Autor: Ayn Rand
1. ¿Cuál es el problema básico en el mundo hoy?
El problema básico en el mundo hoy es elegir entre dos principios: Individualismo y Colectivismo. El Individualismo mantiene que el hombre posee derechos inalienables que no le pueden ser arrebatados por ningún otro hombre, ni por cualquier número, grupo o conjunto de hombres. Por lo tanto, cada hombre existe por su propio derecho y para su propio bien, no para el bien del grupo.
El Colectivismo mantiene que el hombre no tiene derechos; que su trabajo, su cuerpo y su personalidad pertenecen al grupo; que el grupo puede hacer con él lo que quiera, de la forma que quiera, por cualquier motivo que el grupo haya decidido que es su propio bien. Por lo tanto, cada hombre existe sólo por permiso del grupo y para el beneficio del grupo.
Estos dos principios son las raíces de dos sistemas sociales opuestos. El problema básico del mundo hoy en día es la elección entre estos dos.
2. ¿Qué es un sistema social?
Un sistema social es un código de leyes que los hombres observan para que sea posible la convivencia entre ellos. Dicho código debe tener un principio básico, un punto de partida, de lo contrario no puede ser elaborado. El punto de partida es la pregunta:
¿Es el poder de la sociedad limitado o ilimitado?
El Individualismo responde: el poder de la sociedad está limitado por los derechos individuales e inalienables del hombre. La sociedad sólo puede crear leyes que no violen estos derechos.
El Colectivismo responde: el poder de la sociedad es ilimitado. La sociedad puede crear las leyes que desee e imponérselas a cualquier uno en la forma que desee.
Ejemplo: bajo un sistema de Individualismo, un millón de hombres no pueden dictar una ley que disponga matar a un hombre, en beneficio de quienes legislan. Si a pesar de todo lo matan, están violando la ley – que protege su derecho a la vida – y son castigados.
Bajo un sistema de Colectivismo, un millón de hombres (o cualquiera que alegue representarlos) pueden dictar una ley que disponga matar a un hombre (o a cualquier minoría), siempre que ellos crean que se beneficiarían con su muerte. El derecho a vivir de ese individuo no se reconoce.
Bajo el Individualismo, es ilegal matar a un hombre y es legal que él mismo se proteja. La ley está de parte de un derecho. Bajo el Colectivismo, es legal que la mayoría mate a un hombre y es ilegal que éste se defienda. La ley está de parte de un número.
En el primer caso, la ley representa un principio moral.
En el segundo caso, la ley representa la idea de que no hay principios morales, y que los hombres pueden hacer lo que les plazca, siempre que sean lo suficientemente numerosos.
Bajo un sistema de Individualismo, los hombres son iguales ante la ley en todo momento. Cada uno tiene los mismos derechos, da igual que se encuentre solo o que esté acompañado por otro millón de hombres.
Bajo un sistema de Colectivismo, los hombres tienen que juntarse en grupos unos contra otros – y el que pertenezca al grupo más grande en un momento dado tiene todos los derechos, mientras que el perdedor (el individuo o la minoría) no tiene ninguno. Cualquier hombre puede ser un amo absoluto o un esclavo indefenso – dependiendo del tamaño de su cuadrilla.
Un ejemplo del primer sistema: los Estados Unidos de América (véase la Declaración de Independencia).
Un ejemplo del segundo sistema: La Rusia soviética y la Alemania nazi.
Bajo el sistema soviético, millones de campesinos o “kulaks” fueron exterminados por ley, una ley que se justificaba con el pretexto de que era para beneficiar a la mayoría, la cual el grupo gobernante afirmaba que era anti-kulak. Bajo el sistema nazi, millones de judíos fueron exterminados por ley, una ley que se justificaba con el pretexto de que era para el beneficio de la mayoría, la cual, según afirmaba el grupo gobernante, era anti-semita.
La ley soviética y la ley nazi fueron el resultado inevitable y consistente del principio de Colectivismo. Cuando se aplica en la práctica, un principio que no reconoce ni la moralidad ni los derechos individuales no puede resultar en nada más que brutalidad.
Ten en cuenta esto cuando trates de decidir cuál es el sistema social apropiado. Tienes que empezar por contestar la primera pregunta. O el poder de la sociedad es limitado, o no lo es. No puede ser ambas cosas.
