Imagen de una hacker en un edificio abandonado. / Thomas Jentzsch (Getty Images)
La comunidad hacker ha sido cosa de hombres, o así lo ha parecido, a pesar de que el más famoso en la ficción es una mujer, Lisbeth Salander, de la serie Millenium. Los hombres acaparan la lista de los hackers más conocidos, dominan con carácter absoluto la paternidad de los virus más perversos y monopolizan el registro de los tipos más buscados por los cuerpos de policía. ¿Y las mujeres? ¿Dónde están las mujeres en este mundo de bits y testosterona?
Algunos autores habían indagado sobre las razones de este desequilibrio y encontrado una primera evidencia: hay menos mujeres matriculadas en las escuelas de informática. Así se deduce de las estadísticas en Europa (en 2009, solo el 25% de los graduados en informática eran mujeres, según Eurostat), y en Estados Unidos (el número de licenciadas en informática era del 17,4%, según National Science Foundation), cifras que se contradicen con lo que está sucediendo en algunos países asiáticos (India, Vietnam, Malasia) donde el porcentaje de mujeres en la industria de tecnologías de la información ya alcanza la mitad de la fuerza de trabajo.
Estas cifras no explican por si solas el grado de invisibilidad que han tenido las mujeres en este tipo de actividad. Un estudio financiado en 2006 por la Comisión Europea sitúa en el 1,5% el porcentaje de mujeres en comunidades de software libre. Aunque no es lo mismo desarrollar software libre que hackear, el dato supone un acercamiento a la cuestión. Algunas encuestas entre mujeres hackers han tratado de bucear en los motivos y solo han llegado a la conclusión de que no hay un comportamiento machista dentro de las comunidades hackers. “En estos foros, se acepta sin problemas al que tiene algo que aportar, se impone el mérito, no hay cuotas ni nada parecido”, explica Mercé Molist, una periodista especializada que conoce el mundo del hacker español desde sus inicios.
Hace una semana se celebró en Albacete uno de los eventos más auténticos que reúnen a hackers y expertos en ciberseguridad. Se trata de Navaja Negra y la edición de 2015, la quinta en su breve historia, llevaba aparejada una novedad: había tres mujeres entre los ponentes y un buen número entre los asistentes, si bien claramente en minoría respecto a los hombres. Dos de las tres ponentes daban su primera charla en este tipo de evento.
María Isabel Rojo, de 31 años, era una de ellas. Estudió Ingeniería de Sistemas y antes de terminar la carrera ya le había fichado el banco de Santander. Ahora trabaja en Indra. Está especializada en calidad del software. Manejó un ordenador desde muy joven y reconoce haber utilizado apodos (nicks) masculinos para ser reconocida en algunas comunidades. Cree que la mujer se apasiona igual que un hombre por un asunto que le interese. “Puede que la tecnología les guste menos a las mujeres”. A diferencia de los hombres, a Rojo no le interesa tanto buscar agujeros en los programas como establecer mecanismos de defensa. “No quiero llevar ese tipo de vida en el que notes que te están pinchando el teléfono”.
Otra ponente fue Yaiza Rubio. Tiene 28 años. Hija de padre militar, le preocupaba la seguridad. Estudió Ciencias de la Información, pero se dio cuenta de que se había equivocado de carrera y se decidió por el Análisis de Inteligencia. Trabaja en Telefónica en un servicio de ciberinteligencia para multinacionales. “No se por qué hay menos mujeres, solo sé que me muevo en un entorno de hombres, en un porcentaje de una mujer por cada 50 hombres”. Yaiza analiza información, amenazas, trabaja con herramientas que en dos minutos obtienen el perfil de un usuario, ayuda a empresas a buscar en bases de datos filtradas o robadas en Internet credenciales de clientes. Sabe que nada de lo que dejes en la red acaba de borrarse.
Presentes en su charla estaban dos colegas. Carmen Torrano, 33 años, recién doctorada en Informática con una beca del CSIC. “He notado más la diferencia cuando he salido de la universidad. La diferencia es abismal, sobre todo en el sector de la ciberseguridad. Hace poco estuve en unas jornadas: de más de 1.000 asistentes, solo 12 eran mujeres”. Carmen investiga en herramientas para detectar intrusos.
Esperanza (no quiere dar su apellido, solo su edad, 31 años) también asistió a charlas y talleres. Estudió Criminología, pero su pasión era la informática, así que hizo un aprendizaje muy autodidacta. “Si quieres aprender, cúrratelo”. Ha hecho lo que muchos hackers, desmontar un teléfono Nokia, un ordenador portátil, y participar en comunidades, “que te mantienen la mente abierta. A mí me han tratado perfectamente”, confiesa. A Esperanza le acaban de hacer un contrato indefinido en la compañía de teléfonos española BQ. Se dedica a probar el software.
La más reconocida de las ponentes es Kaótica (no da su nombre). Tiene “entre 20 y 40 años”. Es un personaje muy peculiar, la más próxima al estereotipo de un hacker,incluso a su estética. “A los 13 años elegí Informática como optativa en el colegio. Al poco me echaron de clase y los profesores le dijeron a mis padres que no se les ocurriera comprarme un ordenador: había llegado a entrar en el directorio del colegio sin ninguna mala intención y llamé al profesor para preguntarle una duda. No he hecho ninguna carrera. He sido autodidacta y mi vida ha sido muy complicada. Me junté con colegas frikies a videojuegos y aprendí a participar sin tener que pagar. Llegamos a crear nuestro propio servidor. Me dedico a asegurar. No se por qué los chicos les gusta tanto atacar. Supongo que será cuestión de testosterona. Me han atacado mucho, así que aprendí a defenderme”.
Kaotica trabajó para Telefónica (“aunque me cueste reconocerlo”), donde, “sin estudios” terminó dirigiendo equipos. Ha creado dos empresas (“el conocimiento debe ser libre») y solo contrata con ongs o clientes que respeten su ética. Trabaja para darle más seguridad a las máquinas.
Ninguna de las encuestadas disfruta buscando agujeros o rompiendo sistemas. Ninguna se ha formado atacando. Solo defienden, un rasgo muy común entre las escasas mujeres de la comunidad hacker. Seguirán siendo minoría. Pero, quizás haya que concluir que, son más de fiar.
Cómo piratear una ciudad por no más de 30 euros
En un evento especializado en ciberseguridad como el de Navaja Negra se puede asistir a charlas y demostraciones interesantes incluso para el neófito en la materia. Navaja Negra iene una cualidad: nadie viste corbata. Así, un consumado hacker como Jordi Selvi dio una magnífica conferencia sobre cómo romper sistemas simplemente alterando la fecha del ordenador “Usamos el tiempo para casi todo lo que hacemos, y los ordenadores no son una excepción”, expone Selvi. “Nuestros ordenadores y dispositivos usan el tiempo de diferentes maneras como por ejemplo para expirar cachés, planificar tareas o incluso implementar protecciones de seguridad”. Selvi altera el reloj y le hace creer al sistema que está diez o 50 años en el futuro. Hay cosas que caducan. Viaja al futuro y al pasado…y consigue que se abran muchas puertas. Es un ejemplo.
Una charla, de Carlos García, tenía este títuto: “¿Tienes 30 euros? Escucha tu ciudad y la podrás hackear”. García explica y demuestra cómo se pueden escuchar las comunicaciones de hospitales, de policías locales y servicios de ambulancias, en semáforos controlados por ondas…con varios aparatos de fácil adquisición. Incluso pudo entrar en la cabina de un avión, o en los radares de un aeropuerto.