Con el tiempo acabamos dándonos cuenta de que el amor no se hace con el cuerpo, sino con el alma.
La pasión que de verdad complace es aquella donde nuestro ser viaja más allá de la piel para inscribirse en dos mentes que se abren, que se desnudan en afectos, en certezas y sentimientos. Que bailan en silencio sintiéndose una sola.
Los expertos nos dicen que la piel es el órgano sexual más importante del ser humano. Las personas necesitamos ser tocadas para sobrevivir, y en ocasiones, nos basta una caricia para activar miles de receptores sensoriales capaces de enhebrar una emoción, una sensación. Sin embargo, en el amor auténtico, la sinfonía de sensaciones integradas en nuestra piel no siempre son suficientes. Queremos más.
Te proponemos reflexionar sobre ello.
Búscame debajo de la piel
No es fácil encontrar a alguien con quien colapsar de este modo: en emociones, en valores, en sensaciones y complicidades. Son como borracheras de los sentidos donde todo encaja de pronto, donde todo armoniza y no quedan vacíos que llenar. El alma se ilusiona y el corazón despierta de su letargo invernal, justo cuando pensábamos que ya no íbamos a ser amados.
Porque siempre llega un momento en que nos cansamos de los amores cobardes, de los que no arriesgan, de los que fenecen como una tormenta al final del verano. Tras la pasión y las promesas tejidas en noches de caricias, llega la calma, llega la mañana luminosa, ahí donde no hay espacios para las mentiras y donde solo queda una ausencia al otro lado de la almohada. Junto las cenizas de todos los sueños rotos entremezcladas con las lágrimas.
Al final, efectivamente, aprendemos. Recogemos nuestros pedazos rotos con mucho amor propio para unirlos de nuevo con la mejor de las dignidades. Repitiéndonos a nosotros mismos el mantra de que “nunca más volverán a hacernos daño”. Aprendemos que el mejor amante es aquel que tiene la osadía de buscarnos más allá de la piel e incluso de desnudarse emocionalmente ante nosotros.
Fuente: utopico