3. ¿Cuál es el principio básico de los Estados Unidos?
El principio básico de los Estados Unidos de América es el Individualismo.
América fue construida sobre el principio de que el Hombre posee Derechos Inalienables;
•que estos derechos le pertenecen a cada hombre como individuo – no a “hombres” como grupo o colectivo;
•que estos derechos constituyen el patrimonio incondicional, privado, personal e individual de cada hombre – no el patrimonio público, social y colectivo de un grupo;
•que estos derechos le son otorgados al hombre por el hecho de su nacimiento como hombre – no por una acción de la sociedad;
•que el hombre goza de estos derechos, no por la colectividad, ni para la colectividad, sino contra la colectividad – como una barrera que la colectividad no puede traspasar;
•que estos derechos constituyen la protección del hombre contra todos los demás hombres;
•que sólo en base a estos derechos pueden los hombres tener una sociedad de libertad, justicia, dignidad humana y decencia.
La Constitución de los Estados Unidos de América no es un documento que limita los derechos del hombre – sino un documento que limita el poder de la sociedad sobre el hombre.
4. ¿Qué es un derecho?
Un derecho es la protección a la acción independiente. Un derecho es aquel que puede ser ejercido sin permiso de nadie.
Si tú existes solamente porque la sociedad te permite existir, entonces no tienes derecho a tu propia vida. Un permiso puede ser revocado en cualquier momento.
Si antes de emprender cualquier acción tienes que obtener el permiso de la sociedad, entonces no eres libre, te sea concedido ese permiso o no. Solamente un esclavo actúa bajo permiso. Un permiso no es un derecho.
No cometas el error, en este punto, de pensar que un trabajador es un esclavo y que él mantiene su empleo por permiso de su patrón. No lo mantiene por permiso, sino por contrato, es decir, por un acuerdo mutuo y voluntario. Un trabajador puede dejar su empleo. Un esclavo no puede hacerlo.
5. ¿Cuáles son los derechos inalienables del hombre?
Los derechos inalienables del hombre, son: la Vida, la Libertad y la Búsqueda de la Felicidad.
El Derecho a la Vida significa que el hombre no puede ser privado de su vida en beneficio de otro hombre ni de ningún número de otros hombres.
El Derecho a la Libertad significa el derecho del Hombre a la acción individual, a la elección individual, a la iniciativa individual y a la propiedad individual. Sin el derecho a la propiedad privada no hay acción independiente posible.
El Derecho a la Búsqueda de la Felicidad significa el derecho del Hombre a vivir para sí mismo, a elegir lo que constituye su propia felicidad privada, personal e individual, y a procurar conseguirla, siempre que él respete ese mismo derecho en los otros. Significa que el Hombre no puede ser forzado a dedicar su vida a la felicidad de otro hombre ni a la de cualquier número de otros hombres. Significa que la colectividad no puede decidir cuál ha de ser el objetivo de la existencia de un hombre ni prescribir la elección de su felicidad.
6. ¿De qué forma respetamos los derechos de los otros?
Puesto que el Hombre tiene derechos individuales inalienables, esto significa los mismos derechos son disfrutados por cada hombre, por todos los hombres, en todo momento. Por consiguiente, los derechos de un hombre no pueden y no deben violar los derechos de otro.
Por ejemplo: un hombre tiene derecho a vivir, pero no tiene el derecho a quitarle la vida a otro. Tiene derecho a ser libre, pero no el derecho a esclavizar a otro. Tiene derecho a buscar su propia felicidad, pero no el derecho a decidir que esta felicidad se base en la miseria (o el asesinato, o el robo o la esclavitud) de otro. El propio derecho en virtud del cual él actúa, determina el mismo derecho de otro hombre y le sirve de guía para saber lo que él puede hacer o no hacer.
No cometas el error del ignorante que creen que un Individualista es un hombre que dice: “Haré lo que me venga en gana a costa de todos los demás”. Un Individualista es un hombre que reconoce los derechos individuales inalienables del hombre – los suyos propios y los de los otros.
