Un fascinante artículo de Johann Hari publicado en el Huffington Postcuenta cómo, en en la década de los 70, el profesor de psicología Bruce Alexander, en la Universidad de Vancouver, notó algo extraño en un experimento clásico.
Generalmente, para probar los efectos de las drogas en el cerebro, se le da a una rata de laboratorio en una jaula la posibilidad de beber agua de dos fuentes: una de ellas contiene agua, y otra contiene agua con cocaína o heroína diluida en ella. Al poco tiempo, la rata se obsesiona con el agua que contiene la droga.
Pero el doctor Alexander se dio cuenta de una variable en el experimento que, hasta entonces, había pasado desapercibida: la rata está sola en la jaula. No tiene más nada que hacer. Su único estímulo está en simplemente ir y tomar el agua que contiene la droga. ¿Y si esa variable cambiase? El profesor Alexander construyó inmediatamente un parque para las ratas: una jaula llena de juguetes, excelente comida, túneles, toboganes y, sobre todo, muchas ratas. Montones de amigos, buena y abundante comida y espacios para jugar y compartir ¿Qué más podría querer una rata?
Desde luego, en el parque había, igualmente, dos fuentes de agua: una con drogas y otra sin ellas. Lo que sucedió después fue impresionante: las ratas evitaban el agua a la que se había añadido cocaína o heroína. Pocas de ellas consumieron el agua adulterada, muy pocas veces. Ninguna de ellas murió durante el experimento.
En su artículo, Hari explica cómo algo semejante sucedió en los Estados Unidos después de la guerra de Vietnam. Un reportaje en la revista Time señaló que el uso de heroína entre los soldados que fueron a la guerra era “tan común como la goma de mascar”: un 20% de los soldados de Estados Unidos se había convertido en adictos a la heroína en Vietnam, de acuerdo a un estudio publicado en los “Archivos Generales de Psiquiatría”. Pero casi el total de los soldados adictos (el 95%, de acuerdo al mismo estudio) abandonaron las drogas al volver a casa. Exactamente lo mismo que sucedió con las ratas cuando Alexander las cambió a la jaula-parque.
El profesor Alexander, así, afirmó entonces que su descubrimiento desafía las maneras tradicionales de entender la adicción a las drogas, tanto la que señala que es un problema exclusivamente químico, como la que afirma que es una falla moral. La adicción, de acuerdo a Alexander, es un problema de adaptación a un medio hostil. La “jaula buena” salvó a las ratas, lo mismo que volver a casa salvó a los soldados: lo contrario a la adicción, señala el artículo de Hari, “no es la sobriedad, sino la conexión humana”.
Para leer el artículo completo de Hari (en inglés):
http://www.huffingtonpost.com/johann-hari/the-real-cause-of-addicti_b_6506936.html