diciembre de 2017
La seguridad interior es un pendiente del gobierno desde hace décadas, el hecho de que nuestras Fuerzas Armadas cuenten hoy con una ley que brinde un marco jurídico era algo inaplazable.
Aun así, tuvo que pasar mucho tiempo para su aprobación y me parece que las fuerzas políticas siguen usando el tema de la seguridad pública como una moneda de cambio, esto es francamente inverosímil.
Hay quienes temen que ahora el Ejército Mexicano pueda llegar a volverse un represor, lo cual es absurdo. Entre 1968 y 1971, el Ejército siguió las instrucciones del comandante en jefe, es decir, del Presidente de la República, y desde entonces nuestros soldados y marinos se han visto forzados a intervenir en una serie de problemas que las diferentes policías no han podido resolver. Por otro lado, estos mexicanos honorables y leales a México han dedicado buena parte de sus esfuerzos a dar atención a la población en casos de desastres, pero también dando consultas médicas gratuitas, haciendo obras de infraestructura que corresponderían a los estados y municipios, llevando alimentos a los pueblos más remotos y olvidados y, por supuesto, cuidando la seguridad nacional.
El General Salvador Cienfuegos lo ha mencionado incontables veces; ellos quieren regresar a sus cuarteles, pero ante la ineficiencia e ineficacia de las policías federales, estatal y municipal, han tenido que tomar parte y esto no les ha sido conveniente. Con todo y ello el Ejército Mexicano goza de mayor prestigio y confianza que cualquier otra institución política, civil o religiosa.
Sin la menor duda ha sido la corrupción en las policías lo que nos mantiene en una inseguridad altísima. Asimismo, el gasto en entrenamiento, armamento y demás llega a cifras escandalosas, y lo peor de todo ello es que por lo menos 30% de esos recursos, se pierden en el camino por la corrupción existente en todos los niveles de gobierno.
Una última reflexión tiene que ver con las mafias instaladas en los partidos políticos a través de sus militantes, las cuales han hecho que la seguridad no prospere en virtud de que no conviene a sus intereses. De esta manera, la Ley de Seguridad Interior es la última instancia que tenemos los mexicanos, así que ¡yo le doy un voto de confianza!