Un Individualista es un hombre que dice: “No voy a gobernar la vida de nadie – ni voy a dejar que nadie gobierne la mía. No voy a dominar ni ser dominado. No seré amo ni esclavo. No me sacrificaré por nadie, ni sacrificaré a nadie por mí”.
Un Colectivista es un hombre que dice: “¡Juntémonos, camaradas… y entonces cualquier cosa vale!”.
7. ¿Cómo determinamos si un derecho ha sido violado?
Un derecho no puede ser violado excepto por la fuerza física. Un hombre no puede privar a otro de su vida, ni esclavizarlo, ni impedirle buscar su felicidad, si no es usando la fuerza contra él. Siempre que se le obligue a un hombre a actuar sin su propio consentimiento libre, personal, individual y voluntario, su derecho ha sido violado.
Por lo tanto, podemos trazar una línea divisoria bien definida entre los derechos de un hombre y los de otro. Es una división objetiva – no sujeta a diferencias de opinión, ni a la decisión de la mayoría, ni a los decretos arbitrarios de la sociedad. Ningún hombre tiene el derecho a iniciar el uso de la fuerza física contra otro hombre.
La regla de conducta práctica en una sociedad libre, en una sociedad de Individualismo, es simple y bien definida: no puedes esperar ni exigir ninguna acción de otro hombre, excepto con su consentimiento libre y voluntario.
Que nadie se deje engañar en este punto por un viejo truco Colectivista que dice así: no existe la libertad absoluta, de ninguna manera, puesto que no eres libre de asesinar; la sociedad limita tu libertad al no permitirte asesinar; por lo tanto, la sociedad tiene el derecho de limitar tu libertad de cualquier forma que crea conveniente; por lo tanto, olvídate de la ilusión de libertad – libertad es lo que la sociedad decide que sea.
No es la sociedad, ni ningún derecho social, lo que te prohíbe matar – sino el derecho individual inalienable de otro hombre a vivir. Esto no es un “término medio” entre dos derechos – sino una línea divisoria que preserva ambos derechos intactos. La división no se deriva de un edicto de la sociedad – sino de tu derecho individual inalienable. La definición de este límite no es establecida arbitrariamente por la sociedad – sino que está implícita en la definición de tu propio derecho.
Dentro de la esfera de tus propios derechos, tu libertad es absoluta.
8. ¿Cuál es la función apropiada del gobierno?
La función apropiada del gobierno es proteger los derechos individuales del hombre; esto significa proteger al hombre contra la fuerza bruta.
En un sistema social adecuado, los hombres no utilizan la fuerza unos contra otros; la fuerza sólo puede ser usada en defensa propia, es decir, en defensa de un derecho violado por la fuerza. Los hombres delegan en el gobierno el poder de usar la fuerza como retaliación, y solamente como retaliación.
El tipo de gobierno apropiado no inicia el uso de la fuerza. Usa la fuerza solamente para responder a aquellos que han iniciado su uso. Por ejemplo: cuando el gobierno arresta a un criminal, no es el gobierno quien viola un derecho; es el criminal el que ha violado un derecho, y al hacerlo se ha situado fuera del principio de los derechos, donde los hombres no tienen otro recurso contra él más que el empleo de la fuerza.
Pero es importante recordar que todas las acciones definidas como criminales en una sociedad libre son acciones que implican el uso de la fuerza, y sólo tales acciones son respondidas con la fuerza.
No os dejéis confundir por expresiones chapuceras como: “un asesino comete un crimen contra la sociedad”. No es a la sociedad a la que el asesino asesina, sino a un hombre individual. No es un derecho social el que él quebranta, sino un derecho individual. Él no es castigado por lesionar a una colectividad. No ha lesionado a toda una colectividad: ha lesionado a un hombre. Si un criminal le roba a diez hombres, sigue no siendo a la “sociedad” a quien le ha robado, sino a diez individuos. No hay “crímenes contra la sociedad”, todos los crímenes se cometen contra hombres específicos, contra individuos. Y es precisamente el deber de un sistema social adecuado y de un gobierno adecuado, el proteger a un individuo contra un ataque criminal: contra la fuerza.
Cuando, sin embargo, un gobierno se convierte en el iniciador de la fuerza, la injusticia y la corrupción moral ocasionadas son verdaderamente indescriptibles.
