Se debe buscar ayuda para las enfermedades psicológicas y no «sólo rezar para que desaparezcan», pero la oración ¡también ayuda!
Sé una cosa: Cristo es un caballero, y se presentará sólo donde se le invita. No es exigente y no declinará la invitación, aunque sea breve, torpe, distraída, malhumorada o extraña. Sin embargo, espera a que nosotros le invitemos. Y no hay modo mejor de comenzar la jornada que consagrándosela a Él en el rezo de la mañana.
Valdría la pena recitar una oración de ofrecimiento rápida, aunque sea la única oración de la jornada. He escrito muchas veces sobre mi larguísima lucha contra la depresión, especialmente profunda y oscura desde la adolescencia hasta los veinte años.
También he dicho alguna vez que los católicos deberían buscar ayuda para las enfermedades psicológicas y no “limitarse a rezar para que desaparezcan”. Además ya dije que la terapia (también la secular), puede cambiar la vida, también sirven los fármacos de tipo antidepresivo y para combatir la ansiedad y que un apoyo auténtico puede acercarnos a Dios.
Sin embargo no puedo omitir, con el mismo énfasis, que en los periodos más oscuros de mi vida ha habido un momento en el que la oración ha marcado la diferencia. Comencé diciendo: “Señor, te ofrezco este día”, cada mañana. Sencillamente esto. ¿Y qué ha sucedido?
Recuerdo bien esos días. Mi humor era gris, en vez del acostumbrado “negro”. Si hubiese continuado rezando de esa manera, quién sabe cuántas tinieblas podría haber evitado… Quizás hubiese tenido la valentía de pedir ayuda a alguien, consiguiendo salir antes del pozo de la depresión. De cualquier manera, después de un poco dejé de rezar la oración de la mañana (sencillamente porque soy idiota) y enseguida la oscuridad total volvió a caer sobre mí.
Después de eso, aprendí la lección. Ahora vuelvo a rezar aunque pretenda seguir rezando después durante la jornada, o aunque me sienta demasiado vaga o esté muy ocupada para rezar en las horas sucesivas. Hago esta ofrenda de la mañana tanto si me levanto con una moral altísima como si me levanto considerando que sea inútil incluso el respirar. Hago esta ofrenda también cuando no estoy en estado de gracia, para que me ayude a aceptar la gracia que necesito para volver a estar en estado de gracia (no, no es un error, es exactamente lo que quería decir).
A veces rezo para recibir un corazón puro, es mi preferida, como dijo el salmista. Otras veces digo solo: “Señor, te ofrezco este día”. Y otras veces me olvido de hacerlo por la mañana, pero la recupero más tarde durante la jornada.
El inicio del año escolar es el mejor momento para recuperar o comenzar con la costumbre de realizar la ofrenda de la mañana. Puedes hacerla junto a tus hijos o puedes recordarle a ellos que lo hagan (a veces los hijos prefieren hacerlo en privado). Puedes escribirlo en un trozo de papel y ponerlo encima de una puerta, de forma que todos lo vean antes de salir de casa. O bien puedes rezar la oración de la mañana de la Liturgia de las Horas.
El único modo de hacerla mal… es no hacerla.
Fuente: Aleteia