La prueba del FBI sobre Trump y Rusia es una noticia explosiva. El sistema político de Estados Unidos no está preparado para eso.
Por Zack Beauchamp
Imaginen que alguien les hubiera dicho hace unos años que el FBI habría de investigar un posible complot, ante la sospecha de que los involucrados en la campaña del candidato republicano pudieran haber ayudado a Rusia a interferir en las elecciones de los Estados Unidos — y que dicha interferencia finalmente ayudara a Donald J. Trump a llegar a la Casa Blanca. Te habrías reído en su cara o los hubieras acusado de confundir la realidad con una novela de Tom Clancy.
No obstante, ahora sabemos que es, sin duda alguna, la realidad. El director del FBI, James Comey, confirmó este hecho durante el testimonio que dio ante el Subcomité de Inteligencia del Senado, en donde declaró que sus investigadores de contrainteligencia están investigando la conexión entre el equipo de Trump y Rusia.
“[El FBI está] investigando la naturaleza de cualquier conexión entre los individuos asociados con la campaña de Trump y el gobierno ruso y si hubo una coordinación entre la campaña y los esfuerzos rusos», declaró Comey.
Ya estamos tan acostumbrados a escuchar reportes sobre los lazos de Trump con Rusia que es fácil perder de vista la enorme importancia del asunto: por primera vez en la historia se está llevando a cabo una investigación oficial por parte del FBI sobre una posible colusión entre el equipo de campaña de un candidato presidencial con una potencia extranjera hostil. Periodistas especializados en asuntos de seguridad nacional, como Matt Rosenberg, del New York Times, apenas pueden creerlo:
Folks, let’s take a step back and absorb the fact that the FBI has confirmed there is an espionage investigation involving the White House
En medio de la tormenta que rodea a la confrontación de Trump con la prensa, a las filtraciones de Inteligencia, a los tweets y a las horas de comparecencia en el Congreso, esto es lo que en verdad importa: estamos en medio de lo que se ha convertido en un escándalo significativo — un escándalo que podría terminar siendo, dependiendo de lo que desvele el FBI, el más grande escándalo político de nuestra historia.
Y no está claro, juzgando el comportamiento de los republicanos presentes en la comparecencia, si nuestro hiperpolarizado sistema político será capaz de manejarlo.
El mero hecho de que el FBI esté llevando a cabo una investigación no es una prueba de que la administración Trump haya hecho algo ilegal. Pero el hecho de que exista una investigación muestra que las sospechas son al menos lo suficientemente serias como para requerir una investigación exhaustiva. Y en este caso, las sospechas del FBI están soportadas por una gran cantidad de información que ya ha salido a la luz.
Cuando se pone todo esto junto, se observa un patrón claro y demostrable de contacto entre los asociados más cercanos de Trump y los oficiales rusos. Eso es, por donde quiera que se mire, inquietante.
Existe también un patrón consistente por parte de los oficiales de esta administración para negar sus lazos con Rusia. El depuesto asesor de Seguridad nacional, Michael Flynn, mintió acerca de sus contactos con Kislyak, lo mismo que el actual procurador, el general Sessions. Esos lazos le costaron su trabajo a Flynn y forzaron a Sessions a sustraerse de la investigación que realiza el FBI sobre Rusia.
Sin embargo, Trump mismo continúa negando, de cara a la evidencia, que haya una historia real aquí:
The Democrats made up and pushed the Russian story as an excuse for running a terrible campaign. Big advantage in Electoral College & lost!
La idea de que el Presidente pueda estar mintiendo, o al menos no esté siendo completamente transparente, acerca de los lazos de su administración con una potencia hostil, es suficientemente preocupante per sé. El puro hecho de que el FBI esté investigando a la actual administración a escasos dos meses de haberse inaugurado muestra que las cosas no van bien en el gobierno más poderoso del mundo.
Pero en casi de que se presente el peor escenario y el FBI encuentre evidencia sólida de que la campaña de Trump estuvo ligada a los rusos, entonces lo que hoy es un serio escándalo se convertiría en una crisis nacional.
“Si hubo tal coordinación, este escándalo se convierte en algo como Watergate,” twitteó Michael McFaul, ex embajador de los Estados Unidos en Rusia.
McFaul comprende la situación. En Watergate, una campaña presidencial autorizó el robo de información sensible del Comité Nacional Demócrata. Este podría ser el mismo caso, solo que realizado de forma digital y con la ayuda de una potencia extranjera hostil.