Por ejemplo: cuando un gobierno Colectivista le ordena a un hombre a trabajar y lo ata a un empleo bajo pena de muerte o prisión, es el gobierno el que está iniciando el uso de la fuerza. El hombre no ha ejercido violencia contra nadie – pero el gobierno emplea la violencia contra él. No hay ninguna justificación posible para semejante proceder, en teoría. Y no hay otro resultado posible en la práctica – excepto la sangre y el terror que puedes observar en cualquier país Colectivista.
La perversión moral implicada aquí es esta: Si los hombres no tuvieran gobierno ni sistema social alguno, tendrían que subsistir puramente por medio de la fuerza y luchar unos contra otros en cualquier caso de desacuerdo; en tal situación, un hombre podría tener una probabilidad justa contra otro hombre: pero no tendría probabilidad alguna contra otros diez. No es contra un individuo que el hombre necesita protección, sino contra un grupo. Y a pesar de todo, en semejante estado de anarquía, aunque cualquier pandilla mayoritaria intentaría hacer lo que quisiera, una minoría aún podría plantarles cara valiéndose de cualquier medio disponible. Y la pandilla no podría imponer su dominio por mucho tiempo.
El Colectivismo está un nivel más abajo que la anarquía salvaje: le quita al hombre incluso la oportunidad de defenderse. Hace que la violencia sea legal, y la resistencia a ella, ilegal. Le otorga la sanción de ley a la fuerza bruta organizada de una mayoría (o de cualquiera que alegue representarla), y convierte a la minoría en un impotente e indefenso objeto de exterminio. Si puedes pensar en una perversión de la justicia más malvada que esta, indícala.
En la práctica, en realidad, cuando una sociedad Colectivista viola los derechos de una minoría (o de un hombre individual) el resultado es que la mayoría pierde también sus derechos, y se encuentra en manos del poder total de un pequeño grupo que gobierna puramente por medio de la fuerza bruta.
Si quieres entender y tener muy clara en tu mente la diferencia entre el uso de la fuerza como represalia (como es usado por el gobierno de una sociedad Individualista) y el uso de la fuerza como política primaria (como es usado por el gobierno de un la sociedad Colectivista), aquí tienes el ejemplo más sencillo de ello: es la misma diferencia que entre un asesino y un hombre que mata en defensa propia. El tipo apropiado de gobierno actúa bajo el principio de auto-defensa del hombre. Un gobierno Colectivista actúa como un asesino.
9. ¿Puede haber un sistema social “mixto”?
No puede haber un sistema social que sea una mezcla de Individualismo y Colectivismo. Una de dos, o los derechos individuales son reconocidos en una sociedad, o no lo son. No pueden ser reconocidos a medias.
Lo que pasa con frecuencia, sin embargo, es que una sociedad basada en el Individualismo no tiene el valor, la integridad y la inteligencia de atenerse a su propio principio de forma consistente en todas sus aplicaciones prácticas. Por ignorancia, cobardía o apatía mental, esa sociedad dicta leyes y acepta reglamentaciones que contradicen su principio básico y que violan los derechos del hombre. En la medida de tales violaciones, la sociedad comete injusticias, perversidades y abusos. Si estas infracciones no se corrigen, la sociedad se hunde en el caos del Colectivismo.
Cuando veas una sociedad que reconoce los derechos del hombre en algunas de sus leyes pero no en otras, no la consideres un sistema “mixto” y no concluyas que un término medio entre principios básicos, opuestos en teoría, puede ser viable en la práctica. Tal sociedad no funciona; simplemente se está desintegrando. La desintegración lleva tiempo. Nada se derrumba en pedazos súbitamente – ni un cuerpo humano ni una sociedad humana.
10. ¿Puede una sociedad existir sin un Principio Moral?
Mucha gente hoy día tiene la pueril noción que la sociedad puede hacer lo que le plazca; que los principios son innecesarios, que los derechos son sólo una ilusión y que la conveniencia es la guía práctica a la acción.
Es verdad que la sociedad puede abandonar los principios morales y convertirse en un rebaño corriendo ciegamente hacia su destrucción. Así como es verdad que un hombre puede degollarse en cualquier momento que desee hacerlo. Pero un hombre no puede hacer eso si desea sobrevivir. Y la sociedad no puede abandonar los principios morales si espera existir.
