Aristóteles decía que todo buen líder debía tener tres cualidades:
Ethos: carácter moral y la fuente de su capacidad para convencer a otros.
Pathos: capacidad de entrar en contacto con los sentimientos y de activar a las personas emocionalmente.
Logos: capacidad de dar motivos sólidos para acciones concretas y para movilizar a las personas intelectualmente.
El liderazgo es una virtud, una capacidad que no todos los jefes poseen. Jefe y líder no son lo mismo. Es más, todos podemos ser jefes y de los buenos, pero no precisamente buenos líderes.
Ese liderazgo auténtico es exigente y requiere coherencia, convicciones sólidas y un esfuerzo constante por llevar a la práctica lo que dice y lo que cree.
Hay muchas características que distingue al jefe del líder, entre ellas la sabia autoridad -no autoritarismo- que ejerce sobre un grupo.
Un buen líder debe ser experto en el arte de las relaciones, en tener la habilidad de manejar las emociones de los demás.
Estas son las principales diferencias que existen entre un líder y un jefe:
El líder dice “nosotros”, el jefe “yo”.
El líder sabe vender la información, es decir, sabe presentar muy apetecible una idea o meta. El jefe simplemente presenta la información; hay que cumplirla y punto.
El líder sabe conectar con las emociones y sentimientos. El jefe es más frío y parco en este sentido.
El líder inspira para que los demás sigan su ejemplo y para que se logren las metas. El jefe solo da órdenes.
El líder motiva, desarrolla y sabe sacar lo mejor de las personas. El jefe “usa” a las personas.
El líder sabe convencer con argumentos inteligentes y es incluyente. El jefe domina con autoridad que muchas veces es autoritarismo.
El líder reconoce que el poder es un arma para servir. El jefe siente que el poder le da autoridad.
El líder solicita las cosas, motiva y colabora para que se lleven a cabo. El jefe ordena, controla, demanda y espera.
Los líderes sobresalientes salen de su camino para potenciar la autoestima de su personal. Si las personas creen en sí mismas, es increíble lo que pueden lograr.
Sam Walton
El líder muestra empatía cuando hay errores y los considera como una oportunidad para aprender. El jefe sanciona severamente los errores.
El líder aplaude los logros, por pequeños que estos sean. El jefe difícilmente reconoce los logros, pero sí está muy atento a las fallas.
El líder gusta de los cambios, se sabe adaptar y motiva así a los demás. El jefe es más reacio a los cambios.
El líder busca la unidad y cree en el trabajo en equipo para el logro de metas. El jefe no se preocupa tanto por eso como porque le den resultados.
El líder hace todo lo posible por llevar una vida coherente en el decir, el pensar y el hacer porque sabe que el ejemplo convence y arrastra. El jefe también puede hacer lo mismo por llevar esa vida, pero no tiene tanto interés por ser ejemplo para los demás.
El líder genera una atmósfera de trabajo agradable, contagia entusiasmo. El jefe puede generar miedo y un ambiente punitivo y desagradable.
El líder sabe escuchar razones y aprecia la participación. El jefe dice “porque lo digo yo”, impone y sus indicaciones no pueden ser refutadas.
El líder resuelve las crisis e invita a sus colaboradores a buscar soluciones. El jefe culpa por la crisis.
El líder sabe que la persona es lo primero y reconoce en ella su dignidad. El jefe busca los beneficios por encima de la persona.
El líder ve a los demás como sus colaboradores, enseña y está abierto a aprender de los demás. El jefe maneja empleados y solo manda por ser el superior.
El líder comparte el crédito del éxito. El jefe toma todo el crédito.
El líder toma su responsabilidad cuando algo sale mal. El jefe echa culpas.
Recordemos siempre que los puestos de liderazgo, gerenciales, directivos son puestos de servicio y no de poder.
Y tú, ¿eres líder o jefe?
LUZ IVONNE REAM