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La farsa de los alimentos afrodisiacos y tu poco intelecto al seguir creyéndolo

La farsa de los alimentos afrodisiacos y tu poco intelecto al seguir creyéndolo

En 1997, Isabel Allende escribió “Afrodita. Cuentos, recetas y otros afrodisíacos”, un libro de cocina que más que contener recetas, es una historia de amor entre un ser humano y la comida. No es una especie de fetiche, es simplemente el amor que surge del estómago. El placer de disfrutar un platillo bien preparado en compañía de la persona que amas es un afrodisíaco, pero no por contener propiedades que levantarán tu libido, sino por el hecho de disfrutar de la presencia de alguien que te llena en todos los sentidos.

El deseo sexual es una necesidad del ser humano, no me atrevo a decir que básica, pero si muy importante. A partir de la unión de hormonas y neurotransmisores, como la serotonina en dosis grandes, el apetito sexual crece. Sin embargo, si la acumulación es mínima, la libido disminuye considerablemente. Esto no es algo que se pueda controlar voluntariamente. A base de medicamentos, se ha intentado arreglar este asunto que afecta a muchas personas alrededor del mundo complicando sus relaciones.

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Desafortunadamente, los recursos económicos destinados al estudio de una solución médica son muy bajos y por lo tanto, las investigaciones están incompletas. Así que para llenar algunos vacíos, mucha gente se dedicó a esparcir falsos rumores sobre remedios naturales que aumentaban el deseo sexual alegando que la falta de éste es simplemente porque la estimulación es limitada o nula. Con esa base sin fundamentos, se popularizó decir que alimentos como el chocolate, los ostiones o el vino eran afrodisíacos, ya que las personas que estaban bajo el influjo de estas sustancias presentaban mejor desempeño sexual.

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La realidad es mucho más sencilla. Un cuerpo sano siempre tendrá mayor deseo. Esto no quiere decir que alguien se vuelva adicto al sexo únicamente por comer balanceadamente y hacer ejercicio. Más bien, es sinónimo de que todo fluye de la mejor manera y el desempeño en la intimidad es más efectivo. Entre más sanos seamos mejor absorbemos los nutrientes de los alimentos que consumimos y beneficiamos al cuerpo. De igual manera, una mente relajada y una sensación de estabilidad le dan al organismo la confianza para desenvolverse mejor.

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El chocolate es un estimulante del sistema nervioso que permite mantenernos alerta y aumenta el flujo sanguíneo en diferentes partes del cuerpo. Eso se confunde con el despertar del deseo sexual. Sin embargo, únicamente permite que la concentración y rendimiento físico se unan de tal modo que la experiencia sexual terminará siendo eficaz y más placentera.

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Algo similar ocurre cuando ingerimos vino. El alcohol nos deshinibe y permite que dejemos fluir los sentimientos que estando sobrios no nos atrevemos a soltar, así que no, tampoco es una bebida afrodisíaca. Es más una especie de empujón para dejarnos llevar por el momento. No obstante, puede ser contraproducente. Estudios científicos (totalmente corroborados) han demostrado que el consumo exagerado de bebidas embriagantes disminuye la potencia sexual, en especial en hombres. Provocan cansancio, seguido de una pesadez y falta de lucidez, lo que desemboca en un profundo sueño.

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Otro factor a considerar es el escenario en el que nos desenvolvemos al momento de la relación sexual. La creencia popular dice que los ostiones se consumen frecuentemente en la playa bajo la idea de pasarla bien entre la arena, un cuerpo al descubierto y días relajados; sin embargo, no es más que el contexto lo que los vuelve afrodisíacos. Este alimento marino tampoco contiene sustancias que aumenten la libido, simplemente se consumen bajo esa idea y crean una especie de placebo en la mente.

Entonces, si una persona asocia una experiencia sexual satisfactoria con algún alimento o bebida consumido previo al acto sexual, será psicológicamente un afrodisíaco del que no se podrá deshacer en mucho tiempo. Una comida estimulante va más allá de los alimentos con los que se prepare; tiene que ver con la compañía y el ambiente que se crea alrededor de la experiencia. Por lo tanto, científicamente, no hay alimento que genere deseo sexual. Las sustancias que lo provocan son puramente químicas. Allende escribe: “Para las mujeres el mejor afrodisíaco son las palabras. El punto ‘g’ está en los oídos, el que busque más abajo está perdiendo el tiempoy está en lo correcto. La estimulación llega por otros medios, que si lo piensas bien, son más eróticos que un chocolate o una copa de vino.

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