El papel de los abuelos jóvenes en la familia. Al decir “jóvenes”, no me refiero solo a la edad. Se puede ser abuelo “joven” con 80 años. No hablo de los que verdaderamente no lo son, pues necesitan de ayuda casi total, es decir, de los verdaderamente viejos, decrépitos, podríamos decir un poco cruelmente.
Se sigue siendo joven mientras uno piensa que no va cumpliendo años sino “acumulando primaveras o experiencia”; mientras se es capaz de dar más de sí, de prestar ayuda a los demás miembros de su familia. Cuando se es capaz de dar y de recibir.
Se es joven cuando a uno le sabe mal que por imperativo de la ley le hayan jubilado de su profesión, cuando él se considera aún con facultades sobradas para ejercerla, quizás con mayor experiencia y eficacia que en años anteriores.
Se sigue siendo joven cuando, una vez jubilado de su trabajo, no se queda uno de brazos cruzado, sentado ante el televisor casi todo el día y se le considera por la mujer como un “armario en el pasillo”, con el que tropieza continuamente, sino que se dedica a ayudarla, si tiene la dicha de que aún viva, así como a sus hijos y nietos, e incluso a amigos. Cuando se enrola en algún trabajo de tipo social, o caritativo, o cultural. Cuando tiene aficiones y las atiende (deportivas, culturales, religiosas, etc.). Hay muchísimas de ellas.
Es de sobra conocido el “gancho” que tienen los abuelos para sus nietos. Estos intuyen en ellos un eslabón hacia la historia, atisban que tienen experiencia y son objeto de sus preguntas: ¿qué, por qué, cuándo, dónde? Trataremos ahora de ver cuál es el papel que un abuelo joven puede representar en su familia y en la sociedad.
Los A.J. son el enlace de los miembros de la familia, el aglutinante entre ellos y la relación con el pasado. Esas comidas en familia son de una importancia enorme. Tenemos que aprender a ser A.J. continuamente, hasta que una grave enfermedad nos lo impida. El secreto de su éxito es la disponibilidad constante, nacida del cariño, hacia los demás. El abuelo no se jubila nunca como tal abuelo (hasta que lo jubilan, claro). Además, vivir con los niños y jóvenes, rejuvenece a la persona mayor.
Se plantean a veces algunas preguntas o dudas: ¿deben los A.J. EDUCAR a sus nietos? O más bien ¿deben DISFRUTAR de ellos, sin maleducarlos? A esta pregunta lo correcto es contestar que a los abuelos no nos corresponde la acción educativa, sino la acción cultural. La primera corresponde por naturaleza a los padres, pero los abuelos, con su labor cultural, pueden contribuir a la mejor educación de los nietos. En efecto, los abuelos tienen una larga experiencia, si no en técnicas o ciencias modernas, sí en el vivir humano: en distinguir el bien del mal en cada caso, en conocer las causas de muchas malas consecuencias o desastres.
LABOR CULTURAL
No consistirá solamente en dar conocimientos de todo tipo: historia, geografía, arte, deporte, etc. sino en transmitir la herencia cultural de la familia: las tradiciones, las sanas costumbres de los antepasados y entre ellas, nuestra tradición familiar. Si una familia no tiene tradición familiar (cosa rara pero posible), corresponderá a los A.J. iniciar esas herencias y transmitirlas a sus nietos, porque esa transmisión se hace de dos en dos generaciones: Cuando alguien, tratando temas profundos, cita a un familiar, dice: “Como decía mi abuelo…”
Para tratar de culturizar a los nietos es lo primero el amor, el cariño y la voluntad. En cuanto a la CULTURA, hay que decir que no es preciso sean los abuelos gente intelectual, de muchas lecturas y conocimientos de ciencia o Humanidades. Hay gente que apenas ha leído o incluso analfabeta, que tiene un sentido común enorme; que se admiran ante la naturaleza y la aprecian y sacan sus conclusiones, e inculcan el amor a ella en sus descendientes. Conocen lo importante y lo saben distinguir de lo superfluo. Saben encontrar el verdadero sabor de la vida humana. Saben atender y servir a los demás. Son corteses y amables. Resuelven los problemas de la vida diaria. (Ver (1) al final).
