Entrevista a Serge Abad-Gallardo, antiguo “hijo de la viuda”
Serge Abad-Gallardo se dio a conocer con su primer libro Por qué dejé de ser masón (ed. LibrosLibres, 2015). Después de sus impactantes declaraciones, vuelve de nuevo con otro singular título: Je servais Lucifer sans le savoir [Servía a Lucifer sin saberlo] (ed. Téqui, 2016).
En su primera obra, usted explica de qué manera son incompatibles el catolicismo y la masonería. ¿Cuáles fueron las reacciones de los católicos y los masones?
En general, las reacciones fueron muy favorables, aunque no todas. Después de haber dado más de cuarenta conferencias sobre este tema desde octubre de 2014, creo que los católicos están convencidos de esta incompatibilidad pero quieren más precisiones sobre su naturaleza.
Algunos francmasones a veces también participan en las conferencias y se expresan con más o menos agresividad, pero no entienden. Tal vez sea porque están profundamente “atrapados” por la doctrina relativista. Tal vez porque consideran que -y cito- “la Iglesia no entiende nada”.
Por esta razón, el cardenal Ratzinger, por entonces prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, detalló los motivos doctrinales de esta incompatibilidad en el decreto del 26 de noviembre de 1983 [que el lector puede encontrar en su totalidad aquí, Ndlr].
Pero la francmasonería es muy obstinada. El padre Alberto Bárcena Pérez, por ejemplo, explica en su libro (Iglesia y Masonería: Las dos ciudades, ed. San Román, 2016) que un masón y político francés había enviado una carta el 8 de marzo de 2016 al papa Francisco pidiéndole nada menos que cambiara los 300 años de doctrina vaticana que prohibía a un católico pertenecer a la masonería.
[No obstante, esta perspectiva no es inédita ni siquiera en el seno mismo de la Iglesia. Así, para el cardenal Gianfranco Ravasi, presidente del Consejo pontificio de la cultura, “hay que superar la hostilidad, las ofensas, los prejuicios recíprocos”. El teólogo francés Jean Rigal declaró recientemente en el periódico La Croix: “¿No sería más beneficioso un debate que una condena? (…) Con motivo del Año de la misericordia, ¿por qué no apartar definitivamente esta acusación de “pecado grave”, que se imputa exclusivamente, al menos de esta forma, a los “iniciados” en las obediencias masónicas?”. Ndlr]
Ahora bien, usted va más lejos todavía y afirma que la masonería es, in fine, un culto a Lucifer. ¿Está usted seguro?
Totalmente. Y cito cerca de 200 documentos masónicos. Según explicaba un autor español, eminente especialista en el tema (Ricardo de la Cierva: Masonería, Satanismo y Exorcismo), “Satán no necesita que le rindan culto para conseguir sus fines. Todo lo que tiene que hacer es evitar que el hombre siga a Jesús”.
La influencia luciferina es sutil, no se trata de un “culto” directo a Lucifer. La francmasonería no es una “Iglesia satánica”. No obstante, yo cito numerosas “planchas” [obras, N.d.r.] masónicas que alaban explícitamente a Lucifer*. En definitiva, existen en ciertos Altos Grados una serie de signos luciferinos, que describo en el libro.
De igual forma, el esoterismo, el hermetismo, el ocultismo, que fundamentan los rituales masónicos, son prácticas propiamente satánicas. Muchos de los escritos que cito glorifican explícitamente a la Serpiente del Génesis, como liberadora de la Humanidad. No se puede ser más claro: la francmasonería, con todas sus obediencias y ritos, es luciferina.
¿La mayoría de los “hermanos” son conscientes de este culto?
No. Muchos piensan que la francmasonería no es más que una asociación filosófica común y corriente orientada a “liberar” a la Humanidad. No es el caso. Y no son muchos los francmasones que disciernen la acción mágica de los rituales.
