Por Mónica Roel Trigos
En un mundo que avanza rápidamente y en el que esperamos resultados inmediatos, ¿es el arte cosa del pasado, una actividad sin sentido y obsoleta?
Lo que comenzó en mi infancia como una enorme atracción hacia los colores y las formas fue creciendo al experimentar un sinfin de sentimientos al crear y al ser espectadora de otras obras. De esa manera, surgió en mí la enorme inquietud de sembrar en los jóvenes ese mismo amor por el arte, de generarles la necesidad de enriquecer su cultura; pero, sobre todo, de enseñar la variedad de temas, técnicas, medios que existen, y exponerlos a la vida y grandes obras de artistas que a lo largo de la historia han cambiado la manera de interpretar al mundo.
En este momento me doy cuenta de que he sido yo quien, creyendo enseñar, ha aprendido el poder de los valores que cada día nos da el arte y que son indispensables para la formación de nuestros niños. Estamos confundidos si creemos que esta actividad “extra” sirve para matar una tarde libre o es un mero pasatiempo.
El arte inculca disciplina y orden, fortalece la estructura necesaria para llevar a cabo procesos, genera en nosotros la constancia y la necesidad de concluir tareas, ya que nos ayuda a desarrollar el hábito de terminar lo que empezamos.
El arte infunde tolerancia y paciencia, cada día más escasas en nuestra sociedad. Nos enseña a controlar la frustración, a fortalecer la voluntad, a valorar el esfuerzo necesario para alcanzar nuestros objetivos.
El arte enseña respeto y cordialidad porque nos lleva a convivir y trabajar con otros, a compartir y a ayudar.
El arte fomenta la creatividad, la sensibilidad y la autenticidad, lo que da como resultado el fortalecimiento de nuestra autoestima. El arte también nos da herramientas; al estimular el ingenio para resolver problemas nos muestra diferentes ángulos y perspectivas para ver la vida. Nos hace observar y mirar, en lugar de ver.
El arte nos muestra que hay que escuchar y entender en vez de juzgar; de esta forma, somos capaces de ver más allá de lo inmediato de las cosas, de las personas y del mundo.
El arte es libertad, tanto a nivel individual como colectivo. Abre espacios para la experimentación y exploración de nuestra propia naturaleza. Nos permite expresar deseos, inquietudes y pasiones; pero también a tomar parte de situaciones sociales y políticas de modo que fuera imposible en otros contextos.
En suma, como dice el director de orquesta José Areán: “Más allá de su utilidad, el arte nos abre al autoconocimiento, nos vuelve seres sensibles y críticos, y profundiza nuestro entendimiento del mundo”.