Los A.J. deben admirar lo que hacen bien sus nietos y alabarlos, estimularlos. (No dejo de recordar los estímulos de mis abuelos y sobre todo de mi madre, a mis incipientes garabatos en el suelo, gracias a los cuales yo he adquirido cierto sentido del arte que ha servido para varias ocasiones). Gracias a mis antepasados conozco historias y anécdotas muy antiguas, quizás alguna se remonten a la Edad Media. Y gracias a la transmisión cultural de mis padres, sus nietos (o sea, mis hijos, y antes que ello, yo) han adquirido muchas aficiones sobre la naturaleza.
La FE
Rezamos como nos enseñaron de pequeños, al acostarnos, al levantarnos, al bendecir la mesa, etc. etc. Seguimos esas devociones tradicionales a los Santos representados por sus imágenes, debiendo distinguir siempre entre el Santo, la Virgen, y sus imágenes materiales. La tradición de la Religión es fundamental. Estamos convencidos todos de lo importante que es el hecho de que se crea en un Dios Creador, en unos Mandamientos dados por El, que se basan en el Amor y que gracias a su observación la gente puede vivir en paz y armonía, en respeto, solidaridad y todos esos valores que es muy difícil se den en ambientes donde no se crea en lo sobrenatural. El tratar de crear una moral o ética, desprendida de Dios y dependiente de las ideas cambiantes de los hombres, mudables, es llevar a la sociedad a un tobogán descendiente en lo moral. Lo vemos a diario.
Como ejemplo de ACCION CULTURAL de los A.J. con sus nietos se pueden citar, pues:
- Contarles historias verdaderas familiares o no familiares, así como cuentos antiguos o biografías de gente importante.
- Ver álbumes de fotografías familiares o películas, si se tienen.
- Contar viajes hechos con sus padres (es decir, nuestros hijos).
- Llevarles a ver algunos museos interesantes (aparte de los de la pintura, los de prehistoria, historia de la moneda, colecciones de conchas, insectos, soldaditos de plomo, museo del ejército). (a todos ellos los he llevado yo).
- Ponerles alguna película antigua de ésas que ya no se hacen ahora, con muchos valores (Ben Hur, Los 10 mandamientos, El sargento york, hay muchísimas).
- Dar catequesis de manera ex profesa o circunstancialmente, es decir, aprovechar cualquier ocasión para darles ejemplo con nuestra acción, conducta, y nuestra palabra.
COLABORAR CON SUS PADRES
La Condición esencial es el mutuo respeto entre los A.J. y los padres de los nietos (es decir, nuestros hijos y sus cónyuges: yernos o nueras). Los hijos respetarán nuestra casa, nuestras costumbres y hasta lo que ellos llaman nuestras manías…Nosotros, los A.J. respetaremos la nueva familia, sus costumbres y procuraremos no inmiscuirnos en sus rutinas, aunque a veces nos choquen. Cada actuación nuestra debe tender a reforzar la autoridad de los padres, jamás contradecirles (al menos, delante de los niños. Otra cosa sería si viéramos en ellos algo inadmisible, contraproducente, en cuyo caso usaríamos toda nuestra habilidad, diplomacia, cariño, para tratar de convencerles de cambiar algo en lo que no estamos razonablemente de acuerdo).
Para todo lo dicho, y aunque sea con esfuerzo:
- No interferir si los padres están sancionando una falta cometida por el pequeño.
- Preguntar al nieto, cuando pide que se le compre algo, si sus padres estarán de acuerdo con esa compra.
- Dar la razón a los padres si el nieto nos viene con alguna queja contra ellos. Es muy importante que los niños se den cuenta de que hay una coherencia en la conducta de los mayores.
- Evitar las competiciones a ver quién quiere más a los niños.
- Distinguir entre un cariño necesario y un mimo innecesario., nocivo.
Claro que los padres tienen también unas obligaciones con respecto a los abuelos, pero aquí no vamos a tratar de ello mucho, pues nosotros somos los abuelos…Pero podríamos hablar un momento también, no sólo de las obligaciones nuestras, sino de nuestros derechos. Y entre ellos, el de que los padres inculquen en sus hijos el cariño y respeto hacia los abuelos. No debe escucharse en los padres la frase despectiva: ¡Déjanos, abuelo, que esto no es cosa tuya! De esta forma algún día, si corrigiéramos justamente a un nieto, éste podría salir con que: ¡Déjate de historias, que esto no es cosa tuya! Esto es romper esa coherencia de que hablaba antes.
Tenemos el derecho de que los padres inculquen en sus hijos, no ya la obligación de visitar a los abuelos, sino de hacerlo con alegría, como un premio. Claro que de ello dependerá mucho el cómo los tratamos. Pues también hay algunos abuelos a quienes no les gustan los críos, y éstos lo notan enseguida.
