Se acerca la época vacacional y seguramente más de uno visitará edificios de las culturas que nos han precedido. Es inevitable maravillarse al observar pirámides, castillos medievales o templos góticos y preguntarse cómo los hicieron, cómo vivían en aquel tiempo.
Bien decía Octavio Paz que la arquitectura es el testigo insobornable de la historia, ya que en sus edificaciones podemos ver cómo vivían las clases altas y las huellas que dejaban en su construcción los obreros.
¿Te podrías imaginar lo que pensarían los habitantes originales de aquellos sitios históricos al vernos pasear por lugares a los que ellos daban un significado totalmente distinto? La pregunta inmediata da un poco de curiosidad y algo de nerviosismo: ¿qué dirán nuestras ruinas de nosotros?
El Dr. Parsons de la Universidad Hull ha declarado que las miles de toneladas de plástico que generamos han dejado una marca permanente en la historia de nuestro planeta, debido a que los microplásticos se han filtrado a la tierra y a nuestra cadena alimenticia.
Si ahora existen aficionados a la paleontología puede que en unos millones de años haya “plasticólogos” por la cantidad de residuos de plásticos fosilizados que habrá. Que nos relacionen con la Era Plástica sin duda no será la noticia más alentadora, pues a ello se unirán factores como la contaminación desmedida que hemos producido y el Cambio Climático.
Afortunadamente, existe la posibilidad de revertir el panorama: estamos en un periodo importante de la historia porque aún podemos recomponer el rumbo. La ONU desde los años ochenta ha dejado constancia de recomendaciones de carácter ambiental que hace a los gobiernos.
En una de las últimas reuniones en la Cumbre de París 2015, se reiteró la urgencia de que no suba más de 1.5 grados centígrados la temperatura global de la Tierra para 2030, de lo contrario, viviríamos consecuencias como sequías intensas, mayores incendios forestales, grandes inundaciones en zonas cercanas a cuerpos de agua y menor producción de alimentos.
Es un hecho que las decisiones que tomemos en nuestra vida diaria, aunque pequeñas, replicadas por nuestras personas cercanas pueden ir generando un cambio positivo en el medio ambiente.
¿Qué dirán nuestras ruinas de nosotros? Dirán lo que queramos que digan. Podremos dejar estructuras de altos edificios vacías u optar por dejar un legado sostenible y duradero para las futuras generaciones.
Soy positivo con respecto a nuestro tiempo, creo que vivimos en la mejor época del planeta a pesar de los retos que enfrentamos, ya que contamos con el mayor conocimiento y tecnología para enfrentar cualquier adversidad. Quizá lo que falte sea divulgación y conciencia.
Doce años, en poco tiempo once, nos separan de un tiempo adverso o un cambio positivo como sociedad. Todo rastro que dejamos como grupo habla de nosotros: modas, comida, edificios, costumbres…
Quizá estemos visualizando un futuro abstracto cuando hablamos de años, décadas o siglos, pero debemos partir de no pensar sólo en nosotros y lo que podríamos sufrir, sino en la generación más próxima: nuestros hijos. Hagámoslo también por ellos.