- Que los hombres también tienen miedos, pero sin tanto permiso para mostrarlos.
- Que hay emoción en el ruido de un motor o en el grito de un gol.
- Que valoran mucho más el exceso de sonrisas que tres kilos menos.
- Lo abrumador de ser el sostén económico de una familia.
- Lo que es tener que ser valiente, poderoso y exitoso a toda hora.
- Lo molestas que son las comparaciones con “el marido/novio de”.
- La necesidad que tienen de un abrazo que no siempre saben pedir.
- Lo difícil que es comprender lo que nunca les han enseñado.
- Las lágrimas que no se animan a llorar.
- El poder que tenemos sobre ellos.
- Que ellos también pasan noches sin dormir.
- Que necesitan silencio como nosotras charla.
- Que no andan por la vida pensando en cómo lastimarnos.
- Que son más débiles de lo que su altura y músculos dirían.
- Que sacar lo mejor o peor de ellos está en nuestras manos.
- Que piensan y razonan diferente.
- Que sienten muy parecido.
- Que demuestran sentimientos como pueden o como aprendieron.
Si las mujeres entendiésemos todo esto, si lográsemos mirar más allá de algunos olvidos, si nos diéramos cuenta de que no hay todos o ninguno, si pudiésemos sentir que para ellos la mejor demostración de amor es habernos elegido, si las mujeres bajáramos un poquito la guardia, los reproches y tantos reclamos, si pudiéramos incrementar las sonrisas, los brindis y la picardía y si los dejáramos hacer sin tanto mandato ni expectativa, comprenderíamos que somos lo que le da sentido a sus vidas. Como mujeres, novias, madres, hijas, hermanas o amigas.
Al final del día, donde se acaban las bromas, donde no hay público ni formas, donde sólo queda un hombre y sus latidos, ahí estamos nosotras… con el que cada una eligió.