Es un título que puede causarte sorpresa: ¿cómo es que puede estresarnos el tener tiempo libre si es algo que todos buscamos y disfrutamos?
Por Lucía Legorreta de Cervantes
Vivimos tiempos apresurados, estresados, presionados, aburridos, de exigencia y también de ocio. Sin embargo, al llegar estos momentos de tranquilidad, en lugar de aprovecharlos, podemos llenarnos de ansiedad y estrés.
Después de meses de trabajo intensivo de un día para otro estamos de vacaciones. Ahora, el tiempo es nuestro, pero resulta que nos nace el impulso de hacer, planificar y mantenernos ocupados.
Lo tenemos tan arraigado que llenamos nuestros días de visitas, recorridos y planes. Conocemos lugares nuevos y llega a suceder que la preparación anticipada produce más gozo que el hecho de estar en el lugar; o bien, llega el fin de semana y nos agobia el no tener algo concreto que hacer, no sabemos descansar.
Esta sensación puede deberse a nuestra necesidad de buscar siempre cosas mejores y novedosas, a nuestra incapacidad de encontrarnos cómodos en donde estamos y con lo que tenemos. Pasamos de estar muy activos a ser espectadores pasivos.
El Internet, los celulares, las redes sociales y los mensajes suponen miles de estímulos que alteran nuestra fuerza de voluntad y capacidad de autocontrol. Incluso en nuestro tiempo libre nos vemos invadidos por noticias y datos que llegan a nuestros teléfonos. Se convierte en una adicción.
En vez de disfrutar del descanso nos aburrimos por falta de vivencias y nos sobreviene el estrés del tiempo libre. Pasar de un tiempo ocupado y activo a uno libre implica, a veces, saber aburrirse para ir
desacelerando el ritmo. Pero, ¿qué podemos hacer ante este agobio por disfrutar el tiempo libre? No dejarse dominar por la tentación de buscar siempre cosas nuevas para colmar deseos y necesidades que probablemente sean superficiales. Aprendamos a decir basta.
Unas verdaderas vacaciones consisten en conseguir que nadie nos obligue a realizar actividades que no deseamos hacer; que nuestra atención esté centrada en gozar del instante presente sin que busquemos estímulos y ser capaces de pasarla bien sin hacer nada.
El no hacer nada nos angustia, nos hace sentir que perdemos el tiempo. El no querer sufrir esa ansiedad, junto al deseo de sentirnos activos, nos impulsan a la acción.
Al principio podríamos aburrirnos o nos sentirnos fuera de lugar, pero aprenderás a gozar esos momentos.
Pintar, tocar música, cuidar las plantas, fotografiar, jugar, bailar, cocinar, conversar, reír hasta que nos salten las lágrimas o leer un buen libro son otras formas de disfrutar de nuestro tiempo y entrar en contacto con nosotros mismos.
El primer paso para disfrutar verdaderamente de tus vacaciones es que te preguntes, ¿qué tanto te agobian los días o momentos en que tienes tiempo libre?, ¿sabes estar solo, sin actividades o sin redes sociales?
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Lucía Legorreta de Cervantes
Presidente del Consejo Nacional de CEFIM, Centro de Estudios y Formación Integral de la Mujer.
cervantes.lucia@gmail.com