Tanta es la libertad que nos regala la experiencia de estudiar en la universidad que incluso uno puede llegar a sentirse a la deriva. Los profesores ya no están cuidando de ti en los recreos, tus padres no tienen informes sobre tus calificaciones, asistencias o comportamiento, no debes usar uniforme y tienes tiempo libre fuera de casa que puedes organizar como te dé la gana. Esto es fantástico pues pasar de la adolescencia a la juventud requiere de estos momentos de autonomía y responsabilidad en donde cada cual debe poner a prueba lo aprendido, sus valores y principios.
Para aquellos que salimos de un colegio católico se nos agrega otro factor, ya nadie organiza misas para nosotros de forma periódica, ni nos animan a rezar el mes de María o alguna devoción a un Santo, celebrar Semana Santa o preparar un pesebre para llevar a casa. Sobre todo si el paso es de un colegio católico a una universidad laica y con mayor razón si a eso le sumas que estás estudiando fuera de tu ciudad de origen y de la casa paterna.
En mi experiencia dando conferencias a jóvenes he descubierto que muchos al comenzar sus estudios universitarios sufren tremendas crisis de fe, incluso llegando a perderla por completo o la convierten en algo accesorio en la vida, dejando de tener el rol fundamental que tenía antes de entrar a la universidad. He logrado identificar dos posibles causas de ese fenómeno y quiero contártelas para que estés prevenido. La primera es que la fe de algunas personas es solo un producto de la tradición familiar y cultural y no de una experiencia personal con Jesús y de reflexión al respecto, por lo tanto como no se han hecho las preguntas de fe necesarias y al primer sacudón se cae todo. La segunda razón que logro identificar es que en el mundo universitario, sobre todo algunos profesores, hacen ver como que la fe y la vida espiritual son casi creencias mitológicas de gente que es inferior y que eso no va de la mano con la ciencia y el desarrollo profesional de las personas. Eso servido en un suculento plato de buena oratoria, argumentos científicos y años de cátedra universitaria, son el menú perfecto para demoler la fe.
Es por eso que quiero darte algunas ideas que puedes intentar poner en práctica y compartir con tus amigos al momento de enfrentarse a los primeros meses de universidad. Y si tienes ideas o experiencias que puedan ayudar a otros, ¡coméntalas!
3- Organizar el tiempo y que nunca te falte para la vida espiritual
Dormir tarde por tener que entregar trabajos e informes. Pasar largas horas leyendo y otras tantas escribiendo, sumado a todas las responsabilidades sociales, familiares, deporte, pareja y todo lo que hay metido en la agenda pueden pasarte la cuenta a ti y a tu vida de fe. Organízate y así como sabes que los lunes tienes clases en un horario determinado, pon en tu agenda de forma inamovible un horario para tu vida espiritual, sea cual sea la actividad que realizas. Es solo cosa de organización.
«Todo tiene su momento, y cada cosa su tiempo bajo el cielo» (Eclesiastés 3, 1).
4- Abrirse a la experiencia del encuentro con Jesús en la realidad
Jesús está presente en todo lo que nos rodea, se hizo hombre y toda la experiencia humana se llenó de Dios. Es por eso que debemos ser humildes con nuestra fe y reconocer que Él está presente en personas y lugares incluso cuando no esperamos que sea así. Si mantienes un corazón dócil, seguro te vas a llevar más de una sorpresa.
«Para que los fieles puedan dar fructuosamente este testimonio de Cristo, únanse con aquellos hombres con el aprecio y la caridad, reconózcanse como miembros del grupo humano en que viven y tomen parte en la vida cultural y social por las diversas relaciones y quehaceres de la vida humana» (Ad Gentes nº11).
5- Dar testimonio público de tu fe
La fe es algo para compartirlo y vivirlo en público. No es algo intimo que debes llevar bien escondida y que pocas personas conocen. No te avergüences de ella, pues tu testimonio de cristiano es tu mayor recurso de evangelización en medio del mundo.
«El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan, o si escuchan a los que enseñan, es porque dan testimonio» (Evangelli Nuntiandi nº41).
6- Que el conocimiento y la ciencia no derrumben tus cimientos
Estudiar nos abre el entendimiento a nuevas formas de comprender el universo, la sociedad y las personas. Ese conocimiento, cuando es mal utilizado o cuando nuestros cimientos son frágiles puede hacer un gran daño en nuestra fe. Abraza el conocimiento y la ciencia, pero cuida tu fe al mismo tiempo.
«Me parece que al encontrarse uno frente a frente con las maravillas de la vida y del universo, debe preguntarse por qué y no simplemente cómo. Las únicas respuestas posibles son de orden religioso.. tanto en el universo como en mi propia vida tengo necesidad de Dios» (Arthur Schawlow, Nobel de Física).
7- Descubrir a Dios fuera de lo eclesial
En una de esas es una mala costumbre el vivir nuestra fe únicamente en medio de celebraciones, liturgias, velas, incienso y flores. Dios también está en medio de los pasillos, en las conversaciones, en las materias que estudias y en las personas con las que te relacionas, incluso en los accesorios de moda que utilizan. Pensar que por estar en la universidad y pasar mucho tiempo en ella estás lejos de la presencia de Dios es un error. «Dios está aquí, tan cierto como el aire que respiro.»
«Todo lo bueno y verdadero que se halla entre ellos [los que no conocen el Evangelio] la Iglesia la considera como una preparación evangélica dada por Aquel que ilumina a todos los hombres para que tengan vida» (Lumen Gentium nº16).
8- Mantener la fidelidad a la Eucaristía
Aquellos que estudiamos en colegios católicos la teníamos fácil, nos organizaban Misas de forma periódica y nos llevaban obligados. Ahora nadie organiza Misas para ti ni te obliga, todo queda en tus manos. Hay cosas que son fundamentales y participar en la Misa es una de ellas. No hay nada que sea más importante que eso y no puedes permitirte dejar de comulgar. Sé fiel, cuida tu tiempo para poder participar al menos los domingos en la Eucaristía. Es lógico que se hace mas difícil cuando estudias lejos de casa, pero busca un lugar donde poder recibir al Señor. No te permitas faltar a Misa.
9- No alejarte de la Iglesia. Buscar una lo antes posible
No somos súper héroes para andar solos por la vida. Dios pensó en nosotros como seres sociales y nuestra fe nos invita a vivir en comunidad. Busca un lugar donde congregarte, sobre todo si estás estudiando fuera de tu cuidad de origen. Y si no encuentras donde reunirte con otros católicos, ¡anímate a crear una comunidad de estudiantes! Que la búsqueda de Jesús no pase a un segundo plano.
10- No alejarte de las periferias existenciales de la vida
Querer cuidar la fe en medio del mundo universitario es algo noble y muy necesario, pero no tienes que marginarte, sobre todo de las personas que creen que no necesitan nada más en sus vidas y que no tienen a Jesús. Debes ser luz, ahí donde hay oscuridad, luchar contra tus vergüenzas y temores y acercarte a la periferia, que quizás está en el pupitre de al lado o parado en el pasillo al salir de la sala.
«La Universidad es una frontera que os espera, una periferia en la que hay que acoger y aliviar las pobrezas existenciales del hombre» (Mensaje del Papa Francisco a la Federación universitaria Católica Italiana 2014).