Ha pasado más de medio año de los terremotos que sacudieron al país en septiembre de 2017. Primero se sintieron con fuerza en el sureste y unos días después en la zona centro de México.
Observamos acciones tanto por parte de la sociedad como del Gobierno para salir de la estela de destrucción que dejaron los sismos en las ciudades y las zonas rurales; sin embargo, es valioso dar un vistazo a lo que se ha hecho en otras partes del mundo para afrontar estas crisis naturales.
Aunque se repita mucho, lo cierto es que en toda catástrofe existe una oportunidad. Esto lo han sabido capitalizar particularmente bien en el caso chileno: un país que comparte con nosotros su condición latinoamericana, además de estar situado en un lugar altamente sísmico.
En 2010, un terremoto de 8.8 grados en la escala de Richter afectó a la región centro-sur de Chile. Hubo destrozos en medio millón de viviendas y alrededor de dos millones de damnificados. Los chilenos pusieron en marcha un programa llamado “1,10,100”, en el que se ponían objetivos concretos a cumplir en días específicos. Para el día 1, el propósito fue asegurar agua para todos los afectados. El día 10, los albergues. El día 100, se entregó el plan de reconstrucción en el que buscaban asegurar la calidad de las futuras viviendas sin hipotecar el porvenir de las familias.
El ejemplo andino es una muestra de continuidad, ya que a ocho años del desastre se ha completado el 75% de los proyectos a realizarse y lo más importante fue la inclusión de la gente en el proceso, ya que los ciudadanos decidían cuales debían de ser los prioritarios.
Una de las metas trazadas fue que la gente sintiera que sus ciudades habían mejorado después de los sismos, por lo que se propusieron varios equipamientos que tenían la doble función de ser espaciamiento público y de convertirse en puntos de refugio en caso de otro fenómeno natural.
El ejemplo de Chile es un recordatorio de la importancia de la planeación, pues posibilita que la reconstrucción coordinada tenga un mayor impacto y no sea sólo una serie de esfuerzos puntuales.
Regresando al hemisferio norte, todos presenciamos una respuesta inolvidable de la sociedad civil y afortunadamente no
ha cesado.
El pasado marzo, el director de cine Alfonso Cuarón presentó la plataforma virtual ‘brigada.mx’ que detalla cuáles trabajos de ayuda se están llevando a cabo en el país, así como las regiones que carecen de algún apoyo en particular. Resulta una herramienta fundamental, ya que en medio de la emergencia sucedió que muchos sitios se llenaban de muestras de generosidad, mientras que otros apenas la recibían, lo cual era por simple desconocimiento. La idea es innovadora al permitir que cualquier fundación u organización exponga sus actividades de modo que la gente pueda escoger a qué tipo de acción quisiera sumarse. El sitio, además, permite darle el seguimiento a cualquier proyecto que esté incluido. Incluso se puede ver el estado de las donaciones que les otorgan de modo que genera un esquema de plena trasparencia.
Esto es una muestra de lo que la tecnología puede aportar a la sociedad para prepararnos mejor ante cualquier contingencia. Si bien tenemos un país diverso y bello por su ubicación geográfica, esa misma condición nos obliga a ocuparnos de las futuras eventualidades que sabemos que ocurrirán a lo largo del año, como son los huracanes, las tormentas, las sequías y desde luego, los sismos.
Los mexicanos demostramos que en condiciones extraordinarias somos extraordinarios. Ahora que sabemos lo que podemos ser, busquemos que esa actitud sea cotidiana y organicémonos para que nuestra aportación sea coordinada.
Arq. Alejandro Robles Arias
Director de Arquitecturar
www.arquitecturar.mx