En la actualidad muy pocos cineastas mexicanos apuestan por hacer algo diferente, por realizar un proyecto que escape a los clichés y a los lugares comunes. En parte se entiende porque detrás de ellos hay un grupo de productores que invierten su capital para obtener ganancias, y también porque estos realizadores no desean sacrificar la oportunidad que se les brinda, y saben que al ir en contra de lo establecido podrían quedar fuera de la jugada. Por eso mismo buscan darle continuidad a sus carreras cinematográficas, dejando de lado no sólo sus gustos personales sino algo más importante: sus sueños de cineastas.
Pese a todo, hay gente que lucha, que se esfuerza, y lo mejor de todo que se aferra a sus propias convicciones, las cuales se vuelven más desafiantes al incursionar en el género Fantástico, o la Ciencia Ficción, temáticas bastante maltratadas en la Historia del Cine Nacional, pero que a pesar de lo inconsistente que resultan, de vez en cuando suelen aparecer verdaderas joyas que en poco tiempo se convierten en cintas de culto. Este es el caso de El Incidente (Isaac Ezban, 2015), ópera prima que ha recibido varios premios internacionales, antes de su estreno en nuestro país a fines del año pasado.
Al abrir la proyección nos encontramos primero con un par de jóvenes y un agente policíaco, atrapados en las escaleras de un edifico; y minutos más tarde cambia el escenario, y ahora se trata de una familia a bordo de un automóvil tratando de llegar a su destino. Dos historias viviendo una misma situación: jamás logran salir de su circunstancia.
En la primera historia el encierro es material. Tanto el agente policíaco como uno de los jóvenes suben y bajan las escaleras sin poder llegar a ninguna salida. No hay puertas abiertas porque todas están selladas. Lo peor es que el tiempo avanza, y de horas y días transcurridos, pasan a convertirse en meses y años. Lo inverosímil rompe las leyes de la lógica.
Por lo que respecta a la segunda trama, la reclusión es metafórica: el automóvil donde viaja la familia recorre una carretera infinita que no lleva a ningún lugar, obligando a que sus ocupantes siempre vuelvan al mismo punto de partida.
En ambos casos, los personajes caen en la desesperación, en los reproches, la culpabilidad mutua, la histeria y por último en la locura. Esta última manifestación patológica como puerta de emergencia para evadir una desquiciante realidad que conmueve y da paso al drama de vivir en un encierro asfixiante donde las rutinas cotidianas son de alguna manera la condena que deben cumplir como prisioneros de su propio destino.
Podría decirse que son tres los ejes motores de esta película: el misterio que provoca la sorprendente situación; la representación de los personajes que siempre están al límite, y tienen razones para estarlo; y por último, el paso del tiempo en el ser humano y lo que representa.
Una situación extrema que va más allá de nuestro razonamiento involucra a gente como uno, es la esencia del misterio. Revelarlo sería una herejía. No conviene saber cómo le hace el mago para sacar al conejo blanco. Si lo averiguamos se cae la magia; en la película también.
En una de sus clases, Guillermo Arriaga insistía –y seguramente insiste-, en que todo escritor de cine en situaciones extremas, debe llevar al límite a sus personajes para volverlos verisímiles, y eso es algo de lo que Isaac Ezban consigue acertadamente.
Con respecto a la dimensión del tiempo es algo que tanto el Cine como la Literatura han explorado desde hace mucho tiempo, y sobran ejemplos. Pero la forma de abordarlo en esta película conmueve. La vejez se nos presenta no sólo como la pérdida de funciones fisiológicas y motoras, sino como la incapacidad misma para comunicarse y la ansiedad –pues la vida se extingue- de atreverse lo que se tenía guardado, o peor aún, lo que al fin ha logrado recordarse.
Todo lo anterior, aunado con los detalles de la decadencia, el hacinamiento donde se desenvuelven los personajes de ambas historias hacen que uno queda más que sorprendido. Lo mismo sucede con el final. Un final que deja abierta la posibilidad de que todo vuelva a repetirse, pues como reza el eslogan de la cinta: La única salida es seguir avanzando.