Me encantan las mujeres solas. Las que no se aferran como adolescentes al amor histérico, las que leen y conversan sin abrumarnos con el recuento de su día. Me encantan las mujeres solas que no necesitan alto mantenimiento, que no hablan sólo de sí mismas, porque no ven nada que ocurra fuera de si mismas. Me encantan las mujeres que no confunden a sus amigos con un espejo que tiene la obligación de reflejarlas todo el tiempo.
Las mujeres solas estan llenas de cosas interesantes; su soledad les da la libertad de interesarse por todo, entonces, en su vacío, estan llenas de contenido.
Una mujer sola no se aferra a unos pantalones, porque ella misma los lleva bien puestos, y entonces la convivencia con ella se hace espontánea y gratificante: termina el tedioso juego de «A que te atrapo».
Tal vez por eso las mujeres solas tienen tantos amigos. Los hombres las consideramos extraordinarias y las cuidamos amorosamente.
Tal vez por eso, las mujeres solas rara vez están solas.