La sociedad consiste en un gran número de hombres que viven juntos en el mismo país y que se relacionan entre sí. A menos que haya un código moral definido y objetivo, que los hombres comprendan y observen, éstos no tienen manera de tratar unos con otros – ya que ninguno puede saber lo que puede esperar de su vecino. El hombre que no reconoce moralidad alguna es un criminal; no puedes hacer nada al tratar con un criminal, salvo tratar de romperle el cráneo antes de que él te lo rompa a ti. No hay ningún otro lenguaje, no existen otras normas de conducta aceptadas mutuamente. Hablar de una sociedad sin principios morales es proponer que los hombres vivan juntos como criminales.
Todavía observamos, por tradición, tantos preceptos morales, que los damos por descontados y no nos damos cuenta de cuántas acciones son posibles en nuestra vida diaria, gracias a los principios morales. ¿Por qué es seguro el que puedas entrar en una tienda atestada de gente, hacer una compra y salir de nuevo? La multitud a tu alrededor necesita mercancías también; la multitud podría fácilmente dominar a las pocas vendedoras, saquear la tienda y quitarte tus bolsas así como tu billetera. ¿Por qué no lo hacen? No hay nada que los detenga y nada que te proteja – excepto el principio moral de tu derecho individual a la vida y a la propiedad.
No cometas el error de pensar que las multitudes se refrenan simplemente por el miedo a la policía. No habría suficientes policías en el mundo si los hombres creyeran que es correcto y práctico el saquear. Y si los hombres creyeran esto, ¿por qué los agentes de policía no podrían creerlo también? ¿Quiénes, entonces, serían los policías?
Además, en una sociedad Colectivista el deber de la policía no es proteger tus derechos, sino violarlos.
Ciertamente sería lo conveniente para la multitud saquear la tienda – si aceptamos la conveniencia del momento como una regla de acción válida y apropiada. Pero, ¿cuántas tiendas, cuántas fábricas, granjas u hogares tendríamos, y por cuánto tiempo, bajo esta norma de la conveniencia?
Si descartamos la moralidad y la sustituimos por la doctrina Colectivista del poder ilimitado de la mayoría, si aceptamos la idea de que la mayoría puede hacer lo que le plazca, y que cualquier cosa hecha por una mayoría está bien, porque la hace una mayoría (siendo ésta la única norma del bien y el mal), ¿cómo pueden aplicar los hombres esto en la práctica a su vida real? ¿Quién es la mayoría? Con relación a cada hombre en particular, todos los demás hombres son miembros potenciales de esa mayoría que puede destruirlo a voluntad en cualquier momento. Entonces, cada hombre y todos los hombres se convierten en enemigos; cada uno tiene que temer y sospechar de todos los demás; cada uno debe tratar de robar y asesinar primero, antes de que le roben y lo asesinen a él.
Si crees que esto no es más que teoría abstracta, échale una mirada a Europa para tener una demostración práctica. En la Rusia soviética y en la Alemania nazi, los ciudadanos privados hicieron el trabajo más detestable de la G.P.U. y de la Gestapo, espiándose unos a otros, entregando a sus propios parientes y amigos a la policía secreta y a las cámaras de tortura. Este fue el resultado en la práctica del Colectivismo en teoría. Esta fue la aplicación concreta de ese depravado y vacío slogan Colectivista que les parece tan altisonante a los que no piensan: “El bien común está por encima de los derechos individuales”.
Sin derechos individuales, ningún bien común es posible.
El Colectivismo, que coloca al grupo por encima del individuo y les dice a los hombres que sacrifiquen sus derechos para el bien de sus hermanos, acaba en una situación en la que los hombres no tienen más alternativa que temer, odiar y destruir a sus hermanos.
Paz, seguridad, prosperidad, cooperación y buena voluntad entre los hombres, todas estas cosas consideradas socialmente deseables, sólo son posibles en un sistema de Individualismo, en el que cada hombre está seguro de poder ejercer sus derechos individuales y tiene la certeza de que la sociedad está ahí para proteger sus derechos, no para destruirlos. Entonces cada hombre sabe lo que puede o no puede hacerles a sus vecinos, y lo que sus vecinos (ya sea uno o un millón de ellos) pueden o no pueden hacerle a él. Entonces es libre de tratar con ellos como amigo y como igual.