El asunto de la RELIGIÓN
No es raro, sino muy frecuente, el caso de abuelos que tienen mucha fe y son cristianos practicantes, y sus hijos no lo son tanto. ¿Qué hacer entonces? Cabe distinguir dos casos:
- La actitud de los padres es sólo de cierto abandono respecto a las prácticas religiosas. No se oponen a ellas pero por rutinas adquiridas, se han enfriado mucho y no rezan, al menos visiblemente; no van a Misa los domingos; no les importa que los niños tampoco vayan, etc. Son gran mayoría (80%) los padres que piden para sus hijos educación religiosa en las escuelas, porque saben que es una garantía de que a los niños se les enseñen cosas buenas, pero no piensan que los padres deben dar ejemplo en casa y si no les ve practicar, ellos tampoco lo harán.
La escuela no lo hace todo. En este supuesto, los A.J. creyentes y conscientes deben ir ganando terreno siempre con gran tacto, diplomacia y cariño. Dando ejemplo de conducta, lo primero, y dando algún consejo que otro, lo segundo. Sin jamás echar en cara de forma brusca, exigente, “fundamentalista” podríamos decir, a los padres su descuido, ni delante ni detrás de los niños. Sólo ganar terreno con “mano izquierda”. (Esto creo que es una expresión de origen taurino: el “pase natural” se hace con dicha mano, llevando en la diestra el estoque, escondido)
- Otra situación: la de padres que no están de acuerdo con la enseñanza religiosa, que son ateos prácticamente o agnósticos, que se oponen al adoctrinamiento de sus hijos. Incluso los hay que se niegan a bautizarlos. Algunos opinan que cuando tengan mayoría de edad, ya elegirán ellos lo que más les convenga. Se oponen a la catequesis, al anuncio del Evangelio, pero no a los múltiples anuncios de la publicidad en la Tele, que enseñan cómo hay que vestir, qué es lo que hay que comer y beber, qué colonia usar, donde ir a veranear, cómo hay que “ligar” (que de todo se ve en los films).
En este supuesto B, las cosas son más difíciles que en el A. ¿Qué pueden hacer los A.J.? No es fácil decirlo; pero lo es el indicar lo que no se debe hacer:
-No se puede hacer nada que deteriore la imagen y la autoridad de los padres en la familia.
– No se puede decir a los nietos que sus padres lo están haciendo mal, ni criticarlos. Esto causa grave daño a los hijos.
Por lo tanto, hay que usar otras armas, porque no se deben quedar los A.J. totalmente callados y pasivos. Lo primero es, como siempre, REZAR mucho. Después, DAR BUEN EJEMPLO, de forma que tanto padres como nietos perciban que los abuelos son consecuentes con sus ideas religiosas; que no se “comen a nadie” (como no sea a besos). Alguna indirecta suave, siempre con buen humor y alegría. Y siempre con gran paciencia y esperanza. Lo que no hay que usar jamás para convencer a alguien es la violencia, los malos modos, incluso los sobornos económicos. Cuando uno se convierte lo hace en uso de su libertad y por propia convicción. Claro que antes ha debido ocurrir algo especial, que bien pudiera ser el buen ejemplo de unos A.J. católicos y de ejemplar conducta.
(Hay un precioso librito titulado “10 ateos cambian de autobús”, en la que diez personajes famosos relatan sus conversiones, siempre motivadas por algo.)
EDUCACIÓN PERMANENTE
Supone que los padres no deben cesar nunca en su labor educadora, usando en cada edad de los hijos los métodos apropiados a dicha edad. Ello nos lleva a la conclusión de que los A.J. deberían también educar, en la forma apropiada, a sus hijos CASADOS para que a su vez eduquen éstos a los suyos. No es fácil que un hijo ya casado admita consejos de sus padres.
Generalmente se hace más caso al abuelo de uno que al padre, por aquello de la libertad, de la independencia, de la autonomía que llevamos todos dentro, y sobre todo en la juventud. Pero es lógico que si un abuelo detectó algún fallo propio cuando era “padre principiante”, intente decírselo a su hijo. Pero la verdad es que la EXPERIENCIA es algo que no se puede enseñar; la adquiere uno por sí mismo.
En esta labor de educar (llamémoslo así) a los hijos casados, hay que ir con mucho tacto. Puede servir, por ejemplo:
- Sacar a relucir y conversar en tertulias sobre temas educativos.
