Porque la vida se ríe de las previsiones y pone palabras donde imaginábamos silencios, y súbitos regresos cuando pensábamos que no volveríamos a encontrarnos.
-José Saramago
El 21 de octubre de 2015 se desencadenó un gran furor mediático, ya que fue el día al que Marty McFly, en la película ‘Volver al Futuro’, viajó desde el lejano 1985.
Los chistes, videos y memes en torno a este suceso no se hicieron esperar. Muchos hablaban sobre las diferencias y similitudes entre nuestra época y la película: tal vez no tenemos coches voladores o exista Tiburón 19, pero hoy en día son comunes las videoconferencias y es posible crear objetos en 3D printers del tamaño de un microondas, tal como se ve en el filme.
Todo esto me hizo pensar acerca de los eventos con los que las personas medimos el tiempo e incluso “futureamos”. Desde luego, están los evidentes, como los cumpleaños o las festividades, pero estoy seguro de que cada quien tiene algún evento particular con el que mide el tiempo e incluso podría definir ciclos de su vida.
Personalmente, los mundiales de futbol han significado eso. Desde muy chico recuerdo que sacaba la cuenta de los años en que habría mundiales y la edad que tendría yo. Todavía recuerdo cuando pensaba: dentro de cuatro años voy a ser grande. Ejercicio interesante el de un niño que por primera vez pensaba en el futuro.
En Alemania 2006 me di cuenta de que a pesar de mis predicciones infantiles todavía no era grande, sino apenas un puberto de quince años. Sin embargo, al año siguiente se anunció que la Copa Mundial de Futbol 2014 se jugaría en Brasil. Saqué la cuenta y… ¡veintitrés años! ¡Entonces si sería grande!
Comencé a pensar qué estaría haciendo para entonces: ya estaría estudiando una carrera (aún no tenía tan claro qué iba a estudiar), podría ser que trabajando (ni la más remota idea en qué) y quizá, con suerte, habría ahorrado para ir al Mundial en Brasil. Y qué vueltas da la vida, dado que terminé celebrando en Berlín la victoria de Alemania ante Argentina. Ni en mis mejores sueños hubiera planteado ese escenario.
Las máquinas del tiempo no se limitan al cine o a la imaginación. La Ciudad de México cuenta con muchas en los edificios de su Centro Histórico, las cuales poseen fosas rectangulares cubiertas con una capa de cristal que los arqueólogos han llamado ventanas arqueológicas, pequeños huecos que nos permiten ver una ciudad que ya no es la nuestra y dar fe del paso del tiempo.
Ya sea que queramos ver el tiempo hacia delante o hacia atrás, estoy seguro de que lo que nos debe ocupar es el presente. Buscar la dirección hacia la que queremos ir y caminar hacia ella, o al menos, buscar acercarnos.
Eso sí, debemos estar preparados para las turbulencias que habrá en el viaje y las desviaciones que nos encontremos en el camino. Somos lo suficientemente inteligentes, entenderemos que hay que disfrutar el viaje completo, incluso esos pequeños percances al máximo, ya que es en ellos donde encontraremos cosas aún más valiosas que lo que buscábamos en un inicio.
Mientras tanto, veremos qué pasa… quizá en Rusia 2018 ya sea grande.
Arq. Alejandro Robles Arias
(Exalumno del Colegio Miraflores)
Director de Arquitecturar
www.arquitecturar.mx