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La pérdida de la identidad

– ¿Sabes quién soy?

– No, no lo sé. Pero sé que te conozco… ¡Eres la más bonita!

Siempre he pensado que de todas las enfermedades que se pueden padecer, las relacionadas con la salud mental son las más difíciles de enfrentar. ¿Qué es la memoria y qué significa perderla? Se diluyen las actitudes y los comportamientos que nos otorgan esencia; eso que nos hace únicos y que nos diferencia de los demás.

Nuestra mirada se puede quedar atrapada en el tiempo, aunque no sabemos en cuál de todos. Resulta inevitable olvidar expresiones, costumbres y tradiciones; olvidar los rituales románticos, la ropa o la comida favorita; no saber de principios ni de los valores que rigen en nuestra sociedad. Las significaciones parecen ausentes.

Distorsión de la realidad que afecta a quien la padece y a los seres que le rodean, para quienes resulta sumamente complicado hablar con alguien que parece no entender, o no descifrar, o no recordar los códigos en los que se mueve el mundo, alguien que no puede compartir experiencias vivas o colectivas que evoquen recuerdos.

En el día a día, el común de las personas somos poco conscientes de la capacidad de almacenamiento que tiene nuestro cerebro, de la infinidad de asociaciones que somos capaces de construir, de las posibilidades de hilvanar nuestros recuerdos con nuestra identidad.

Con la pérdida de la memoria se da un salto al vacío, no hay manera de rellenar huecos, de reunir sombras, de incitar a la creación, de imprimir emociones. El humor se erosiona. Lo que recordamos no tiene conexión con el otro, con su vida, con su tiempo, con su espacio, con esas pequeñas piezas cotidianas que nos hacen ser.

La ausencia de recuerdos amenaza con acabar con nosotros. Los recuerdos –dice Rosario– terminan siempre por convertirse en un mecanismo de salvación. En rescate, redención, olvido y también en delirio.
Para poder guardar algo en el pozo de los recuerdos, es preciso que ese algo se nos escape de las manos, al tiempo de quedar tatuado en las paredes de la memoria. No es posible recordar algo, si antes no lo olvidamos, esa es la forma en que funciona el mecanismo de la memoria pero… ¿qué sucede cuándo se pierde la memoria? ¿se pierde el recuerdo o se pierde el olvido?

Quizá de todo esto son conscientes quienes transitan en ese universo de la pérdida de la memoria, por eso tratan de encerrarse en su mente. Por eso tratan de hurgar en sus recuerdos, para buscar las palabras que les permitan nombrar a las personas y a sus afectos. Ahí radica su angustia, ahí radica su miedo, ahí radica su lucha.

“Uno es lo que recuerda porque uno es lo que ha vivido, lo que ha aprendido, lo que ha visto, lo que ha conocido y lo que ha construido.

¿Quién se es cuando todo eso queda borrado?”

¿Qué les queda a quienes les toca acompañar a quienes intentan dominar el arte de perder?

Amar sin expectativas
Amar sin olvido
Amar sin recuerdo…

 

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