- Sugerir o facilitar algún libro o revista o artículo interesante sobre ese tema.
- Alabar alguna actitud educativa, detectar un progreso en el nieto.
- Informar sobre algún cursillo de orientación familiar. Los CAMPOS DE ACTUACIÓN en los que se puede mejorar a los nietos son varios.
- En el DOMINIO DEL TIEMPO. Enseñar a no perderlo. Dedicarlo a cosas que valen la pena. No solo estudiar y hacer los deberes, sino cuando es el tiempo de ello, a jugar en cosas que valen la pena. Claro que en este terreno el abuelo, por muy joven que se sienta, tiene las de perder en cuanto se trate de sacar a los nietos de las maquinitas, del ordenador a toda hora, del manejo del móvil y de los SMS, del Internet, etc. Algunos abuelos quizás logren que sus nietos, según la edad que tengan, lo pasen bien con ellos jugando a las cartas, al dominó, al ajedrez o a las damas, a la Oca o al parchís. Algunos niños pequeños, a pesar de que están ya muy puestos en el manejo de los nuevos artilugios electrónicos, descubren a veces el encanto de jugar unas partidas con los abuelos a aquellos juegos de sobremesa que son casi eternos.
- En la GENEROSIDAD, muy necesaria en la vida, por tanto, en el amar o querer a los familiares y a los amigos. Ser desprendidos.
- En el SUFRIR. Saber ceder ante un hermanito, ante un mandato de los padres, sacrificarse en el estudio.
- En la HUMILDAD, LA SERENIDAD Y LA ALEGRÍA. Todas ellas, virtudes humanas muy importantes en la vida social y en la mejora del carácter de cada uno. Y ya hemos hablado antes de su LABOR CULTURAL y en el campo de FORMACION RELIGIOSA.
- La HERENCIA de los abuelos, en bienes materiales, si los tienen, no es tan importante como la herencia espiritual que dejan en vida con sus buenos consejos y su paciente y amorosa labor.
- Una cosa muy importante es LA CASA DE LOS ABUELOS. Ha de ser, como lo es generalmente, un lugar acogedor donde los hijos y los nietos van muy contentos a recibir, no sólo la comida, sino esa labor cultural a que hemos aludido antes.
Nos podemos preguntar si los hijos casados aceptan bien o mal o regular esas tareas del A.J. Lo que sí es cierto es que los A.J. son muy utilizados hoy día por los padres que trabajan ambos, como “canguros”. Los abuelos son los que llevan y traen a los niños del colegio. Se quedan con ellos si los padres no están en casa. Les dan comidas, meriendas o cenas. Esto lo pueden hacer los A.J. mientras lo sean. Es decir, unos 20 o 25 años; desde que empiezan a ser abuelos, que puede ser hacia los 50 años y pico, hasta que los achaques físicos se lo impiden, lo que variará según el grado de salud de cada uno. Naturalmente los A.J. que sirven para canguro y conducen a los niños de casa al colegio o al revés, creo tienen ganado el derecho también de conducirles algo en esos temas tan importantes que hemos visto.
Es donde se puede hablar de temas varios de la vida: los momentos históricos vividos en familia, más importantes o divertidos.
Donde se miran las fotos antiguas y se ven las películas que no se ven en otras partes.
Donde los A.J. pueden transmitir a sus nietos conocimientos especiales cuando los tiene: por ejemplo, tocar algún instrumento musical, o pintar y dibujar, o coleccionar minerales o bichos (ahora no se puede coleccionar bichos) o leer poesías o cuentos antiguos.
La casa de los abuelos es un lugar de encuentro de generaciones, un coctel de civilizaciones. Donde se celebran las fiestas familiares y es el lugar donde se conocen y se tratan los primos entre sí; los cuñados, nueras y yernos, entre sí, porque en otros lugares no se suelen encontrar. La casa de los A.J. ha de ser un OASIS de amor, cultura y alegría. (Al menos, mientras se pueda).
El abuelo jubilado no debe dedicarse sólo a su sillón, a su Tele, a su librito de lectura, a sus paseítos al sol en invierno, etc. Hay que estar activos siempre, lo que no quiere decir corriendo de un lado a otro, sino ocupados en varias cosas, de forma que se pueda alternar unas con otras para no aburrirse o cansarse. Es cosa de tener imaginación, aficiones, ocupaciones varias. Y una de ellas será tratar a sus nietos en la forma que antes hemos visto. El caso es no pensar sóo en sí mismo, sino estar siempre disponible para los demás: ayudar, colaborar, salir de sí mismo. Es una gran receta para estar contentos.