A pesar de esta abrupta constatación, usted afirma no desear dañar a los masones, sino tenderles la mano. ¿Qué le diría a un amigo francmasón?
Querría convencerle de que no me sitúo en una postura básica “antimasónica”, sino que respeto la liberta de conciencia y de religión. Tampoco les guardo ninguna animosidad, aunque consideren que a veces hablo mal de la institución a la que pertenecen. Pero yo he distinguido claramente entre los francmasones y la francmasonería.
Quisiera hablarles del Amor loco de un Dios que nos ama tanto que vino a morir en la Cruz para salvarnos y les invitaría a una adoración del Santo Sacramento o a una Lectio Divina. Verían la diferencia entre la Palabra de Dios, recibida en nuestro corazón, y la “Palabra perdida” de la francmasonería.
¿Se puede salir fácilmente de la masonería?
En teoría, sí. Basta con una simple carta. [A los francmasones les gusta decir que, a diferencia de las sectas, es muy difícil entrar en la masonería y muy fácil salir, n.d.r.]. Pero en la práctica se vuelve más complicado. Sobre todo si, como yo, se ha sido mucho tiempo francmasón: se pierden todos los “amigos”, todos los contactos y las redes profesionales. Tal vez es más difícil todavía si, como yo, se escribe y se dan conferencias sobre ello.
En el plano espiritual, no hay que desdeñar una oración de liberación, o incluso más. En cualquier caso, es aconsejable hablar con un sacerdote bien informado en estas cuestiones (quizás no sea el caso, por desgracia), y al menos confesarse para poder recibir de nuevo los sacramentos.
¿Aconsejaría usted a los masones que fueran a ayudar a los pobres, al hospital, por ejemplo, como hizo usted?
La relación de la francmasonería con el dolor humano es algo particular. Es en general algo conceptual, es decir, que concierne a la “Humanidad” y atañe sobre todo a conceptos e ideas. Sin embargo, todo sea dicho, algunos masones se involucran de verdad en acciones humanitarias.
Pero la francmasonería no solicita la solidaridad de sus miembros más que para ayudar a los “hermanos” con dificultades. Recuerdo, por ejemplo, “colectas” en la logia para aportar ayuda financiera a “hermanos” afectados por las inundaciones en el departamento francés de Herault en 2004. ¡Pero no para los “profanos”! A diferencia de la Iglesia, que siempre ha estado próxima a los pobres y a los que sufren, creyentes o no.
¿Qué consejo me permitiría darle a los masones? Primero, que renunciaran para seguir a María y a Cristo. Luego, como decíamos, que ayudaran a los que sufren, pero con la caridad del Señor. Porque esta misión no es solamente humanitaria. Es la caridad de Dios y de la Iglesia.
Sin embargo, no me imagino que un masón pudiera ayudar a un moribundo invocando (los masones no rezan) al Gran Arquitecto Del Universo: el G.A.D.U. no murió en una cruz para salvarnos. Así que no es un “dios” personal y amoroso, sino un concepto vago. Por el contrario, la oración cristiana no es más que una llamada a la piedad del Señor, en comunión con el Espíritu Santo.
Entrevista realizada por Christian Redier.
* Lucifer significa en latín portador de luz; en la tradición cristiana es el ángel caído por rebelarse contra Dios, según menciona Isaías. Cuando la francmasonería habla de “Luz”, habla de un saber esotérico, hermético y oculto, un “Conocimiento” que persiguen los francmasones. Se simboliza con una ‘G’ a menudo inscrita en signos masónicos, dentro de una estrella de cinco puntas o bien dentro de un compás y una escuadra, los útiles del maestro masón, del arquitecto. Esta ‘G’ designa la gnosis (del griego gnôsis, conocimiento), un saber oculto, reservado únicamente a los iniciados. Los primeros cristianos, san Ireneo entre ellos, advirtieron seriamente contra una lectura gnóstica del Evangelio, considerada como una grave herejía.
Fuente: Aleteia