Por Georgina Elustano
Diego Bernardini, médico de familia, habla sobre su libro “Estar de vuelta”. Cómo entender y disfrutar la nueva longevidad y aprovechar las ventajas de tener muchos años de experiencia en el mundo:
En la vida siempre debe haber pasiones, eso también tiene que ver con vivir bien y con un buen envejecer. Los médicos elegimos generalmente la carrera por vocación y luego al momento de elegir especialidades se eligen aquellas relacionadas al ingreso económico o estatus social. Para mí la medicina es haber hecho profesión una vocación, de hecho los médicos de familia somos de los médicos con mayor satisfacción por lo que hacemos. La medicina familiar es ver la salud desde un nuevo paradigma, es una especialidad que se centra en la persona ante todo. Tiene elementos que la hacen propia y al mismo tiempo la diferencian del resto; trabajamos en consultorios o centros de salud, vemos al paciente como un todo, como parte de la comunidad de la que forma parte, lo vemos a través del tiempo -o sea en perspectiva de longitudinalidad-, de manera integral: para nosotros el curso de vida es fundamental. Somos buenos escuchas, negociamos con el paciente la toma de decisión, somos educadores y buenos comunicadores. Al mismo tiempo desarrollamos elementos, tenemos o deberíamos tener mayor sensibilidad frente a determinadas cuestiones o situaciones, por eso manejamos muy bien un elemento fundamental en nuestros días como es el “emocionoscopio” que nos permite llegar a las emociones de nuestros pacientes. No debe ser casualidad que los sistemas de salud más desarrollados y equitativos del mundo estén basados en la medicina familiar como los nórdicos, el español o el brasilero.
¿Qué significa estar de vuelta? Es una frase que puede tener una carga positiva o negativa.
Estar de vuelta para mí es el que fue y volvió, el que vivió, el que sufrió, el que amó. El que llegó. Me gusta jugar con la metáfora, es algo muy de nuestra cultura. Puede ser tomado de distinta manera, pero para mí es siempre en un sentido positivo, porque si esa persona fue y volvió, aprendió y ahora me trae su experiencia debe ser por algo. Por algo sobrevivió, no suele ser siempre por azar. Por eso merece mi respeto, mi atención y mi escucha. Eso es algo que muchos aun no entendieron.
Al entronizar una idea de juventud permanente se pasa la vida y de repente descubrimos que “ya no somos jóvenes”. Y eso ocurre sin habernos tomado el tiempo de internalizar ese transcurrir
El libro pone en valor “haber vivido mucho”. En una sociedad que idolatra la juventud y tiene aristas bastante gerontofóbicas, es todo un desafío.
Es verdad, y la consecuencia de entronizar una idea de juventud permanente es que en medio se pasa la vida. No nos dimos tiempo de ir internalizando el transcurrir y de pronto nos encontramos con que “no somos más jóvenes”. El devenir del tiempo debe ser algo gradual, algo vivo, que nos acompañe en una gama de grises entre el blanco y el negro. Hoy la sociedad no se lo permite. Por eso, este libro es ante todo una invitacioó a repensarnos, a viajar por cada una de esas vidas, de esos diálogos a nuestro propio ser. No es que el lector se va a identificar con alguno, sino que se verá reflejado con cada entrevistado en distintas aristas o dimensiones. ¿Por qué lo hago? Porque creo que en la vida, si se puede y no molesta a otro, hay que hacer lo que a uno le gusta. Para mí siempre fue placentero escuchar a los mayores, y en mi consulta es una parte muy importante del encuentro. Ya lo decía mi abuela, por algo tenemos dos oídos y una boca, debemos escuchar más y hablar menos…
¿Encontraste cualidades y problemas en común entre tus entrevistados, que promedian los 80 años?
