Por Salvador Sostres
El Islam tiene un problema aunque no todos los musulmanes sean islamistas. Igual que Alemania tuvo un problema, que en cierto modo todavía hoy está pagando, aunque no todos los alemanes fueran nazis. Es cierto que muchas de las víctimas de los islamistas son musulmanes, exactamente lo mismo que las primeras víctimas de Hitler fueron 600.000 judíos con padres, abuelos y bisabuelos perfectamente alemanes e indiscutiblemente patriotas.
También la mayoría de rusos era pacífica, pero la URSS asesinó a 20 millones de personas. Y la mayoría de chinos era igualmente buena gente pero su República Popular acabó con 70 millones de vidas. Y qué decir de mis queridos y encantadores japoneses, hombres de bien en su casi totalidad, pero que de camino hacia el sureste asiático asesinaron a 12 millones de personas. En todos los casos había una mayoría tan pacífica como irrelevante y nunca pusimos el acento en la germanofobia o la niponofobia -si es que se puede decir así- sino en tratar de reparar las atrocidades cometidas y en castigar a los países que las cometieron y vigilarles desde entonces muy de cerca para que no se volvieran a equivocar.
Es así como nos protegemos, como mejoramos, como acorralamos a la barbarie hasta no dejarla respirar. Es absurdo pretender que el mal no existe. Es ridículo tratar de homologar al Islam cuando a su alrededor no ha florecido jamás ninguna sociedad libre. El Islam tiene un problema y no es la islamofobia. Nosotros también tenemos un problema y tampoco es la islamofobia, sino que en nombre el Islam nos matan, y que en general los musulmanes moderados, los que se supone que no son unos asesinos ni simpatizan con ellos, están mucho más preocupados por recordarnos todo lo que hacemos mal y les debemos que no de disculparse y tratar de remediar lo que sus hermanos nos hacen.
La islamofobia es una cursilería de los coquetos de sangre -por parafrasear a Arcadi y a su artículo extraordinario-, una afectación de esta España mezquina y perdedora que viene de un resentimiento tan atroz que se siente más cómoda siendo comprensiva con los verdugos que compasiva con las víctimas. Es una España deprimente y triste, de porro y vaso de plástico, tatuaje y pírcing. Es una España desoladora, ramplona, que sangra y ni se entera, tan alejada de sus instintos que no puede ni presentir la muerte.
El Islam tiene un problema, como lo tuvo Alemania, como lo tiene el comunismo a pesar de los miserables que dicen que “como mínimo la idea es buena”. El Islam tiene un problema por lo que es y nosotros tenemos un problema por lo que en nombre del Islam nos hacen. Hasta que no apreciemos y asumamos la hondura exacta de esta diferencia, sangraremos. Sangraremos por que el mal existe y sabe que una de sus mejores armas es hacer palanca con tantos millones de idiotas nuestros que son incapaces de enterarse absolutamente de nada nada.
Publicado en ABC