“El elitismo de la sociedad mexicana ofende”, es el título del artículo en el que Jorge Suárez-Vélez hace una dura crítica a una élite que lamenta la inequidad mientras se enorgullece de ser superior.
Sin miramientos apunta: “La brecha social, cuyo ensanchamiento preocupa en todo el mundo, en México toma un aire de cinismo que provee refugio a gente inconsciente y a cobardes convencidos de que los problemas no tienen solución. Hay tanta gente que ha crecido inmersa en el privilegio y que se resigna a una realidad en la que, sin mérito, se beneficia de haber venido al mundo en el código postal correcto. En muchos casos, disfrutan de fortunas mal habidas, hechas por ellos o por sus ancestros, que se van limpiando con el paso del tiempo.”
Pone en duda incluso la caridad y la filantropía que adquieren matices de lucimiento displicente: “te ayudo a ti, desde la grandeza de mi posición social, no porque seamos iguales, sino por la certeza de que jamás lo seremos”.
Señala que muchos llegan a un punto de inconsciencia: “Cuántas veces he oído a familias que regresan a México desde el extranjero porque ‘en México sí hay servidumbre’, como si esa condición que surge de la necesidad extrema fuese un atributo social que es deseable preservar.”
Y no acusa al gobierno, como es el deporte nacional, sino que va más allá, en una búsqueda de la verdadera raíz de los problemas que aquejan a nuestra miope sociedad: “La gente pudiente en México no se da cuenta de que no se da cuenta. No ve cuán desagradable es su ostentación, cuánto ofende el junior en el auto de superlujo, seguido por Suburbans con escoltas derramándose por las ventanas. La frivolidad va en ascenso. La inconsciencia engendra inconscientes. Los hijos imitan los desplantes arrogantes de sus padres.” Es un signo preocupante que la miseria ajena, lejos de mover la conciencia y confrontar con la realidad, sólo sirva para reafirmar la propia valía en algunos, cual recordatorio de que felizmente se encuentran al lado opuesto del espectro.
Eso sí, a la hora de repartir culpas y responsabilidades, todos somos víctimas: “Lo que la gente quiere oír es [que] somos víctimas, que éste nos está haciendo cosas, que ellos son culpables de todo lo que pasa. No agrada la referencia a que quizás ese gobernante está ahí producto de nuestra indiferencia, de nuestra complicidad o, peor aún, que sea nuestro reflejo; no entendemos que es algo que nos hacemos a nosotros mismos.”
Suárez-Vélez reconoce que hay quienes sí hacen algo, pero no es suficiente: “… por primera vez veo una sociedad civil que intenta movilizarse. Surgen organizaciones que empiezan a exigir rendición de cuentas, un mínimo de calidad en la educación y otros derechos elementales; universidades privadas por primera vez preocupadas por ser incluyentes. Pero, no basta.”
Calificamos la situación económica del país con base en la marcha de nuestros negocios y poder adquisitivo. No obstante, señala el autor, el futuro de México depende no sólo de la capacidad que tengamos para crecer, sino de que éste sea incluyente. No hay país que se desarrolle manteniendo marginada a la mitad de su población.
El resultado no se medirá por cómo les va a los más ricos, sino a quienes menos tienen.
Aunque sea por la preservación de la misma élite, ésta debería ser más consciente y solidaria: “Cuando vemos las decisiones absurdas que tomaron electores en países como Venezuela, apoyando a políticos impresentables, debemos comprender la necesidad de muchos de resolver el hambre de hoy, el hartazgo de quien es cotidianamente humillado, la desesperación de quien es marginado. Le ponemos el país en bandeja de plata a un populista.”
Jorge Suárez-Vélez concluye su artículo con una verdad incómoda:
“En México ensordece el silencio de gente consciente de la gravedad de lo que ocurre.”
Fuente: ‘El elitismo de la sociedad mexicana ofende’, Jorge Suárez-Vélez – El Financiero, 22/02/16.