Podría implicaruna colusión con el presidente ruso Vladimir Putin para debilitar a la democracia norteamericana — y occidental.
La noción de que un presidente de los Estados Unidos pudiera estar involucrado en algo así podría parecer absurdo, así que el hecho de que el FBI lo esté tomando en serio dice mucho.
Nuestro sistema político no está preparado para esta clase de cosas
Si quieren comprender cuán débiles estamos para encarar un debate nacional sobre estas acusaciones, observen la actuación del republicano Trey Gowdy durante la comparecencia.
En la pasada administración, Gowdy estuvo a la cabeza del Comité del Senado a cargo de las investigaciones del atentado perpetrado en 2012 contra una misión diplomática de Estados Unidos en Libia. Su Comité invirtió dos años y millones de dólares investigando las acusaciones de que Obama o Hillary Clinton habían encubierto la verdad de lo que sucedió en Bengasi. Y, al igual que ocho investigaciones anteriores, no encontró evidencia que sostuviera las sospechas.
Se esperaría que Gowdy, defensor de la verdad y la transparencia como es, cuestionara a Comey sobre los vínculos de Trump con Russia. En cambio, Gowdy pasó una gran parte del tiempo mencionando a los oficiales de la administración de Obama — Susan Rice, Ben Rhodes, Loretta Lynch —, cuestionando si ellos pudierontener acceso a la identidad de los asociados de Trump que las agencias de Inteligencia identifican como responsables de haber hablado con los rusos.
En esencia, Gowdy sugirió la posibilidad de que el equipo de Obama filtrara de manera ilegal información clasificada en un esfuerzo por sembrar controversia alrededor de Trump.
“[Al hacer] acusaciones sutilmente veladas en contra de esos oficiales de la administración de Obama, nombrándolos,… un miembro del Congreso está sugiriendo que esos norteamericanos en particular cometieron crímenes muy serios,» escribió un grupo de expertos en el blog sobre seguridad nacional Lawfare.
Esta es una acusación que hemos visto, sin ninguna justificación real, en algunos de los medios menos serios de la prensa conservadora. Gowdy, al forzar a Comey a admitir que esas personas pudieron tener acceso a información relevante, parece que estuvo alimentando intencionalmente una teoría de la conspiración sin bases. Y la administración Trump de inmediato se hizo de esa teoría. El secretario de Prensa, Sean Spicer, la destacó durante su informe a los reporteros.
La línea que siguieron las preguntas de Gowdy ilustra la forma como están manejando la investigación sobre Rusia la mayoría de los republicanos: no la tratan como un tema de la mayor importancia para el público americano, sino como un tema de lealtad hacia su presidente. Los demás republicanos del Comité de Inteligencia pasan la mayor parte de su tiempo arrojando dudas a la idea de que Rusia quisiera tener a Trump en la casa Blanca y despellejando a los filtradores de la información.
En una comparecencia normal, no sería especialmente perturbador escuchar que los republicanos salen a la defensa de su presidente republicano. Pero esta fue convocada para discutir lo que son, en el mejor de los casos, mentiras demostradas del equipo del Presidente acerca de su contacto con una potencia hostil. En el peor de los casos, es una investigación que conducirá a una crisis política sin precedente en la historia de los Estados Unidos.
Ahora bien, en un clima político definido por la polarización, es difícil para los legisladores republicanos pensar fuera de sus cajones partidistas. Así es como abordaron la investigación de Bengasi cuando estaban en la oposición y tenían un incentivo para buscar el escándalo; es la misma forma en que el partido está abordando la investigación Trump-Rusia ahora que están en el poder y tienen interés en cerrar los ojos.
Este es un problema muy serio. El New York Times reporta que las investigaciones de contrainteligencia del FBI pueden tomar años y es probable que no lleguen a hacerse cargos criminales. Una investigación en la que los congresistas republicanos citen a oficiales de Trump y los fuercen a testificar bajo juramento sería una camino vital para proveer al público de información verídica ante tan serias acusaciones.
Sin embargo, los republicanos, a juzgar por su desempeño en la pasada conparecencia, no parecen tener ningún interés en realizar esta clase de supervisión.
Siendo mayoría, ellos controlan que haya o no una investigación oficial por parte del Congreso, y por ende, decidirán si fuerzan a los oficiales de Trump a testificar bajo juramento.
El partidismo bien puede estar destruyendo nuestra habilidad para llegar al fondo de un asunto de interés nacional.
Fuente: http://www.vox.com/world/2017/3/21/14983550/fbi-russia-trump-hearing-partisanship