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Dios mío, te ofrezco a mis hijos;
Tu me los diste, ellos te pertenecen para siempre;
yo los educo para Ti y te pido
que los conserves para tu gloria.
Señor, que el egoísmo, la ambición, la maldad
no los desvíen del buen camino.
Que ellos tengan fuerza para actuar contra el mal
y que el móvil de todos sus actos
sea siempre y únicamente el bien.
¡Hay tanta maldad en este mundo, Señor!
Tu sabes cómo somos débiles
y como el mal muchas veces nos fascina;
pero Tu estás con nosotros
y yo pongo a mis hijos bajo tu protección.
Dales luz, fuerza y alegría en esta tierra, Señor,
para que ellos vivan para Ti en esta tierra; y que en el cielo,
todos juntos, podamos gozar de tu compañía para siempre.
Amén