Ya sea por elección o por azares del destino, algún día nos convertimos en cuidadores primarios.
Seremos la persona responsable de algún familiar: padre, madre, marido, hermano, tía, etcétera; y nos daremos cuenta de que, como la mayoría de los mexicanos, tenemos mucha experiencia con niños, jóvenes y medio la libramos con los adultos. Pero, ¿qué hacemos con nuestras personas mayores?
No importa si contamos o no con el apoyo de otros familiares, hacerse cargo de una persona de edad avanzada siempre será una labor abrumadora. Todos opinan y casi nadie se queda a la hora de las tareas pesadas; además, se siente culpabilidad cuando se cometen errores, ya que no hay peor juez que uno mismo. Hay que entender muchas cosas, no hay tiempo para capacitarse ni muchos libros que hablen claramente de lo que se avecina. Sin embargo, es fundamental tomar en cuenta los siguientes puntos:
- Trata como quieras ser tratado. Recuerda que eres responsable de otra persona; un individuo que tiene libertad, derechos, opiniones y que ha tenido una vida (por lo general) más larga que la nuestra. Nunca hagamos con la familia lo que nunca querríamos que nos sucediera y, de la misma forma, hay que amar como queremos ser amados. Cuando vengan las crisis, siempre regresa a esta primera regla.
- “Como te ves me vi, como me ves te verás”. Siempre recuerdo las palabras de mi madre, y desde esta perspectiva adquirí una nueva calidad humana. Todo lo que veo que le está pasando a mi persona mayor me va a pasar. Entenderlo desde esta doble dimensión también te dará la posibilidad de mostrar mayor empatía y comprensión. Así, cuando pierdas la paciencia porque tú todavía puedes ser más rápido y aún eres más hábil, recordarás que todas las necesidades que tiene tu persona mayor las vas a tener tú.
- Me cuido porque te cuido. Somos personas a cargo de dos enormes responsabilidades: la primera, nuestra propia vida y la segunda, la vida del otro adulto. Así que primero debo hacerme responsable de mí mismo y reconocer que mis necesidades y emociones deben de ser validadas, escuchadas y atendidas.
A su vez, tenemos que hablar del burn out del cuidador o síndrome del quemado. El burn out es una respuesta a la tensión crónica que se genera a partir de la interacción social entre cuidadores y la persona mayor, particularmente cuando tienen problemas. El cuidador se involucra emocionalmente de manera extrema y se excede en sus atenciones al sentirse sobrepasado por las demandas emocionales impuestas por los otros. La persona acaba por perder la energía para enfrentar otro día y poder estar presente para otros. Lo que lleva a limitar su interacción y reducir el contacto al mínimo para sólo cumplir con lo necesario, y se retiran emocionalmente hasta que el adulto mayor se vuelve sólo un objeto de cuidado y deja de ser una persona cercana.
Ante esta perspectiva, lo más sabio es abrir la visión a más alternativas y recursos externos para la atención cotidiana de sus necesidades para delegar con confianza esta ayuda. Existen personas preparadas, empresas que saben resolver estas necesidades y dar el apoyo para que sigamos con nuestra vida y tengamos el tiempo para recuperarnos o incluso no llegar a sufrir de este síndrome. A la hora de seleccionar a la persona o empresa de cuidado, asegúrate de que tengan mecanismos de supervisión y valoración, con los cuales puedas tener la certeza de estar en manos de profesionales: de gente que se hace cargo de su propio crecimiento y atención. Para que en todo momento tengas la garantía de que tu familiar está en las mejores manos, y así ocuparte de lo más importante: la relación afectiva con tu adulto mayor.
Adriana Dávila López, Psicoterapeuta Gestalt y Existencial y Gerontóloga Social.