En el mundo se vive más de una realidad. Para ser exactos, existe una por cada persona que respira. No existe, en un sentido absoluto, lo que llaman realidad o la vida real, por la simple razón de que cada quien se construye esta realidad a partir de sus propias experiencias; que, a la vez, nos brindan o privan de motivación. La cual, tenemos que encontrar, puesto que es el sentido de nuestra existencia, aunque no lo veamos así. La verdad es que decir que «vivimos por equis persona» o «vivo por mi trabajo» es algo superficial y un poco ignorante, por más puras que sean las intenciones, puesto que la más primitiva naturaleza de supervivencia del hombre es encontrar un motivo.
Al resolver algún problema, primero debemos de entender su contexto para poder tomar una postura objetiva. De la misma forma, cada uno de nosotros debe entender el concepto de motivación para poder encontrarnos con la nuestra; y, para entenderla, debemos hacerlo como seres humanos, con defectos y virtudes. Entendernos como individuos en sí.
A partir de las diferentes necesidades que el ser humano tiene (alimento, hidratación, respiración, seguridad, afecto), se determina, a grandes rasgos, lo que esa persona necesita. Y eso se nota en el aspecto de las carencias; determinando, así, más que la razón de su motivación, el motivo de sus conductas hacia la sociedad, hacia él mismo y hacia su entorno. Empero, cabe destacar que, por ejemplo, si la motivación de esfuerzo y trabajo fuera tener vestimenta, eso no convierte a la persona en alguien materialista; pues lo materialista se determina a partir de aspectos que no tienen cabida en necesidades que son innatas.
A consecuencia de la no existencia de la motivación, están los males en el mundo, como desórdenes en el ego, vicios; incluso, la enfermedad y el pecado. Cabe reflexionar sobre aquellos ayeres de la evangelización, en los que se pensaba que la falta de espiritualidad en las personas ignorantes podía ir en contra de ellos mismos. Les hacía temer a ese prepotente «maligno» si no se convertían a la religión y así poder enmendar sus pecados. Convertían la absolución en una motivación.
Esos males se vuelven incontrolables en algunos casos. Elevando al puesto número dos al suicidio como la causa más frecuente de muerte en nuestro país (en promedio al día 3000 personas ponen fin a su vida). Entre los motivos se encuentra el desamor, problemas financieros y familiares, entre otros. Los cuales nos ciegan y apartan de la motivación de continuar nuestro camino.
VíKtor Frankl, uno de los más grandes psicólogos de la historia se preguntaba: «¿cuál es el motor del ser humano?». Investigó y experimentó hasta llegar a la simple conclusión de que nuestro motor son pulsaciones conscientes o inconscientes que buscan satisfacerse por cualquier medio. ¿Te suena levantarte a las cinco de la mañana para trabajar? Sin embargo, si no se tiene un motivo esas pulsaciones pierden el sentido.
También reflexionó sobre la muerte: “¿Qué pasaría con nuestras mentes si nunca muriésemos?”. Nada nos preocuparía, no tomaríamos nada en serio y estaríamos muertos sin saberlo: ya que no habría ningún motivo para que siguiéramos haciendo respiración celular a lo tonto y actuáramos sin pensar en las consecuencias. En conclusión, es gracias a la muerte que podemos comprometernos con nuestra existencia. Quien llena de sentido su biografía – y digo biografía porque queramos o no, lo que hacemos cada día es como escribir tu vida-, puede trascender hasta la muerte.
Desgraciadamente, muchas personas caen por diversas razones en el duelo: por miedo, por haber perdido a un ser amado. Pero con la ayuda correcta, cualquiera puede liberarse de cualquier atadura; por más mal que haya sido en su pasado, todos tenemos la oportunidad de mejorar en el presente. Algo que no sucede en muchos casos, donde nadie tiene de qué o quién aferrarse para salir adelante.
Viktor Frankl decía que un hombre no debe buscar la felicidad en sí, pues eso termina en muchas decepciones. La felicidad es un maquillaje de sonrisas amables y placeres efímeros. Debemos encontrar una motivación para ser feliz, así el placer será un efecto colateral. Cuando uno se pregunta si es que vale la pena vivir, siempre se piensa, primero que nada, en los motivos para ser feliz, tales como estar con la familia y cuidar de ella, incluyendo a los amigos. Ya que esa es la esencia de nuestra existencia: encontrar la motivación para la felicidad, encontrar un sentido de trascendencia, superar los complejos negativos que la sociedad impone sobre nuestras almas vírgenes, encontrar una misión por cumplir. Hacer todo eso es encontrarle un sentido a nuestra vida; pero hacerlo con actitud, es el mayor reto del hombre.
Gerardo Mendoza Durón. Estudiante de 3° de Secundaria, Colegio Miraflores Cuernavaca.