El italiano Bettino Craxi decía que el poder desgasta, sobre todo a quien no lo tiene. Carles Puigdemont es hoy un muñeco roto sin poder y aislado. Su conferencia de prensa fue una tragicomedia.
Un esperpento, incomprensible, una comedia bufa. Con esos términos en la boca salían varios veteranos corresponsales de la conferencia de prensa del destituido presidente catalán, quien desde ayer se refugia en Bélgica para huir de la Justicia española. O, según su versión, para “internacionalizar la represión del Estado español” en un país en el que empieza a ser una molestia política.
Puigdemont compareció ante cientos de periodistas en una sala de un club privado porque el gobierno belga le negó la utilización del local del barrio europeo que suele usarse para conferencias multitudinarias. Bélgica no lo quiere aquí. El vice primer ministro Kris Peeters dijo esta mañana que “cuando se pide la independencia, más vale quedarse junto a su pueblo”.
No tiene custodia pública ni española ni belga y se mueve entre un hotel, el apoyo que le dan varios eurodiputados nacionalistas catalanes y un local de la ‘European Free Alliance’, una organización de partidos políticos nacionalistas.
Sostiene Puigdemont que no huye de la acción de la justicia y que no pide asilo político pero contactó con un abogado especialista en asilo. Dice que no está en contacto con el gobierno belga y así parece, por lo que su viaje a Bruselas podría haber sido una escapatoria desesperada de última hora tras escuchar al vice ministro de Inmigración, el nacionalista flamenco Theo Francken, sugiriendo que estudiaría una petición de asilo.
Francken fue llamado a capítulo por el primer ministro Charles Michel, quien ahora se encuentra con un problema político enorme. Si los nacionalistas flamencos se empeñan en dar asilo a Puigdemont, Michel tendrá que elegir entre crisis de gobierno en Bélgica o crisis diplomática con España. Si Bélgica le diera asilo implícitamente estaría diciendo que España no es un Estado de derecho. Algo inaudito entre socios europeos.
Sostiene Puigdemont que no vuelve a España hasta que el gobierno español no le prometa un juicio justo pero si es oficialmente imputado tras la querella presentada ayer por la Fiscalía bastaría una euroorden de detención y entrega para que el gobierno belga lo metiera en un avión hacia Madrid.
En ese caso debería pedir asilo, pero la normativa europea hace altamente probable que le sea denegado porque es ciudadano de un Estado miembro de la UE y porque el gobierno belga ya ha mostrado su incomodidad con una visita indeseada.
Esta mañana se dedicó en la conferencia de prensa a repetir lo que lleva diciendo desde la celebración del referéndum del 1 de octubre declarado ilegal por el Tribunal Constitucional español. Asegura que huyó a Bélgica por temor a una reacción violenta del Estado español, pero olvidó decir que los empleados públicos catalanes están trabajando con normalidad a las órdenes del gobierno español.
Que su estrategia es de ejercer una resistencia pacífica ante la violencia española y que Europa (que no le ha dado ni una gota de agua y que lo trata de “nacional populista”) debe reaccionar “porque la independencia catalana se basa en los valores europeos”. Es exactamente al contrario. La UE se fundó principalmente para evitar que los nacionalismos volvieran a ensangrentar un continente que arrasaron dos veces en la primera mitad del Siglo XX.
Se presenta como presidente de una república independiente en el exilio y a la vez aprueba las elecciones autonómicas catalanas del próximo 21 de diciembre, convocadas por Madrid. Dice que aceptará el resultado de esas elecciones como si fueran un plebiscito en el que si ganaran los nacionalistas Madrid debería concederles la independencia.
Pide resistencia a los funcionarios públicos pero él huye a Bélgica. En su laberinto dialéctico parece decir que sí, que declaró la independencia, pero que como no ha hecho nada al respecto pues que no entiende que se lo persiga judicialmente.
Nervioso, crispado, Puigdemont no aceptó preguntas de los medios españoles. Intenta vender en Europa que España es un Estado dictatorial mientras en Barcelona su partido ya se prepara para las elecciones del 21 de diciembre.
Fuente: Clarín
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