Por Arq. Alejandro Robles Arias
En mayo se reunieron en el Vaticano el papa Francisco y Donald Trump, una reunión esperada por muchos dado sus posturas encontradas en temas como el medio ambiente y la migración.
Después de la plática que sostuvieron quedó para la historia la fotografía en la que aparece el papa con un rostro serio a diferencia de la sonrisa del presidente americano, como si quedara marcado en los gestos los distintos discursos.
Al finalizar, el papa Francisco le regaló una copia de la encíclica Laudato Si, en la que escribió una enérgica defensa al medio ambiente.
Debo reconocer que, como joven católico, las palabras, acciones y congruencia del papa Francisco me parece una bocanada de aire fresco sobre lo que representa ser creyente en el siglo XXI, así como el compromiso personal y social que conlleva.
Hace poco terminé de leer la encíclica Laudato Si y confirmó las buenas impresiones que tenía sobre el papa, ya que creó un texto vigente y contundente sobre la sostenibilidad, elogiando el funcionamiento del ciclo natural donde no hay desechos, sino elementos en distintas fases de un sistema integral.
El papa Francisco es claro en que el consumismo ve el perjuicio al medio ambiente como un daño colateral con tal de satisfacer un crecimiento económico ilimitado y voraz.
También explica que, para que exista un verdadero planteamiento ecológico debe haber un planteo social, vital en un sistema que relega a la mayor parte de la población como excluidos del mismo, siendo los que más sufren.
Bien dice que “no hay fronteras ni barreras políticas o sociales que nos permitan aislarnos, y es por eso mismo, tampoco hay espacio para la globalización de la indiferencia.”
Critica a los profesionales, formadores de opinión, medios de comunicación y centros de poder que al estar ubicados lejos de los excluidos, fallan en entender sus verdaderas necesidades y crear soluciones eficaces para ellos.
Sobre ellos comenta: “Viven y reflexionan desde la comodidad de una calidad de vida que no está al alcance de la mayoría. Esta falta de contacto físico y de encuentro, a veces favorecida por la desintegración de nuestras ciudades, ayuda a cauterizar la conciencia y a ignorar parte de la realidad en análisis sesgados.”
Así mismo advierte que uno de los factores que acrecienta la ola de migración mundial es justamente la degradación ambiental en las localidades de origen.
El papa Francisco observa que en ocasiones la narrativa consumista intenta culpar el aumento de la población como fuente de la crisis, pretendiendo “legitimar el modelo distributivo actual, donde una minoría se cree con el derecho de consumir una proporción imposible de generalizar.”
Hace un llamado a la acción y a la toma de decisiones valientes, ya que como en toda época de crisis, tenemos la tentación de pensar que lo que está ocurriendo no es cierto, a pesar de las pruebas científicas que lo demuestran.
Invita a no pensar el medio ambiente como un concepto, sino una relación entre la naturaleza y la sociedad que la habita, por lo cual no estamos separados de ella. Somos parte de ella.
Nos recuerda el poder que tenemos al elegir qué compramos, cómo nos trasladamos y la grave omisión a la que podemos incurrir con la inacción ante algún hecho nocivo al ambiente que conozcamos, citando puntualmente a Benedicto XVI: “Si los desiertos exteriores se multiplican en el mundo es porque se han extendido los desiertos interiores.”
Apenas en junio, Donald Trump anunció la salida de Estados Unidos de El Acuerdo de París, un tratado extraordinario en el que los países del mundo se comprometen a la toma de acciones específicas y medibles contra el cambio climático.
Si bien es una mala noticia que uno de los principales contaminadores a nivel mundial salga, dio gusto la respuesta general en la que el resto de los países se comprometieron a continuarlo.
Incluso el presidente francés, Emmanuel Macron, publicó en sus redes sociales una imagen con el eslogan: “Make Our Planet Great Again” a modo de burla a la campaña electoral de Trump, sin embargo, a pesar de nosotros, el mundo es grande, los que nos debemos volver a hacer grandes somos nosotros como humanidad.