Por Karina Gónzalez Ulloa
Hablar de Chanel significa hablar de una mujer y un legado inolvidable.
Coco Chanel, este es un nombre que no es considerado únicamente como un referente de moda y estilo, sino un manifiesto femenino que dejó un legado único tanto para la moda, como para la mujeres. Ya conocemos muchas de las historias: tomó los pantalones para tener libertad al caminar; le puso una cadena a su bolsa para no tener que cargarla; creó un perfume cargado de poder; tomó las rayas marineras para crear un estilo tan cómodo como chic y claro, ¿cómo olvidar las perlas que adornaban su cuello?
« La sencillez es la clave de la verdadera elegancia»
Chanel es una marca con referentes de vida: sé fiel a ti misma y vive con pasión. Esto es algo que es posible traducir a todas las áreas de la vida, como ella lo hizo consigo misma, al no estar contenta con ella misma, se reinventó a través de la ropa, pero siempre bajo el mismo ideal: nunca permitirse ser gobernada por nada ni por nadie, como digna mujer de su signo regente: Leo.
Hablar de Coco, es hablar de las camelias. De estas nunca dijo en vida porqué le gustaban, pero ciertamente se sabe que alguna vez estuvo fascinada trans contemplar una presentación de «La dama de las camelias», una novela escritar por Alexandre Dumas (hijo), que inspiró la ópera conocida como «La traviata» de Giuseppe Verdi, que proclama la libertad desmesurada de una mujer, que a pesar de conocer el amor, jamás renuncia a su libre albedrío, una analogía aplicada a la belleza de una camelia, que al ser una flor tan solitaria, parece más bella.
Pensar en esta casa, también significa pensar en un legado pintado de ciertos colores: blanco, negro, rojo, dorado, beige y tintes azules. Cada uno cargado de simbología y elegancia que refleja a una mujer fuerte, decidida, con toques de sensualidad, capaz de conducirse prefectamente en su día a día.
Coco es una figura marcada por las paradojas, algo que si bien sale a flote sin mayor escándalo en el siglo XXI, no ocurría en su tiempo. Ella se convirtió en una de esas primeras figuras independientes que jamás abadonaron su feminidad, al contrario, hizo de esta característica su mayor fortaleza, demostrando que no por ser mujer, pertenecía al sexo débil… todo lo contrario.