Autor: José Luis Panero
La plataforma ha bloqueado el perfil de estas películas a los menores de 7 años. Desde el catálogo infantil, tampoco se han hallado El libro de la selva (1967) o La dama y el vagabundo (1955). No es la primera vez que la propia multinacional desautoriza a Walt Disney.
Como la noticia ha corrido veloz, pensé que se trataba de un libelo de El Mundo Today, que aún hace pasar por buenas algunas noticias que son un auténtico despropósito. Pero no. Por insólito que parezca el estado de la cuestión es que las hermosas y educativas películas Peter Pan (1955), Dumbo (1941) o Los Aristogatos (1970), especialmente, se han metido en el saco de la censura por racistas.
Al acceder a estos filmes, hace algunos meses se destacaba en la pantalla que “este contenido incluye representaciones negativas o tratamiento inapropiado de personas o culturas. Estos estereotipos eran incorrectos entonces y lo son ahora”. Lo curioso es que entonces el aviso concluía que “en lugar de eliminar este contenido, queremos reconocer su impacto nocivo, aprender y fomentar que se hable sobre él para crear entre todos un futuro más inclusivo”.
Donde dije digo… Entre otras lindezas, Disney llegó a asegurar que en Los Aristogatos, gato siamés tenía ojos rasgados, o que había pieles rojas en Peter Pan. Incluso se atrevió a poner en valor los cuervos de Dumbo.
¿La palabra Dios está prohibida en las películas de Disney?
Que recuerde ahora, la factoría Disney hace siete años dio una vuelta de tuerca con otro asunto no menos grave, que saltó a la palestra con su peli Frozen (2013) y la prohibición de hablar de Dios. Es un imperio cinematográfico, de medios y de entretenimiento, que no entiende ni asume el tono trascendente implícito en sus historias.
En la línea más pobre del pensamiento políticamente correcto, arriesga en efectos especiales, pero nunca en la defensa de los valores naturales sobre los que todos -querámoslo o no- estamos inmersos. La multinacional, que sirve contenidos a millones de niños, jóvenes y adultos en el mundo, fue noticia tras las declaraciones de Robert Lopez y Kristen Anderson-Lopez, autores de las letras de la banda sonora de la película antedicha en las que dejaron claro que la palabra Dios está prohibida en las películas de Disney.
Censura contenidos a conveniencia
Así las cosas, Hollywood censura contenidos a conveniencia, a cambio de una presunta ideología poderosa y dominante, que sólo es capaz de llevar a cabo el más ruin de los lobbies, es decir, el feminista. Y eso que el señor Disney dejó escrita y bien clara su postura sobre la importancia de los valores religiosos en la sociedad y en su propia vida. Ariel Dorfman y Armand Mattelart, biógrafos de Walt Disney, en su ensayo Para leer al pato Donald (1971), las películas del sello Disney se ajustaban inicialmente a la defensa de los valores del ‘american way of life’ (el modo de vida americano). Quizá ese ha sido problema de los herederos del proyecto, sobre todo cuando el ‘american way of life’ ha cambiado.
Absurdos conflictos
La compañía ha optado desde hace tiempo por encontrar posturas más cómodas. De hecho, es partidaria de planteamientos panteístas -una religión muy de Hollywood, por cierto-, y lo ha demostrado en películas tan aclamadas como El Rey León (1994) o Pocahontas (1995). Y lo que nos queda, porque con estos mimbres se abre la veda a considerar racista cualquier cuestión que hiera la sensibilidad. ¿Pero de quién? No se trata de tener la piel más fina. Se trata de dejar quietas a aquellas historias en las que asoma el racismo por capricho, por la necesidad imperiosa de hacerse notar.
En ese sentido, ya hemos informado desde estas pantallas del absurdo conflicto en torno a las novelas Diez negritos (Agatha Christie, 1939), Matar a un ruiseñor (Harper Lee, 1960) o la película Lo que el viento se llevó (Víctor Fleming, 1939).
Fuente: Aleteia