Hay cuestiones que se sienten de distinta forma, pero al mismo tiempo con algún denominador en común. Una es que para cada cosa en la vida hay un determinado momento, por eso una de las enseñanzas del libro es que así como uno aprende una segunda lengua o aprende a jugar al ajedrez o a conducir un vehículo, a envejecer se debe aprender también. Hay un aspecto de preocupación en las personas mayores, que también se aprecia en el libro, y es el temor al deterioro, a convertirse en una carga para los familiares o afectos cercanos. La muerte está ahí, es una posibilidad pero también es una certeza, la única certeza que tiene la vida; sin embargo, también su aproximación depende mucho de la espiritualidad de la personas. En el libro en ese sentido se exponen muy diversas aproximaciones basados en este aspecto. Los hay quienes son muy religiosos, quienes son agnósticos o no creyentes. Es algo que nos va a pasar a todos queramos o no. Es bueno pensar, reflexionar algunos aspectos que dejamos muchas veces para después. Parar la pelota en medio de la cancha nos permite ver dónde estamos, dónde está lo que nos rodea e intentar una buena jugada que termine en gol, un gol de buena vida.
El desarrollo nos regaló una nueva longevidad. Hay que aprender a pensar de manera más flexible
Tanto tememos a la palabra vejez, por sus connotaciones negativas, que hasta solemos evitarla, o hablamos de adultos mayores o cuarta edad. ¿Qué pensás al respecto? ¿Debemos abandonar la palabra viejo?
No, la palabra viejo no se debe abandonar, eso ha sido muy discutido y siempre que se la utilice en un determinado contexto no tiene por qué resultar peyorativa. Sin embargo, por razones políticamente correctas se utilizan más el “adulto mayor” o “persona mayor”, lo cual está muy bien y está muy aceptada por las personas de edad. Lo de cuarta edad no me gusta porque de alguna manera representa esa posición de pensar la vida en compartimientos estancos, en etapas fijas, y la vida no es eso. Hoy, por ejemplo, hay una necesidad de aprendizaje continuo en la vida, por gusto o necesidad. Cuántas personas mayores encuentran en la disponibilidad de su tiempo, una vez que los hijos han partido o se han retirado de sus labores, la posibilidad de estudiar algo nuevo, o de trabajar en algo diferente. Eso es parte de la nueva longevidad que el desarrollo nos regaló. Debemos aprender a pensar de manera más flexible y así seremos más flexibles con nuestras palabras, sentimientos o acciones. Si llamas viejo a una persona mayor puede ser de manera muy cariñosa, como a nuestros padres o madres, a los que les seguimos diciendo “mis viejos” y no suena mal.
¿Qué entiendes por vejez sana, por envejecer bien?
Para mí, como persona, y a pesar de no poder despegarme de mi situación de médico de familia especializado en personas mayores, envejecer bien es aceptar y poder convivir bien con el paso del tiempo. Si pretendo hacer cosas que hacía con determinada intensidad porque mis treinta o veinte años me lo permitían me voy a dañar. Creo importante entender que la vida está hecha de etapas, donde algunas duran ocho días, otras ocho meses y otras ocho años. Etapas que deben tener continuidad, ser progresivas en su sucesión, donde los afectos estén presentes, donde siempre pueda haber un resquicio para el disfrute, sea en un hobby, una compañía o un momento de soledad es necesario. Nunca sabemos hasta qué momento estaremos. Envejecer bien es poder tener salud, es poder aprender cosas nuevas si lo queremos, es poder seguir integrados a la comunidad, ser partícipes como ciudadanos plenos, es poder gozar de una seguridad básica como un techo, comida y algo de dinero. Esto muchas veces es posible de manera individual pero en la gran mayoría de los casos es posible con ayuda del Estado, al cual le dimos una vida de trabajo. Envejecer bien es una tarea propia pero también de quien nos rodea. La familia, enseñando a las generaciones más jóvenes el respeto por los mayores, que son nuestra historia; las sociedades, reconociendo que son parte insoslayable del capital social. Es necesario entender el envejecimiento de las personas bajo una perspectiva de solidaridad. Es necesario comenzar a pensar una cultura de cuidado al mayor que vaya más allá de una pensión.
La gente, en promedio, hoy vive más, y muchas veces se encuentra integrando la categoría “vejez” sin sentirse viejo, con muchas ganas de seguir generando y haciendo. ¿Cómo se transitan hoy estos cambios y qué consejos podés dar a quienes viven estas contradicciones?
