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Una ley física irrebatible

Cuando en ese espacio para la meditación del que disponemos los ciudadanos de la capital y que llamamos calles, avenidas, incluso vías rápidas, donde pasamos muchas horas atrapados en el tráfico reflexionando sobre el caos urbano y observando la forma caprichosa como se ha desarrollado nuestra ciudad, nos resulta fácil concluir que vivimos en el reino del todo se puede.

“Sí se puede” es más que una frase que hace de porra para animar a la selección nacional de fútbol; “Sí se puede” es una forma de vida de muchos servidores públicos y ciudadanos relacionados con el funcionamiento y crecimiento de la ciudad, que a diario se coluden para torcer aquello que les estorba para acrecentar su intereses, a costa de crear taras que de ahí en adelante la ciudadanía cargará en sus espaldas.

Todo es posible; cambios de uso de suelo injustificados, elevación de alturas por encima de lo permitido, apropiación del espacio público, apertura de comercios en lugares inapropiados, instalación de oficinas y negocios en predios habitacionales, autorización de fraccionamientos y edificios en sitios inverosímiles, el derrumbe de edificios históricos, etc. Para todo esto basta contar con un solo papel; ¡el moneda, por supuesto! Los demás como leyes, reglamentos, bandos, planes maestros, etc. no tienen ningún valor. A lo sumo se les considera como sugerencias porque en la práctica “el otro papelito habla”.

Mal, cuando la corrupción se conjunta con la ineptitud, porque ésta potencia sus efectos negativos. No hay nada más letal para la sociedad que un imbécil corrupto al frente de un cargo público, y peor para ella si en una dependencia hay más de uno.

Los derrumbes ocurridos en Santa Fe obligaron a evacuar varios edificios de lujo, construidos en una especie de península circundada por taludes de más de 50 metros de altura con inclinaciones superiores a los 75 grados, producto de la explotación a cielo abierto de minas de arena durante los años treinta.

Como ha empezado a suceder, este percance sacará a la luz pública una serie de hechos irregulares que evidenciarán la colusión entre particulares y servidores públicos, para evadir, torcer o ignorar la normatividad en materia de construcciones y de protección civil.

Por ello, es posible que se exhiban permisos para construir los edificios, las casas y la torre en Vista del Campo que nunca debieron darse o cuyos términos no se respetaron porque la autoridad miró hacia otra parte, lo que evidenciaría como la corrupción se legaliza en papeles que no valen nada por más firmas y sellos que tengan estampados.

Qué importa un permiso, una licencia o la aprobación de un autoridad conseguida de manera ilícita. Peor aún, esos documentos son en realidad un engaño que deja desprotegidos a los ciudadanos hasta que el destino los alcanza, como paso ahora con quienes perdieron su patrimonio o hace treinta años con las costureras que murieron durante el temblor de 1985, porque laboraban en talleres instalados en edificios sobrecargados con maquinaria y materia prima, que ninguna autoridad se molestó en clausurar.

Cuando en Santa Fe se acabó la arena a fines de los treinta, los huecos dejados por el minado se llenaron de basura y escombros hasta principios de los noventa. Ahí, se vertió gran parte del material que se extrajo para hacer el Metro y se depositaron los escombros de los edificios que se derrumbaron durante el temblor de 1985. Así, por decenios, el nombre de Santa Fe se asoció a una zona marginal vinculada a la basura.

A fines de los ochenta el Gobierno Federal decidió regenerar la zona y convertirla en un centro corporativo. Así, las modestas casas de pepenadores y de los habitantes que vivían en pequeños centros de población desaparecerían y en su lugar se erigiría una zona de edificios corporativos de lujo para que bancos, empresas nacionales y multinacionales se ubicaran en un entorno de primer mundo.

Sin embargo, la situación actual de Santa Fe es una prueba fehaciente de como una buena idea, la regeneración e incorporación funcional a la Ciudad de México de una zona marginal, como se ha hecho en muchas partes del mundo, se torció prácticamente desde sus inicios por la incapacidad para hacer y ejecutar un plan urbano de largo plazo, por la ineptitud y miopía de quienes tomaron u omitieron decisiones, y por la inexorable presencia de las tres hermanas siamesas que depredan a diario esta ciudad: la codicia y voracidad de los desarrolladores (¿depredadores?) y la corrupción, donde públicos y privados se toman del brazo para chupar juntos los recursos del erario y de cualquier incauto que pase por enfrente.

¿Cuántas fortunas se hicieron en Santa Fe? ¿Cuántos funcionarios encontraron una mina de oro en esos basureros pestilentes? ¿Cuántos lucraron con terrenos que no valían nada?

La corrupción es un mecanismo regresivo de redistribución de la riqueza puesto que va de los más a los menos y, en caso extremo, la corrupción mata. Su verdadero costo no es la mordida sino lo que ésta deja torcido.

Cada vez que se destapa un escándalo de corrupción, un buen amigo suele recordarme la supuesta existencia de una ley física irrebatible: “tarde o temprano la caca flota”. Quizá esto es lo que empiezan a dejar ver los derrumbes de Santa Fe.

Fuente: https://acletomasini.wordpress.com/2015/11/13/un-ley-fisica-irrebatible/

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