“El David siempre estuvo escondido en ese gran bloque de mármol, lo único que yo hice fue quitar las partes que sobraban”.
-Michelangelo Buonarroti
Sorprendidos, los más grandes maestros de la academia, los responsables de la Opera del Duomo, le preguntan a Miguel Ángel como logró esculpir una de las más hermosas piezas de mármol que jamás se han hecho. Su alma estaba ya escondida en el enorme bloque de piedra, yo sólo le quité lo que le sobraba… respondió el artista.
Cuando tenemos la certeza de que existe un camino luminoso que espera ser recorrido, transitado con valor, con convicción, con la profunda confianza de que es ahí a dónde tenemos que estar, es tan sólo cuestión de quitar lo que sobra, lo que molesta, lo que esconde y paraliza.
Quitar lo que está de más para quedarnos tan sólo con la esencia misma de nuestra existencia.
¿Se podrá?
No quiero cosas, quiero experiencias… no quiero crear una gran obra de arte, quiero vivirla, no me interesa el aplauso de los otros, me interesa el sabor de sus palabras, el dolor de sus ausencias, el intenso sentir de sus anhelos, de sus ilusiones… abrazos que se vuelven todo, todos que se disuelven en nada, besos que parecen orgasmos y orgasmos que son luz…
Me sobra el pasado cuando duele y el futuro cuando asusta. Hay que tomar un cincel y dejar sólo ese pedazo de vida que sucede hoy. Porque sólo en él están contenidas todas las posibilidades de volar, de llegar hasta dónde nuestras alas crezcan, o se quemen, en realidad no importa, cuando ya has volado el permanecer anclado no es una opción.
Sobra la duda, la ansiedad, la apatía que oculta el asombroso instante de la vida. La magia indudable de sabernos vivos, de sabernos sublimes, de entendernos como la única posibilidad de cambio en un mundo que pretende decir que conformarse está bien.
¿Que tenemos que eliminar para que la vida se convierta arte y deje atrás el peso de la piedra?
La respuesta es personal.
Se puede vivir sin pasión, se puede transitar pensando que es mejor el agua tibia que quemarse a veces, podemos quedarnos en cuclillas, hechos bolita, adentro de un monolito que nos tapa del viento, que no permite que la tormenta nos empape, que quita el polvo de nuestra cara y el frio de nuestros huesos… un bloque de piedra que jamás será escultura. Que nos protege del dolor y también de la vida…
Cada quien tiene en sus manos un cincel, un martillo y la chispa divina del libre albedrío… qué hacer con las herramientas ya es decisión propia….