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Hace unos días, uno de mis hijos me sorprendió con esta lapidaria conversación:
— Me gustaría no ser moreno.
— Pero tu papá es moreno.
— Sí, pero me gustaría ser blanco como mi hermano mayor, o como tú.
Realmente no supo explicarme por qué prefería tener mi color de piel al de su padre. En casa no hacemos diferencia al respecto, por el contrario, siempre les hablamos de igualdad y derechos humanos. Aun así, él se sentía menos al no tener los ojos azules y la piel blanca.
El 64 por ciento de los mexicanos dice tener la piel morena, según la Encuesta Nacional sobre Discriminación en México, elaborada en 2010 por el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred). En este mismo documento, le solicitaron a las personas entrevistadas que se identificaran con unas imágenes y tanto hombres como mujeres, tendieron a identificarse con los tonos de piel más claros.
El Conapred describe a la discriminación racial como «toda distinción, exclusión, restricción o preferencia basada en motivos de raza, color, linaje u origen nacional o étnico que tenga por objeto o por resultado anular o disminuir el reconocimiento, goce o ejercicio, en condiciones de igualdad, de los derechos humanos en las esferas política, económica, social, cultural o en cualquier otra esfera de la vida pública».
En un país donde la mayoría son morenos o morenas, mi hijo no debería de sentirse discriminado. La realidad, es otra.
En la encuesta, 10.9 por ciento opina que se justifica poco, algo o mucho, el insultar a alguien por su color de piel, pero el 79.7 por ciento considera que en México insultamos a las personas por tener tal o cuál color.
No sé si quien me lee haya ido a un mercado en el sur del país. Es un lugar donde el «marchante» o vendedor, regularmente te invita a que compres sus productos llamándote güero o güera. La verdad es que en pocas ocasiones le atina, en la mayoría, el comprador o compradora no tiene el pelo rubio, la cuestión es que va más allá. ¿Debería sentirme bien y pagar por mis verduras en un puesto, únicamente porque me «halagan» llamándome güera? Yo no lo creo así, a lo mejor es porque en realidad sí soy güera.
Volviendo al trabajo de Conapred, preguntaron si estarían dispuestos a permitir que en su casa vivieran personas de otra raza, el 63.9 por ciento dijo que sí y el 23.3 aseguró que no. ¿Cómo es posible que haya personas que sigan juzgando por el color de la piel?, ¿de verdad no hemos aprendido nada?
Y no se trata de dar clases de moral a nadie, pero cuando uno se entera de la creación de grupos fascistas o neo nazis en México, de principio da risa su ignorancia, ya que de haber estado en la Alemania nazi, ellos habrían sido asesinados por Hitler y sus amigos. Pero también pone a pensar qué estamos haciendo mal, qué debemos hacer mejor y cómo debemos evitar discriminar, curiosamente, a los que son mayoría en nuestro país.
(VIDEO: Los niños mexicanos eligen entre un muñeco blanco y otro negro).
Mi reacción a la plática con mi hijo fue de ira, de desilusión. ¿Cómo era posible que MI hijo se sintiera así? MI hijo, ese guapote de piel morocha y ojos café enormes y expresivos. Ese pequeño, idéntico a su padre —del que yo estoy perdidamente enamorada— pensaba que era menos porque alguien lo hizo sentir así o peor aún, porque se dio cuenta que a su rubio hermano lo trataban diferente a él.
De verdad, ¿qué estamos haciendo mal?
Fuente: huffingtonpost