Aunque provienen de distintos países y desarrollaron diferentes técnicas, los tres nos dejan ver cómo una mente original y vanguardista es capaz de crear un lenguaje visual inédito.
Por Cynthia Aguirre
Con pocos días de diferencia se inauguraron dos magnas exposiciones de tres icónicos artistas del siglo XX, que revisan sus primeras décadas de producción. Si bien, a través de las obras expuestas podemos identificar su distanciamiento con las propuestas del arte que los precedió, lo que resulta aún más interesante es poder distinguir en ellas la ruptura con ellos mismos, con sus influencias y formaciones. Las obras presentadas nos remontan al punto cero de sus identidades artísticas, a sus momentos de quiebre, con los que trazaron una ruta propia.
Los lienzos exhibidos nos muestran elementos radicalmente innovadores de cada uno: el cubismo y sus derivas expresivas en Pablo Picasso, quien dio forma, por igual, al pasado clásico que al futuro bélico; el realismo social de Diego Rivera que buscaba dar identidad a un México que aún no se conocía y, finalmente, la fascinación por el consumo y la cultura Pop de Andy Warhol.
Si bien sus obras divergen, sus vidas convergen en forma asombrosa. Los tres se caracterizan por una maestría precoz y una personalidad grandilocuente. Los tres desafiaron el gusto de sus épocas al definir el arte a partir de formas grotescas, marginadas o vulgares. No debemos olvidar que los rostros fragmentados y con exceso de miembros que hoy nos fascinan del cubismo en su tiempo resultaron tan aberrantes como la construcción de una identidad nacional basada en la patria indígena y no en la belleza europea. ¡Y qué decir de un ilustrador consumado que decide que la inspiración del arte debe provenir del supermercado o la glorificación de la nota roja del periódico!
Andy Warhol. Estrella Oscura, recorre su primera década, periodo en el que establece que todo objeto creado por la sociedad de consumo no solo es su fiel retrato sino augurio de su muerte. Sus latas somos nosotros, incapaces de lograr la individualidad o desafiar la caducidad de la vida. La oscuridad de la muerte habita en el fondo de todas las serigrafías de colorido estridente. Por su parte, Picasso. Rivera. Conversaciones a través del tiempo, revisa las coincidencias estéticas y políticas de ambos artistas, iniciando en los dos años que coincidieron en París, hasta que sus temperamentos y anhelos de originalidad los separaron. Obras poco vistas ilustran el diálogo estético entre ambos que, por momentos, parece más un cruzamiento.
Una coincidencia, desafortunadamente, serán las largas filas que habrá durante el verano para verlos. Que las multitudes no te desanimen. Enfílate al Museo Jumex y a Bellas Artes.
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Cynthia Aguirre
Historiadora del arte
cyaguirre17@gmail.com
El nombre de esta sección, Metaxú, es un término griego que significa «mientras, en medio de o entre tanto»; un lugar a mitad de camino. Es un momento: mientras tanto. Es una persona: intermediario; lo próximo, lo adjunto. Simone Weil lo define como un muro que a la vez que separa, comunica. Las exposiciones que invito a ver suceden entre una entrega y otra.