Sin un código moral, ninguna sociedad humana apropiada es posible.
Sin el reconocimiento de los derechos individuales, ningún código moral es posible.
11. ¿Es “el mayor bien para el mayor número” un Principio Moral?
“El mayor bien para el mayor número” es uno de los slogans más corrompidos que se le han impuesto a la humanidad.
Este slogan no tiene ningún significado concreto y específico. No hay forma de interpretarlo con benevolencia, pero sí muchas formas en que se puede utilizar para justificar los actos más depravados.
¿Cuál es la definición de “el bien” en este slogan? Ninguna, excepto: lo que sea bueno para el mayor número. ¿Quién, en cada caso específico, decide lo que es bueno para el mayor número? Por supuesto, el mayor número.
Si consideras esto moral, tendrías que estar de acuerdo con los siguientes ejemplos, que son aplicaciones exactas de este slogan en la práctica: que cincuenta y uno por ciento de la humanidad esclavice al otro cuarenta y nueve; que nueve caníbales hambrientos se coman al décimo; que una turba de linchamiento asesine a un hombre al que consideran peligroso para la comunidad.
Habían setenta millones de alemanes en Alemania y seiscientos mil judíos. El mayor número (los alemanes) apoyaba al gobierno nazi, que les decía que su mayor bien estaría servido exterminando al menor número (los judíos) y arrebatándoles su propiedad. Este fue el horror conseguido en la práctica por un slogan malvado aceptado en teoría.
Pero, podrías decir, la mayoría en todos estos ejemplos tampoco obtuvo un verdadero beneficio para sí misma. No, no lo obtuvo. Porque “el bien” no se determina contando números y no se logra sacrificando el uno al otro.
Los insensatos creen que este slogan implica algo vagamente noble y virtuoso, que les dice a los hombres que se sacrifiquen por el mayor número de los otros. Si así fuera, ¿debería el mayor número de hombres estar dispuesto a ser virtuoso y sacrificarse al menor número, que sería tan malvado como para aceptar el sacrificio? ¿No? Bueno, entonces, ¿debería el menor número ser virtuoso y sacrificarse al mayor número, que sería malvado?
Los que no piensan asumen que cada hombre que pregona este slogan se coloca generosamente dentro del menor número, para ser sacrificado al mayor número. ¿Y por qué debería hacerlo? No hay nada en el slogan que le ordene proceder así. Es mucho más probable que trate de colocarse dentro del mayor número y empiece a sacrificar a los demás. Lo que el slogan le dice en realidad es que no tiene opción, excepto robar o ser robado, aniquilar o ser aniquilado.
La maldad de este slogan reside en lo que implica: que “el bien” de una mayoría debe ser logrado a costa del sufrimiento de una minoría; que el beneficio de un hombre depende del sacrificio de otro.
Si aceptamos la doctrina Colectivista de que el hombre existe sólo para los demás, entonces es verdad que cada placer del que disfruta (o cada bocado que come) es malvado e inmoral si otros dos hombres lo desean. Pero, sobre esta base, los hombres no pueden comer, ni respirar, ni amar. Todo eso es egoísta. (¿Y qué pasa si otros dos hombres quieren a tu esposa?). Los hombres no pueden convivir en absoluto, y no pueden hacer nada más que acabar exterminándose unos a otros.
Solamente en base a los derechos individuales se puede definir y lograr el bien, sea privado o público. Solamente cuando cada hombre es libre de existir por sí mismo – sin sacrificar a otros para él, ni siendo sacrificado para otros – sólo entonces es cada hombre libre de trabajar para el mayor bien que pueda lograr para sí mismo, por su propia decisión y por su propio esfuerzo. Y la suma total de dichos esfuerzos individuales es el único tipo posible de bien social y general.
No creas que lo contrario de “el mayor bien para el mayor número” es “el mayor bien para el menor número”. Lo contrario es: el mayor bien que él puede lograr por su propio y libre esfuerzo, para cada hombre vivo.
