A la mitad del lapso entre el lanzamiento de su excelente experimento electrónico, The Age of Adz (2010), y el de álbum, Carrie & Lowell (2015), ocurre la muerte de la madre de Sufjan, llamada Carrie. Es a partir de y en torno a dicho evento que escribe el álbum, regalándonos una obra lírica y musicalmente perfecta.
A diferencia de sus álbumes anteriores, mucho más cargados instrumentalmente, en Carrie & Lowell hay melodías austeras pero impecables, acompañadas principalmente de cuerdas y falsetes y, a veces, teclados y sintetizadores. Nada de percusiones. El cambio en términos musicales complementa a la perfección lo que Sufjan transmite a través de la letra, emocionalmente devastadora, de las once canciones que componen el álbum.
Paradójicamente, tal vez, la relación de Sufjan con su madre no fue cercana. Ella, quien sufría de adicciones y esquizofrenia, lo abandonó en repetidas ocasiones cuando era pequeño y la vio pocas veces a lo largo de su vida adulta. Pero él conserva las memorias de su infancia junto con las emociones que les asocia, que plasma con emotividad y precisión extraordinarias a lo largo del álbum, en particular en la canción Eugene, donde hace referencias explícitas a Lowell, su padrastro en aquella época.
Sin embargo, Carrie & Lowell trasciende su aspecto autobiográfico, incluso trasciende la muerte de Carrie, siendo este evento más bien el detonador de una crisis emocional que el artista nos transmite con una transparencia inaudita. Nos habla de la pérdida física de su madre, a quien se refiere en una de las canciones como Thorazine’s friend (Thorazine es un medicamento antipsicótico), pero lo que es mucho más relevante, nos habla de una vida llena de su ausencia y las consecuencias de ello en su mundo interior, que llega a ser surrealista: Fourth of July, probablemente la más devastadora de las once canciones, es un diálogo imaginario entre él y su madre mientras ella agoniza. Él le dice lo que hubiera querido decirle; ella le dice lo que él hubiera querido que le dijera.
La obra trata, en esencia, de muerte, de pérdida, dolor, vacío y desesperanza al borde del suicidio (en The Only Thing hace referencia explícita a su deseo de no seguir más), pero a la vez, nos transmite toda esa oscuridad cubierta por tal espiritualidad y solemnidad que al final de cuentas, nos deja con cierta paz. La profundidad lírica de cada una de las canciones, plagadas de referencias bíblicas y mitológicas, permite que quien las escuche las interprete para sí: sus metáforas nos funcionan, las emociones de Sufjan son las nuestras, cualesquiera nuestros contextos. Ahí radica su genialidad.
Uno de los ejes de Carrie & Lowell es el papel central que juega la religión en la introspección de Sufjan, evidentemente cristiano. A lo largo de la obra queda claro que es su fe lo único que le permite seguir adelante. Sin embargo, es notable que en ningún momento se percibe su música como religiosa, sino que simplemente nos deja ver que su fe en Dios es crucial y Jesús, su compañero. En su imaginación, dialoga con él en la monumental John, My Beloved, donde “el que ama a Juan” el discípulo, es precisamente Jesús (Juan 20, 2).
Así, Sufjan Stevens nos regala su mejor álbum, el mejor de este año y, probablemente, uno de los mejores jamás escritos.