En el país de la libertad de expresión decirle a la prensa que fabrica noticias falsas y que trabaja para envenenar a la gente del pueblo con rumores y malas intenciones, es tanto como golpear uno de los pilares de la democracia liberal norteamericana.
Las consecuencias de este comportamiento han llevado a un “hasta aquí”, y el Boston Globe inició una campaña a la cual ya se han añadido cientos de periódicos –desde grandes cabeceras, como The New York Times, hasta pequeños periódicos locales como The Nantucket Inquirer—para presentar un frente común a favor de la prensa libre.
Ayer 16 de agosto, el Boston Globe publicó un editorial bajo el título “Los periodistas no son el enemigo” en el que declara que la grandeza de Estados Unidos depende del papel de una prensa libre para decir la verdad a los poderosos”. Más adelante, el diario señala que etiquetar a la prensa como “el enemigo del pueblo” es “tan antiamericano como peligroso para el pacto cívico que hemos compartido durante más de dos siglos”.
Cada uno de los casi trescientos periódicos que se unieron ayer a la rebelión en contra del tratamiento que le da el presidente Trump a la prensa, escribió un editorial con estas ideas de fondo y, al mismo tiempo, con la necesidad de decirle a sus lectores habituales y al público en general que la prensa no es el enemigo a vencer, sino la tentación de suprimirla, la primera de todas las tentaciones de una dictadura, según ha dicho el senador republicano John McCain.
Para gran cantidad de periódicos que ayer jueves lanzaron sus baterías contra los constantes insultos del presidente Donald Trump, “inauditos en el país de la libertad de prensa”, el grave problema consiste en incrementar la violencia contra los periodistas, alentar a los supremacistas blancos y generar más división en la sociedad estadounidense.
De hecho, varios periodistas que cubren los eventos en los que participa Trump, más aún si son encuentros con sus votantes, ya soportan insultos y gritos durante horas por parte de sus seguidores. Ahora puede ser violencia verbal, pero siempre se está al borde de la violencia física. Y eso no es, ni remotamente sano para el país, han dicho los periódicos el día de ayer.
Para The New York Times “Insistir en que las noticias que no te gustan son noticias falsas es peligroso para la vitalidad de la democracia. Y llamar a los periodistas ‘enemigos del pueblo’ es peligroso, sin más”.
Y The Boston Globe fue mucho más allá, recordando que “la libertad de prensa es esencial para asegurar la libertad’, según escribió John Adams. El diario bostoniano recalcó que, durante más de dos siglos, este principio fundacional estadounidense “ha protegido a los periodistas en el país y ha servido de modelo para otras naciones libres”.
Sin embargo, tras el constante acoso y desprecio de Trump a los periódicos y a los periodistas, sigue diciendo The Boston Globe, hoy este principio “está seriamente amenazado”. No solamente se trata de un asunto interno, propio de Estados Unidos. No, como primera potencia del mundo, el ninguneo de Trump “envía la señal alarmante a los déspotas, desde Ankara hasta Moscú, Pekín o Bagdad, de que los periodistas pueden ser tratados como un enemigo interior”.
The New York Times fue enfático en su editorial: “Criticar a los medios —por darles menos o más importancia a las noticias, por equivocarse en algo— es completamente correcto. Los reporteros y editores son humanos y cometen errores. Corregirlos es crucial para nuestro trabajo. Sin embargo, insistir en que las verdades que no te gustan son ‘noticias falsas’ es peligroso para el alma de la democracia. Y decir que los periodistas son los ‘enemigos del pueblo’ es peligroso. Para los periodistas y para el pueblo.
Tras conocer los editoriales de los principales periódicos, el presidente Trump respondió como suele hacerlo, a través del tuiter. Su respuesta fue la siguiente: “Los medios de comunicación falsos son el partido de la oposición. Es muy malo para nuestro gran país. ¡Pero estamos ganando!”. Aunque es difícil determinar quién pueda ganar en una guerra como ésta, en un gran país, en efecto, con grandes periódicos nacionales y maravillosos periódicos locales.