Por Edith Sánchez
Un padre malhumorado la mayor parte del tiempo no solo refleja una falta de control de sus emociones; también genera un efecto negativo en el desarrollo cognitivo y emocional de sus hijos. Aunque esta conducta es más común en los hombres, resulta igual de perjudicial si la realizan madres. Y peor aún si aparece en ambos.
Los gritos, no importa su causa, por su violencia intrínseca tienen un efecto muy fuerte sobre los niños. La euforia manifestada con gritos porque un equipo de fútbol acaba de anotar un gol puede tener el mismo efecto que los alaridos durante las discusiones de pareja. El pequeño mira más la forma de la conducta, que la causa o el fin que persigue. Adicionalmente, los comportamientos cargados de ansiedad tienen efectos similares sobre los pequeños.
La etapa de mayor vulnerabilidad de los niños frente a este tipo de conductas ocupa la franja de edad de los cero a los tres años. Pero, ojo: esto no significa que si son mayores no se sientan afectados. El mal humor de un padre suele traducirse traducirse en un sentimiento de culpa en los hijos. Esto significa que los niños pueden llegar a sentirse responsables por la falta de control emocional de sus padres.
Los efectos de un padre malhumorado
Los hijos de un padre malhumorado desarrollan, con el paso del tiempo, problemas de inseguridad, angustia y estrés. Esto afectará también a su evolución cognitiva, emocional y lingüística, al igual que a sus habilidades para socializar. Lamentablemente el mal humor actúa como una epidemia y no tarda en extenderse a toda la familia. Se convierte en un “estilo de vida” que se repite en forma de círculo vicioso.
La angustia no es una condición que facilite aprendizaje. Todo lo contrario. En ese estado, la atención en el que la atención se suele dispersar. Hay una especie de “exceso” en las emociones y esto impide enfocar la energía psicológica hacia otros aspectos, además el estrés también supone un obstáculo para la continuidad de la actividad. Lo usual es que quien lo padece se torne inestable frente a sus responsabilidades.
El mal humor del padre crea en el hijo una tensión adicional. Las exigencias académicas también son fuente de presión para el niño, de manera que tendrá que lidiar con dos fuertes demandas de manera simultánea. Por un lado, con el conflicto de culpa y confusión que se origina en el mal humor de su padre. Por otro lado, con la necesidad de responder a sus obligaciones. Es difícil que logre sortear todo esto adecuadamente.
La agresividad como ejemplo
Un padre cascarrabias y atribulado envía mensajes agresivos y aterradores a sus hijos. Por este motivo, no es raro encontrar tantos adolescentes y adultos fracasados y en algunos casos víctimas de algún tipo de adicción. Son almas tan atormentadas como sus progenitores y deambulan por la vida sin esperanza.
Sin darse cuenta, el niño también aprende a ser descontrolado con sus emociones. Estas, simplemente lo asaltan y él cree que su respuesta debe ser la de darle rienda suelta a lo que siente. Por eso, resulta muy probable que también termine viviendo conflictos en la escuela. se vuelva tan descontrolado como su padre y tenga reacciones desmesuradas cuando recibe alguna demanda del entorno.
El clima escolar es fundamental en el rendimiento académico. Así que si el chico convierte las relaciones en la escuela en una nueva fuente de angustia, probablemente minará aún más su capacidad para sacarle provecho. Es una cadena que se extiende y que, en el peor de los casos, lo lleva al fracaso escolar, y este factor se suma a su culpa, a sus dudas y a su angustia.
Por contraste, el padre que se involucra de manera positiva en la educación de sus hijos crea las condiciones para que ellos desarrollen confianza en sí mismos. Esta seguridad se manifiesta a través de habilidades sociales superiores y mejores resultados académicos. El aprendizaje se ve como una aventura interesante y las metas son desafíos que se asumen con entusiasmo.
Algunas recomendaciones
Las alteraciones mentales de los padres, como el enojo, la tristeza y el estrés, inhiben el desarrollo infantil. Los hijos de padres con estas características replican este comportamiento con efectos nocivos de largo plazo. Pueden originar depresión y serios problemas de aprendizaje y de lenguaje.
Para evitar todo esto, si eres padre, vale la pena que tomes en cuenta algunas recomendaciones:
- Fortalece tu relación de pareja. Exprésale tus sentimientos. Habla acerca de lo que te gusta o molesta. De tus preocupaciones, anhelos, miedos y sueños. Esto no solo crea un clima de confianza, sino que promueve el dialogo y tiene un efecto terapéutico para ti.
- Las responsabilidades laborales y los hijos son fundamentales, pero no son lo único. También debes separar un espacio y un tiempo para ti. Tú también mereces atención. Realiza actividades que puedas disfrutar. Descasa y aprende a liberar tu mente de las presiones, por medio de la relajación o la práctica de algún deporte.
- Está atento a cualquier signo desestabilizador de tu ánimo, como el estrés, la depresión, la angustia o el enojo. En cualquier caso es aconsejable poner límites y mantener el autocontrol. Es mejor actuar a tiempo, no dejar escalar los conflictos. Así no habrá nada que lamentar después. Si no lo puedes conseguir por ti mismo, acude a un profesional para encontrar apoyo.
Los padres buscamos que nuestros hijos sean felices. Seguro que tú también quieres eso. Intenta ofrecerles tiempo de calidad, acércate a ellos y no olvides decirles cuánto los quieres. Tampoco temas disculparte si te “saliste de tus casillas”: es muy positivo que sepan que este es un comportamiento inaceptable, y que todo aquel que lo haga debe disculparse y procurar no repetirlo.
Fuente: lamenteesmaravillosa