Si eres un Individualista y deseas preservar el estilo de vida americano, la mayor contribución que puedes hacer es descartar de una vez por todas, de tu manera de pensar, de tus discursos, y de tu adhesión, el slogan vacío de “el mayor bien para el mayor número”. Rechaza cualquier argumento, impugna cualquier propuesta que sólo tenga este slogan para justificarla. Se trata de una mina explosiva. Se trata de un precepto de Colectivismo puro. No puedes aceptarlo y decir que eres un Individualista. Decide. Es lo uno o lo otro.
12. ¿El motivo cambia la naturaleza de una dictadura?
El distintivo de un hombre honesto, a diferencia de un Colectivista, es que quiere decir lo que dice y sabe lo que quiere decir.
Cuando decimos que afirmamos que los derechos individuales son inalienables, debemos querer decir exactamente eso. Inalienables quiere decir que no los podemos quitar, suspender, infringir, restringir o violar: nunca, en ningún momento, ni por ningún motivo, sea el que sea.
No puedes decir “el hombre tiene derechos inalienables excepto en tiempo de frío y un martes sí y otro no”, así como tampoco puedes decir que “el hombre tiene derechos inalienables salvo en caso de emergencia” o “los derechos del hombre no pueden ser violados a menos que sea para un buen fin”.
O los derechos del hombre son inalienables o no lo son. No puedes decir algo como “medio-inalienable” y considerarte honesto o en tu sano juicio. Cuando empiezas a poner condiciones, reservas y excepciones, está admitiendo que hay algo o alguien por encima de los derechos del hombre que puede violarlos a voluntad. ¿Quién? Por supuesto, la sociedad – es decir, la colectividad. ¿Por qué razón? Por el bien de la colectividad. ¿ Quién decide cuándo los derechos deben ser violados? La colectividad. Si esto es lo que crees, vete al lado que te corresponde y admite que eres un Colectivista. Y entonces acepta todas las consecuencias que el Colectivismo implica. Aquí no hay término medio. No se puede estar en la procesión y repicando al mismo tiempo. No estás engañando a nadie más que a ti mismo.
No te escondas detrás de frases hechas que no significan nada, como la de “un término medio”. Individualismo y Colectivismo no son dos costados del mismo camino, con un sendero seguro en el centro para ti. Son dos caminos que van en direcciones opuestas. Uno lleva a la libertad, a la justicia, y a la prosperidad; el otro, a la esclavitud, al horror y a la destrucción. La elección está en tus manos.
La creciente difusión del Colectivismo por todo el mundo no se debe a ninguna habilidad especial de los Colectivistas, sino al hecho de que la mayor parte de la gente que se opone a ellos, en realidad también cree en el Colectivismo. Una vez que un principio es aceptado, no es el hombre que está convencido a medias, sino el hombre resuelto el que ganará; no es el hombre menos consecuente en aplicarlo, sino el hombre que es más consecuente. Se empiezas una carrera diciendo: “Tengo intención de correr solamente los primeros 10 metros”, el hombre que dice: “Voy a correr hasta la línea de meta”, va a ganarte. Cuando dices: “Quiero violar los derechos humanos apenas muy poquito”, el comunista o el fascista que dice: “Yo voy a destruir todos los derechos humanos”, te derrotará y ganará. Tú le has abierto el camino.
Al permitirse a sí mismos esta deshonestidad y evasión inicial, los hombres han caído ahora en una trampa Colectivista, sobre la cuestión de si una dictadura es correcta o no. La mayor parte de la gente condena la dictadura de la boca para afuera. Pero muy pocos adoptan una actitud definitiva y reconocen a la dictadura por lo que es: una maldad absoluta en cualquier forma que sea, ejercida por quien sea, en favor de quien sea, dondequiera que sea, en todo momento, y con cualquiera finalidad.
Mucha gente se enzarza en una especie de regateo indecente sobre las diferencias entre una “buena dictadura” y una “mala dictadura”; sobre los motivos, las causas, o las razones que hacen apropiada una dictadura. La pregunta “¿Quieres una dictadura?” ha sido sustituida por los Colectivistas por la siguiente pregunta: “¿Qué clase de dictadura quieres?” Ellos pueden darse el lujo de dejarte discutir de ahí en adelante: ya han conseguido su objetivo.
