a contratar a una persona externa.
Un primer plan fue darle el puesto de comunicaciones a Kellyanne Conway, su antigua gerente de campaña y principal remplazo en los asuntos televisivos, pero las exigencias del trabajo habrían estado en conflicto con los otros deberes de Conway, quien tiene entrada libre a la Oficina Oval según un asistente.
Trump sigue obsesionado con su marca, pero las exigencias del trabajo significan que pasa menos tiempo monitoreando los medios… aunque recientemente actualizó la televisión de pantalla plana en su comedor privado para poder ver las noticias mientras almuerza.
A menudo, el presidente tiene que esperar hasta que termine su día de trabajo antes de ver videos de noticias con Spicer y marcar los que no le agradan con una gran flecha de tinta de plumón negro… pero casi siempre aparta tiempo para monitorear el desempeño de Spicer en los informes diarios, y lo llama para elogiarlo o criticarlo, dijo un asistente del Ala Oeste.
Los visitantes de la Oficina Oval dicen que Trump está impresionado con la decoración —es un tótem de una victoria que lo valida como una persona seria y un trasfondo que pule su imagen— así que le ha dicho a su equipo que programe tantos eventos televisivos como sea posible en ese espacio.
Su escritorio está flanqueado por retratos de los presidentes Thomas Jefferson y Andrew Jackson. A Trump le gusta apreciar la opulencia de las cortinas doradas recién colgadas; le dijo a un visitante que Franklin D. Roosevelt alguna vez las usó, pero de hecho el patrón fue un diseño para Bill Clinton. Para ser un hombre que a veces tiene problemas concentrándose en los memorandos de políticas, Trump se mostró encantado de hojear un libro que le ofreció diecisiete opciones de cortinas para las ventanas.
En última instancia, esta es en gran parte la Casa Blanca que Trump quería construir. Sin embargo, mientras el mundo empieza a sentir el efecto Trump, él se está ajustando al efecto que la presidencia ha tenido sobre él. Ahora es un funcionario público en constante escrutinio público, pero durante gran parte de su vida el único jefe de Trump fue su padre, un desarrollador ambicioso que el presidente aún trata con gran reverencia.
Puesto que la mayoría de sus pertenencias están en Nueva York, es destacable que el único retrato familiar en la repisa que se encuentra detrás del escritorio de Trump sea precisamente una pequeña fotografía en blanco y negro de ese jefe, Frederick Christ Trump.
Fuente: https://www.nytimes.com/es/2017/02/08/trump-y-su-gobierno-replantean-sus-estrategias-tras-dos-semanas-de-caos/?smid=fb-espanol&smtyp=pay&smvar=timespteng