SITUACIONES DOLOROSAS
Se pueden presentar de varios tipos: enfermedades, disgustos por separaciones, por sucesos económicos, etc. etc. En todos estos casos, el dolor y la tristeza pueden ser superados gracias a la unión de la familia, y ahí tienen un papel muy importante los A.J. Muchas veces no podrán hacer nada en concreto, pero su labor será callada. Saber estar sin estar: como un buen árbitro de futbol. No hacerse notar pero “arbitrar”, o sea, controlar, mediar, vigilar porque para eso tienen a su favor:
Naturalmente, para que los A.J. puedan hacer todo lo dicho, se requiere unas condiciones y un entrenamiento. Lo importante es que quieran a sus nietos, y a ser posible, que les gusten los niños. Hay algunos que dicen. “Nosotros los queremos mucho, pero cada uno en su casa. Las visitas, cortitas, son muy pesados, nos cansan enseguida”. Con unos abuelos así, por muy jóvenes que sean, no se puede conseguir mucho.
Haber vivido más y haber atravesado horas amargas muchas veces les da una visión distinta de las cosas, una fuerza serena que permite apuntalar con firmeza y orientar al que está sufriendo, caminar con él con sosiego y paciencia.
Los A.J., ante los numerosos casos de desgracia que se pueden dar en la familia, quizás no serán una cura milagrosa, pero sí pueden transmitir vivencias, experiencias, una visión distinta que ayude a sus hijos y a sus nietos.
Para ir terminando, y aunque no me hace ninguna gracia tratar este punto, no hay más remedio que hablar un poco de algo que suele ocurrir: la VIUDEZ.
No me refiero al caso de que alguno de nuestros hijos casados se quede viudo, pues este caso lo englobo en el capítulo anterior de las situaciones dolorosas de la familia. Sino a que uno de los dos abuelos se quede viudo. Según la edad que se tenga, puede darse el caso de que el abuelo o la abuela sientan la necesidad (¿conveniencia?) de contraer segundas nupcias, en cuyo caso, todo cuanto hemos tratado hasta aquí debería seguir en vigor, y si el nuevo abuelo (¿abuelastro?) es persona consciente, deberá aunar sus esfuerzas con el cónyuge y “tirar del carro” con él, de ese carro tan meritorio como gratificante que es querer a los descendientes. No rehusará continuar actuaciones que antes compartía con su cónyuge para mejorar a la familia y a la sociedad en general.
No se debe caer nunca en la melancolía o en la tristeza que, como sabemos, es “aliada del enemigo”. Debe mantendrá en lo posible el trato con los amigos. No se deberá aislar nunca. En la familia y en los amigos es donde se encuentran el consuelo y la energía.
Si no quiere contraer nuevas nupcias, por las razones que sean, entonces el superviviente ha de CONTINUAR con sus obligaciones de A.J. Recorrer el mismo camino, antes con compañía, ahora él o ella en solitario; pero teniendo en cuenta que nunca estará solo (y quizás ahora menos aún) pues con él se volcarán los hijos y los nietos, agradecidos.
El DOLOR es una vivencia personal de quien lo padece, pero el dolor compartido es medio dolor.
Rezar por el ausente, eso siempre.
Pensar en él con agradecimiento por los años vividos en maravillosa compañía.
No quemar las naves, mantener su independencia con buen criterio.
Mantener siempre su casa abierta para los hijos, nietos y amigos, (como si no pasara nada), porque pasar, sí ha pasado algo, pero… me remito a lo dicho antes.
CITA BÍBLICA: Del libro del Antiguo Testamento, titulado el “Eclesiástico”, traducido del hebreo al griego por un escritor desconocido, hacia el año 136 antes de Cristo, quien dice lo escribió su ABUELO, que se llamaba Josúa (Jesús), hijo de Sirac, y es un libro parecido al de los “Proverbios”, con muchas máximas muy interesantes. En el capítulo 44, dice, entre otras cosas:
“Hagamos el elogio de los hombres de bien, de nuestros antepasados…sus bienes perduran en su descendencia; su heredad pasa de hijos a nietos. Sus hijos siguen fieles a la alianza y también sus nietos. Su recuerdo dura por siempre. Su fama vive por generaciones, el pueblo canta su sabiduría, la asamblea pregona su alabanza”.