Mucha gente cree que una dictadura es terrible si es “por un mal motivo”, pero que está muy bien y es hasta deseable si es “por un buen motivo”. Los simpatizantes del comunismo (que generalmente se consideran a sí mismos “humanitarios”) proclaman que los campos de concentración y las cámaras de torturas son malas cuando se usan “egoístamente”, “en beneficio de una raza”, como hizo Hitler, pero que son absolutamente nobles cuando se usan “desinteresadamente”, “en beneficio de las masas”, como hizo Stalin. Los simpatizantes del fascismo (que generalmente se consideran a sí mismos “realistas” empedernidos), proclaman que el látigo y los capataces de esclavos son imprácticos cuando se usan “ineficientemente”, como en Rusia, pero que son realmente prácticos cuando se usan “eficientemente”, como en Alemania.
(Y sólo como un ejemplo de adónde te conducirá en la práctica el principio equivocado, observa que los “humanitarios”, que están tan preocupados por aliviar el sufrimiento de las masas, aprueban, en Rusia, un estado de miseria tal para toda la población, como nunca las masas han tenido que soportar en ningún momento de la historia. Y los duros “realistas”, que se jactan ansiosamente de ser prácticos, aprueban, en Alemania, el espectáculo de un país devastado en la ruina total, el resultado final de una dictadura “eficiente”.)
Cuando entras a discutir sobre lo que es una “buena” o una “mala” dictadura, has aceptado y aprobado el principio de la dictadura. Has aceptado una premisa de maldad total – de tu derecho a esclavizar a otros por lo que tú crees que es bueno. A partir de ahí, es sólo cuestión de quién va a dirigir la Gestapo. Nunca podrás llegar a un acuerdo con tus correligionarios Colectivistas sobre cuál es una “buena” causa para emplear la brutalidad y cuál es una “mala” causa. Tu definición favorita puede que no sea la de ellos. Tú podrías alegar que es bueno matar a los hombres solamente en beneficio de los pobres; algún otro podría afirmar que es bueno matar a los hombres solamente en beneficio de los ricos; tú podrías afirmar que es inmoral matar a alguien, excepto a los miembros de cierta clase; otro podría alegar que es inmoral matar a alguien, excepto a los miembros de cierta raza. En lo que todos estaréis de acuerdo es en matar. Y eso es todo lo que vais a conseguir.
Una vez que propugnas el principio de la dictadura, está invitando a todos los hombres a hacer lo mismo. Si ellos no quieren tu tipo específico o no les gusta tu “buen motivo”, ellos no tienen más opción que aplastarte rápidamente y establecer su propio tipo preferido de dictadura por su propio “buen motivo”, de esclavizarte antes de que tú los esclavice a ellos. Una “buena dictadura” es una contradicción en términos.
El asunto no es: ¿Con qué fin es bueno esclavizar a los hombres? El asunto es: ¿Es correcto esclavizar a los hombres o no?
Hay una corrupción moral atroz al decir que una dictadura se puede justificar por un “buen motivo” o por un “motivo desinteresado”. Todas las tendencias brutales y criminales que la humanidad ha aprendido a reconocer como malvadas e impracticables – durante siglos de una lenta salida de la barbarie – se han refugiado ahora detrás del rótulo de lo “social”. Muchos hombres creen ahora que está mal robar, asesinar, y torturar en beneficio propio, pero que es virtuoso hacerlo en beneficio de otros. Tú no puedes darle rienda suelta a la violencia en provecho propio, dicen, pero adelante, hazlo sin titubear si es en provecho de otros. Quizás la afirmación más repugnante que uno pueda oír es: “Desde luego, Stalin ha matado a millones, pero es justificable, ya que fue en beneficio de las masas”. El Colectivismo es el último reducto de la barbarie en las mentes de los hombres.
Nunca consideres a los Colectivistas como “idealistas sinceros, aunque engañados”. La proposición de esclavizar a algunos hombres en beneficio de otros no es un ideal; la brutalidad no es “idealista”, no importa cuáles sean sus fines. Nunca digas que el deseo de “hacer el bien” por la fuerza es un buen motivo. Ni el afán de poder ni la estupidez son buenos motivos.
Fuente: Objetivismo