Todo parte de un diagnóstico acertado. ¿Qué nos tiene frenados como país y como sociedad? El cáncer del sistema: la corrupción. ¿Qué hace posible la corrupción? La impunidad. De modo que esos lastres hay que combatir. ¿Qué lo hace tan difícil? Que no son solo los políticos los corruptos, es la idiosincracia del mexicano la que viene viciada de generaciones. Cambiar ese chip requiere una reingeniería social que reinstale en nuestra mentalidad los valores perdidos. Eso implica educación y hay que hacerlo, pero toma un tiempo y no podemos esperar. Simultáneamente hay que fortalecer el estado de derecho aplicando la ley estrictamente. Ejemplarmente. Fortalecer las instituciones, no debilitarlas. Fortalecer y respetar la división de poderes de una manera expresa
e inequívoca.
¿Y qué nos mantiene a flote, a pesar de los costosos lastres, y nos mantiene en el lugar 14 entre las economías del mundo? El rumbo de las políticas económicas que han hecho a México un país atractivo para invertir. Y que nos han permitido no seguir siendo dependientes al 100 por ciento de las exportaciones petroleras, como en los 70 y 80.
De los candidatos, ¿cuál ha hecho un buen diagnóstico y ofrece las propuestas más atinadas en ese sentido? No nos distraigamos, los colores y los ideales de todos los partidos ya no son lo que fueron, se ha desdibujado desde el más antiguo hasta el más nuevo. Son híbridos producto de alianzas que parecieran incompatibles ideológicamente, pero se realizan para sumar votos y fuerza. Así que hay que analizar candidatos, desde su perfil psicológico, su trayectoria y preparación, experiencia, habilidades de negociación y comunicación, antecedentes de corrupción probados, equipos de trabajo y el perfil de sus colaboradores, su actitud hacia la corrupción y la impunidad, la certidumbre que su proyecto daría a los mercados financieros y a los inversionistas. También sus filias y fobias políticas e ideológicas, su perfil psicológico, así como su interés y capacidad para unir y no desunir a un pueblo que avanza mejor unido.
Para llegar a buen puerto hay que mantener el barco en el rumbo correcto a pesar de las tormentas.
Elena Goicoechea