Esta derrota de Trump a manos de la prensa es muy importante y, en estos momentos, va mucho más allá de la dimisión de un alto cargo. La batalla del presidente contra los medios de comunicación que no le llevan la corriente es feroz. Es llamativo que, solo un día después de tomar posesión, Trump se significara con un «estoy en guerra con los medios. Los periodistas son los seres más deshonestos de la Tierra». Su mano derecha, el periodista Steve Bannon, dijo entonces a un colega de The New York Times que le entrevistaba: «Quiero que escriba esta cita textual: los medios de comunicación son el partido de la oposición».
Los intentos de desprestigiar a los grandes grupos tradicionales como el Post, el Times o la CNN han sido constantes en este inicio de mandato. Cuando el secretario de Prensa, Sean Spicer, afirmó que la asistencia a la ceremonia de inauguración había sido «la mayor de la historia», los medios preguntaron por qué había dicho esa falsedad y, desde el equipo de Trump, se respondió que no mentía, sino que proporcionaba «hechos alternativos» para analizar la realidad. Es la mejor descripción de lo que se ha denominado posverdad.
La respuesta de los grandes periódicos tradicionales –los legacy media– ante estos intentos de desestabilización de la nueva Administración no puede ser otra que la búsqueda de la verdad. Es cierto que el fenómeno Trump ha devuelto a los estadounidenses el interés por los medios que podemos considerar más serios, que han visto cómo crecía su audiencia en estos meses –el Post aumentó un 75% sus suscripciones el año pasado–. Y la prensa está respondiendo a los ciudadanos. Algunos diarios han establecido unas normas concretas para lidiar con un Gobierno tan atípico como el de Trump, capaz de encarar una crisis diplomática con Corea del Norte en plena cena privada con el primer ministro japonés. Hay medios que han incrementado los periodistas que informarán de la Casa Blanca, y otros han preparado equipos de investigación específicos para que sus lectores puedan enfrentarse con conocimiento de causa a los «hechos alternativos» que les van a presentar Trump y sus colaboradores.
Lo explicaba también Baron durante su estancia en España: «Los medios de comunicación no estamos en guerra con el presidente de Estados Unidos. Simplemente, intentaremos verificar sus palabras y contar la verdad, sin interferencias de ningún tipo». Es el mejor servicio que la prensa puede hacer en estos momentos a la sociedad estadounidense para preservar las libertades.
El Mundo 15.2.2017