Las contradicciones nacen de eso que hablamos antes. Se entroniza, se hace un culto de la juventud y el aspecto exterior. Entonces un día abrimos los ojos y decimos “Oh! Tengo 40 (o 50 años)! No soy más joven! Entonces qué soy? “Un viejo”. No es ni una ni otra. No creo que haya consejos, nadie se conoce mejor que uno mismo. En mi caso creo que es fundamental el estar enganchado con algo que nos guste hacer. Creo que es muy pero muy importante la actividad física regular, los afectos, el momento de ocio o libre albedrio; son pequeños elementos que le aportan color a la vida y satisfacción. Las estadísticas, que es donde yo colocaría a los “consejos”, son parte de lo cuantitativo que tiene la vida, y yo intento darle mucha importancia al aspecto cualitativo, ese que es más difícil medir pero que son la sazón del vivir.
¿Qué destacarías de los diálogos del libro? ¿Qué cosas te sorprendieron? ¿Qué enseñanzas nos dejan?
Creo que dejan una enseñanza de humildad, de sencillez, de que no hay una perfección o un ideal. Aun a la cantidad de años de todas esas personas se presentan arrepentimientos o miedos. Sorprende comprobar que no hay dos viejos iguales, si algo caracteriza a las personas mayores es su diversidad. Ver que la mayoría se ven o sienten jóvenes por dentro, pero que al verse en el espejo o por cuestiones de salud no lo son, pero que en el fondo se ven – nos vemos – más jóvenes de lo que somos.
¿Encontraste diferencias en cómo viven la vejez o el estar de vuelta hombres y mujeres?
Creo que una de las diferencias que hay entre las mujeres y los hombres es que nosotros le damos mayor relevancia al desarrollo profesional mientras que las mujeres creo que expusieron más el tema de la familia, su vínculo con los hijos. Las mujeres por vivir más tiempo que los hombres están más susceptibles a vivir en soledad, en una situación de mayor vulnerabilidad. Sin embargo, y esto es algo muy interesante que se expone en el libro, es muy interesante cómo se habla del amor y del amor que ya fue en el caso de la viudez tanto de los hombres como las mujeres. La viudez es un marcador muy fuerte en la vida de las personas. Es interesante cómo se refieren estas personas al vínculo de pareja. Una de ellas me dijo “mirá Diego, quien mejor te muestra el paso del tiempo es tu pareja. Un día lo miras y te preguntas –Qué hago yo con este viejo de miércoles– y lo peor es que él se debe preguntar lo mismo…”
¿Podemos darle sentido a la vida hasta el último día? ¿Cómo poner en valor lo que podemos y lo que tenemos en lugar de las pérdidas?
Si! Definitivamente creo que se puede y se le debe valor a la vida hasta el último día y no creo que pase por lo que habitualmente se mide como éxito. Creo que la satisfacción está en las pequeñas cosas y no vale decir una pequeña fortuna, una pequeña mansión o un pequeño avión privado. Creo que un buen ejercicio es que cada día tenga algo por lo cual haya valido la pena vivirlo, y eso suele depender más de nosotros mismos que de lo que nos rodea. Las pérdidas son parte de la vida, y las ganancias también, el punto está en buscar y lograr un equilibro, algo que puede sonar fácil pero sé que no lo es. La zanahoria está siempre delante de nuestras narices y eso nos quita muchas veces perspectiva. La inteligencia es entender que la zanahoria nunca se irá, por eso hay que mirar la vida con gran perspectiva. Este libro nos enseña a pensar nuestro futuro, a aprender de él. Ellos, los protagonistas de este libro, somos o seremos nosotros el día de mañana. Es un viaje y este libro puede ser algo que nos ayude, que nos guíe un poco.
Diego Bernardini es autor del blog Médico de Familia en Buena Vibra. Director de Mayores.org y autor del flamante libro “De Vuelta”.
Fuente: https://buenavibra.es/movida-sana/don-estar-vuelta-envejecer-se-ensena-se-aprende/