La estabilidad de una sociedad inteligente depende de la coordinación con la que actúa la mayoría de sus integrantes y de la claridad que cada una de ellas y de ellos tenga acerca de su papel dentro del conjunto.
Es una realidad que sin colaboración social es muy difícil resolver los problemas que nos aquejan y que esa falta de unidad es fácilmente aprovechada por aquellos que optan por no respetar la ley o incurrir en conductas antisociales, para afectarnos de múltiples maneras.
Sin embargo, mantenernos unidos no significa uniformidad, sino consenso; y entre más amplio sea éste las posibilidades de lograr metas y objetivos aumentan, lo mismo que el bienestar ciudadano.
El consenso real en una comunidad responde a los acuerdos que se logran para que una mayoría prospere y viva en paz, lo que excluye la violencia y el miedo, simplemente porque existe un sentido de cohesión en el que un individuo es responsable de sí mismo, al mismo tiempo que lo es de quien está a su lado, sea un familiar, un vecino o un desconocido que comparte la misma idea de sociedad.
En esa coincidencia de propósitos, poco o nada tienen que ver las preferencias o los puntos de vista, lo fundamental es compartir una idea sobre lo que queremos ser, ni siquiera debería ser tan precisa, aunque sí muy concreta para poderla realizar.
La diferencia entre llegar a consensos o quedarnos en el terreno de las opiniones, reside en que lograr un denominador común acerca del futuro que deseamos necesita comunicación, intercambio y negociación social, mientras que nuestra opinión es nuestra y, correcta o no, establece una postura que podría no cambiar nunca.
Por eso la organización civil es tan poderosa cuando ocurre y casi siempre provoca cambios irreversibles. La complejidad es conseguir que una misma visión general pueda, primero, transmitirse correctamente y, en segundo término, sea compartida por el número suficiente de personas para que sea llevada a cabo y se consolide como un nuevo comportamiento cívico que cuenta con suficiente respaldo social.
Probablemente estamos en un cambio de época en el que pasaremos de las opiniones a las acciones en los ámbitos en lo que nos corresponde, si lo que queremos ver en los siguientes años es una sociedad incluyente, basada en la equidad y convencida de que los problemas se resuelven en función del conjunto y no del individuo.
Thomas Edison decía que para tener una idea genial, había que contar con montones de ellas. Esa es la clave del consenso, compartir ideas, principios y tener el compromiso para organizarnos y lograr que se hagan realidad para que la sociedad a la que pertenecemos prospere.
Ese ejercicio de pensar, compartir, hablar y actuar, le corresponde a las y a los ciudadanos. Somos nosotros los que estamos en posición de construir las condiciones para transformar y de ahí establecer otros parámetros y otras fronteras que amplíen cada vez más las posibilidades de sentar las bases de un futuro prometedor para las generaciones que nos anteceden y para nosotros mismos.
Este es un momento clave en nuestra historia personal y social. Podemos sentar bases y a partir de ellas impulsar el desarrollo verdadero de una nación que tiene enormes ventajas hacia delante.
No obstante, todo parte de estar de acuerdo y de compartir una idea que se vuelva una visión, al mismo tiempo que una misión de vida. Eso es actuar de manera corresponsable para ir más allá de hacer una diferencia momentánea y dejar un legado personal que trascienda y nos brinde la satisfacción de haber actuado en consecuencia y con conciencia ante los desafíos del momento en que nos tocó tomar decisiones como ciudadanos.
Autor: Luis Wertman Zaslav
Fuente: El sol de México